—¡Buenos días, señorita! —dije, entrando a la habitación de Maggie con entusiasmo. La pequeña ya estaba levantada y me recibió con una enorme sonrisa—. Muy bien, vamos a ducharte —la tomé en mis brazos para llevarla al cuarto de baño, cuando soltó un pequeño quejido, la bajé de inmediato—. ¿Estás bien? ¿Te lastimé?
Comencé a examinarla con la mirada, pero Maggie no daba indicios de nada, solo mantenía su cabeza gacha, así que levanté su rostro con mi mano para que me mirara y la miré con preocupación.
—Cariño, no fue mi intención lastimarte —ella asintió—. ¿Te parece bien si miro donde te lastimé? —volvió a asentir.
Levanté su pijama un poco para revisar su estómago y debajo de su brazo, al hacerlo sentí como el calor abandonaba mi cuerpo, me llevé una mano a la boca. Maggie estaba repleta de moretones y rasguños. Desde que había comenzado a trabajar aquí había notado que tenía unos leves golpes pero había asumido que eran por jugar, ya que los niños suelen caerse bastante, pero estos eran recientes.
—¿Te duele? —sus ojitos se llenaron de agua y asintió una vez más—. ¿Quién te hizo esto, Maggie? —se limitó a negar con la cabeza. Y arriesgándome un poco decidí mencionar a la persona que tenía en mente—. ¿Fue tu maestra de lenguaje, la señorita Hills? —solo terminé de decir su nombre y Maggie abrió sus ojos a más no poder, negando repetidamente, casi agresivamente.
—No, no, no, ella no lo hizo, no.
—Está bien, amor, te creo, tranquila —la atraje hacia mi cuerpo y la abracé—. ¿Crees ser capaz de ducharte, o te duele mucho?
—Está bien —y sin más se dirigió al cuarto de baño.
Luego de bañar a Maggie y vestirla bajamos hacia la cocina para tomar el desayuno, sí, ahora tomaba el desayuno todos los días junto con el señor Astley y su hija. Dejé a Maggie en el comedor y esperé al final de las escaleras para hablar con el señor Astley.
—Señorita Yun, buen día, ¿puedo ayudarla en algo? —estaba tan sumida en mis pensamientos maquinado que iba a decirle que no me di cuenta que lo tenía frente a mi.
—A-ah, si, buenos días. Yo te hecho quería comentarle algo… —asintió, indicando que continuara—...con respecto a Maggie —terminé y eso pareció alertarlo.
—Claro, acompáñeme a mi oficina.
Su tono era demasiado serio que sentí como mi alma abandonaba mi cuerpo, ¿y si estaba exagerando? ¿o estaba siendo paranoica? Tal vez la señorita Hills no tenía nada que ver y yo la estaba incriminando, aunque desde un inicio nunca me dio buena espina, pero…¿y si el culpable realmente era el señor Astley? Dios, en que me he metido, y si…
—MinJi.
—¿Eh?
—Adelante la escucho —no me había dado cuenta que ya estábamos en su oficina.
—Bueno…es que no sé si sea realmente apropiado… —traté de evitar su mirada.
—Si es algo relacionado con mi hija creo que debería saberlo, ¿no?
—Bueno, si, tiene razón. Lo que pasa es que hoy…que fui a despertar a Maggie y la cargué, ella se quejó y pensé que la había lastimado —respiré un poco, el señor Astley parecía más serio que de costumbre, su ceño estaba sumamente arrugado—. Así que decidí mirar si le había hecho algún daño o algo y cuando le levanté la camisa ella tenía una serie de moretones y rasguños en su cuerpecito —mi voz ya al final era casi un susurro y tenía un nudo en la garganta.
—¿Qué…?
—Así que le pregunté a Maggie quien le había hecho eso y no quiso decirme. Al principio ella tenía esos golpes y pensé que eran por jugar, pero los de hoy eran recientes…y…yo tengo la leve sospecha de que la señorita Hills tiene algo que ver en esto.
—¿La maestra de lenguaje?
—Si, siempre después de su clase Maggie está decaída y triste. Muchas veces la he encontrado en una esquina de la habitación.
—Yo… —se aclaró la garganta—. Hablaré con Megan sobre esto y veré que está pasando. Muchas gracias por notificarlo.
Y por alguna razón su respuesta me hizo sentir incómoda, él no me creía, no creía nada de lo que había dicho. Aguanté con todas mis fuerzas no poner los ojos en blanco. Increíble. Maggie tiene un padre increíble.
—No me cree —fue más una afirmación que una pregunta. Me levanté de la silla con las manos hechas un puño.
—Señorita Yun…
No dejé siquiera que terminara de hablar cuando cerré la puerta de un portazo. Me molestaba, de verdad me molestaba. Y se lo hice saber al saltarme el desayuno, no soportaría comer junto a él hoy, ni siquiera por Maggie, no podía.
El día transcurrió como siempre y a pesar de que traté de sobrellevar el enojo que sentía muy dentro de mí, la pequeña pareció notarlo.
—¿Estás molesta…? —y luego llevó su mano hacia sí misma, dando a entender si estaba molesta con ella.
—No, preciosa, como crees que me enojaría con alguien tan linda como tú —le hice cosquillas para sacarle una sonrisa, eso pareció calmarla.
Estoy molesta con alguien más de apellido Astley.
Y sin más llegó el momento en que llegó la maestra de lenguaje de Maggie, pero esta no entró sola, sino con el señor Astley detrás. La primera me lanzó una mirada con desdén y enojo, así que con mucha pena tuve que devolvérsela.