Una dosis de amor

IV

La señora Wright me ofreció una taza de café mientras Maggie recibía su última clase con Eva. Sin embargo, este no se sintió tan dulce y gratificante como otros días.

—¿Se encuentra bien, MinJi?

—Claro, ¿por qué no lo estaría?

—Pues…no está disfrutando el café como lo hace normalmente. ¿Sabe mal?

—No, señora Wright, el café está exquisito, solo tengo muchas cosas en mi cabeza, no es nada.

Traté de sonreír, pero esta no llegó a mis ojos, sin embargo, la señora Wright colocó su mano sobre mi hombro dando un leve apretón y sonrió mientras asentía, dejando el tema a un lado. Sentía el nudo en mi garganta todavía presente desde la última noche, tragué grueso. Odiaba tener esos sueños, pero siempre aparecían y más ahora, cuando las preciosas hojas de los árboles comenzaban a caer y el frío daba lugar en la ciudad. Todo indicaba que se acercaba esa fecha.

—MinJi —de repente escuché a alguien decir mi nombre. Era Eva. Sentí un leve calor en mis manos de repente, las manos de Eva estaban sobre las mías, las cuales estaban temblando, al percatarme de eso, las aparté enseguida—. ¿Te encuentras bien?

—Claro.

Sonreí sin ganas.

—¿Ya terminó la clase?

—Sí, hace unos minutos —asentí mientras le daba un sorbo a mi café—. Oye, si quieres hablar con alguien…

—Estoy bien, Eva, no te preocupes. Solo no dormí bien.

Dejé la taza de café, ya vacía, en el lavabo y salí de la cocina dirigiéndome hacia donde estaba Maggie, el señor Astley no tardaría en llegar. En cuanto la divisé sonreí un poco al verla jugar con sus peluches en el suelo, cerca de la chimenea, ya encendida. Me senté a su lado, viendo el fuego fijamente, cuando sentí como jalaba de mi camisa.

—¿Ocurre algo? —traté de aclarar mi voz lo más que pude. La niña me indicó que me acercara a ella, me incliné un poco hacia su dirección. Maggie me sonrió, de la manera más dulce posible, como si quisiera decirme que todo estaría bien, estiró una de sus manos, entregándome algo. Era un corazón de papel. Para mí. Al dármelo puso sus dos manitas alrededor de mi cuello y me dio un cálido abrazo, luego se separó y me besó la mejilla, era la primera vez que me besaba la mejilla. Yo todavía estaba algo consternada y lo único que pude hacer fue reír mientras las lágrimas bajaban por mis mejillas. Maggie pareció preocuparse al verme llorar. A lo cual reí aún más.

—Estoy bien, ¿sí? Son lágrimas de felicidad —le expliqué—. Gracias, Maggie —le besé la mejilla y sentí que fue el gracias más sincero que dije en toda mi vida.

Me limpié las lágrimas y sorprendentemente comencé a sentirme aliviada, sin ningún peso sobre mis hombros. Me sentí justo como si acabara de beber una deliciosa taza de café. Feliz, cálida y complacida.

Todo gracias a Maggie.

Llegué a casa con la cara roja e hinchada de tanto llorar, crucé los dedos para que Juli se encontrara afuera y no me viera así. Spoiler. Estaba en casa. Y…otro spoiler…no le agradó para nada mi aspecto. Al verme se levantó de un golpe, acercándose a mi con cara de preocupación y confusión a la vez. Levantó las cejas de manera sugerente, esperaba que le contara todo, esa era su señal de suéltalo ya.

—Yo…estoy bien —quise sonreír, pero fui incapaz y claro, a Juli no le hizo gracia lo que dije, a lo cuál procedió a soltarme un manotazo—. ¡Juli! Eso duele.

—¡Exacto, MinJi! ¡Dime cuando algo te duela, habla conmigo!

Tan solo soltó esas palabras y sentí mi labio inferior temblar, luego solté el primer sollozo, y otro, y luego otro y…pues, me eché a llorar en el hombro de mi mejor amiga. Sinceramente, no me sentía tan mal como esta mañana, lo que pasó con Maggie antes de venir fue realmente reconfortante y una clase de alivio a mi corazón, no entendía como, pero lo fue. Después de llorar un poco más, le conté todo a Juli. Creí que al volver de Corea los sueños iban a desaparecer, pero no fue así, por un instante sentí que todo el esfuerzo de seguir adelante que hice fue solo en vano, volví a sentirme igual que la primera vez, estaba tan molesta conmigo misma, iba tan bien, y…siento que solo perdí el tiempo.

—¿Crees que debería ir al psicólogo? Es decir, estoy bien, o eso pensaba, pero…

—Oye, lo que sea que hagas, estaré para apoyarte, ¿si? Y si crees que todavía es necesaria la ayuda profesional, está bien.

Me mordí el labio inferior, pensativa.

—Iré este fin de semana —asentí, decidida.

—Muy bien —soltó, Juli, contenta.

—¿Por qué siento que lo dijiste con demasiada emoción?

—Oh, por nada —rió.

Después de un rato Juli se metió a la cocina y comenzó a preparar la cena. Juli había estudiado gastronomía y trabajaba como chef en un crucero. Y fue justamente gracias a sus dotes culinarios que nos conocimos. Yo me encontraba en mi clase de literatura y de la nada , una chica pelinegra de tez morena y algo alocada me ofreció una de sus más recientes obras, había creado su propia receta y no quería que alguien que no conociera le diera una crítica meramente objetiva y puff, así surgió nuestra hermosa amistad. Yo me enamoré de sus postres y platillos y ella a mi manera de disfrutarlos.



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 24.02.2025

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