Una dosis de amor

VI

Matthew Astley

Salí de la oficina dirigiéndome al estacionamiento para poder ir a casa. Entré al auto y una suave melodía comenzó a sonar por las bocinas, la cual me hizo sonreír, era de esas canciones que no tenían letra, o mejor dicho, era un instrumental. Hannah siempre me corregía cuando les decía canciones sin letra.

—¡Matthew, ya te he dicho, se llama instrumental! —se cruzó de brazos, mientras yo me reía abiertamente. Me soltó un manotazo.

—Bien, bien —puse los ojos en blanco—. Pero para mí tiene más sentido decirle canción sin letra —bromeé. Claramente sabía cómo se llamaba, pero me gustaba hacerla enojar.

—¡Matt!

Siempre que Hannah se enojaba terminaba riendo a carcajadas. Eso solo hizo que recordara cuánto amaba pasar tiempo con ella, sin importar en qué situación estuviéramos.

Llegué a casa después de estar casi media hora estancado en el tráfico, esa era mi parte menos favorita de conducir. Aparqué el coche en la parte trasera de la casa y me dirigí hacia la entrada, en la cual me encontré a Maggie y a la señorita Yun jugando en el jardín. Las dos estaban dando vueltas y hacían una clase de baile. Sonreí ante la imagen frente a mi. Jamás había visto a Maggie jugar afuera, ni bailar, ni mucho menos sonreír de esa manera, se miraba tan feliz.

Hannah estaría feliz de verla así.

MinJi pareció percatarse de mi presencia, pues sonrió y agitó su mano en alto como forma de saludo y luego hizo una pequeña reverencia, haciendo segundos después una mueca. Sabía muy bien que ella era de Corea, así que entendía el choque cultural que sentía al no tener que hacer eso. Maggie había desaparecido un segundo y luego apareció con una pequeña flor en su manos, se la colocó a MinJi tras las orejas y esta sonrió con dulzura, comenzando a llenarla de besos.

Comencé a caminar hacia la puerta principal con algo de lentitud, no sabía por qué, pero no quería perderme ni un segundo la imagen que tenía frente a mí. El cabello castaño de MinJi se movía con el viento y la pequeña flor resaltaba entre su pequeña melena. Su sonrisa era de esas que te hacían querer sonreír con ella y era incapaz de apartar la mirada. Su semblante hoy era completamente lo contrario a como la miré el día que nos encontramos en la clínica, si bien siempre sonreía, pero podía notar a leguas su ansiedad y temor; su dolor.

—Señor Astley. Espero no le moleste que estemos jugando afuera —había llegado por fin a la puerta principal.

—Para nada. Hola, princesa —saludé a mi hija, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.

Nos quedamos viendo por unos segundos más, su suave cabello se pegaba a su rostro, haciendo que tuviera el impulso de apartarlo, el cual ignoraba y descartaba de inmediato, se pasó la mano por su cabello haciéndolo para atrás, dando una vista completa de su rostro, sus cejas eran de un color claro, no se sabían apreciar a simple vista; su nariz, ahora roja por el frío; sus mejillas levemente coloradas; sus ojos achinados, los cuales parecían desaparecer cada que sonreía; su sonrisa…su pequeño hoyuelo en la mejilla derecha; sus labios…

—Creo que deberíamos entrar, está haciendo un poco de frío —escuché a MinJi decir, mientras se mordía levemente el labio inferior—. ¿Señor Astley?

—Ah, claro —reaccioné, al fin.

¿Qué me pasaba?

Mmm, yo creo tener la respuesta a eso…

Entramos al fin a la casa y se sintió de inmediato el calor de esta. Al vernos llegar Eva se levantó del sofá y se dirigió a mí a darme un abrazo, el cual claramente, gustoso, rechacé.

—¡Matt!

Sonreí ante su reclamo y después la abracé como se debía, sonrió como una niña pequeña y pude percatarme que la señorita Yun nos estaba observando con una pequeña sonrisa en el rostro, tenía un semblante de admiración y dulzura, me pareció una imagen agradable.

—Oye, MinJi, ¿quieres quedarte a cenar? —soltó Eva de repente.

—No, no, yo ya me iba, lo siento.

—Pero…

—Debería quedarse y acompañarnos, MinJi —interrumpí a Eva, la cual volteó en mi dirección rápidamente y sonrió abiertamente.

—¡Sí! Hasta Matthew quiere que nos acompañes.

—Mmm, no sé…

—Después de cenar puedo irla a dejar a su casa, se que es algo tarde y sería peligroso que vaya sola —argumenté—. Acompáñenos, insisto.

Se mordió el labio inferior y asintió con algo de timidez, pude notar que cada vez que se sentía avergonzada o intimidada hacía ese gesto con el labio y cuando lo hacía, su pequeño hoyuelo se daba a relucir.

—Está bien —aceptó, al fin.

La cena estuvo en cuestión de minutos, la señora Wright se emocionó a saber que MinJi nos acompañaría, ya que solamente éramos ella, Maggie y yo, al momento de cenar me gustaba que la señora Wright comiera con nosotros pues ella era parte de la familia.

—Y MinJi, ¿qué hacías antes de venir acá? —cuestionó Eva, mientras comíamos.

—Era maestra de preescolar.

—Oh, así que te gustan los niños.

—Sí, son los seres más inocentes y preciosos que Dios creó —sonrió.



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 28.06.2025

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