Desde la noche anterior no había visto al señor Astley, la clase de pintura de Maggie estaba por terminar y este seguía sin aparecer. Miraba distraídamente el piano que estaba junto a las escaleras cuando una voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Le apetece una taza de café? —levantó las dos tazas de café que yacían en sus manos, ofreciéndome una de ellas.
—Claro.
—¿Le importa si me siento?
—No, está en su casa —sonreí, algo incómoda.
Dí un pequeño sorbo al café y esté viajó por todo mi cuerpo, dándome un sentimiento de calidad y sosiego.
—¿Está bien? —cuestionó, sorbiendo el contenido de su taza.
—Sí…bueno…no —me acomodé en el sofá para poder encararlo—. Yo realmente lamento haberle hecho pasar un mal momento ayer, se que intentaba ayudarme y yo simplemente lo alejé. Sinceramente, no me sentía cómoda compartiendo mis asuntos privados con mi jefe —reí—. Pero…le estoy muy agradecida, señor Astley, gracias por preocuparse y prometo que nada de esto afectará en mi trabajo con Maggie.
El señor Astley me miró con sus ojos abiertos a más no poder, su boca estaba ligeramente abierta también, demostraba algo así como sorpresa y confusión, no sabría identificarlo y luego se aclaró la garganta ruidosamente mientras asentía lentamente.
—Me refería al café. Sin embargo, es bueno saberlo, MinJi —sonrió, con cierta burla en su rostro, fue casi el mismo semblante juguetón que mostró en la clínica psicológica. Por otro lado, mis mejillas ardían de una manera increíble, podía imaginar lo roja que estaba, miré hacia todos lados tratando de evitar su mirada.
—Lo siento.
Levanté mi mirada y me encontré con sus ojos esmeralda que me miraban con diversión y una sonrisa pequeña se posaba en su rostro, mis ojos viajaron hasta sus labios y pude notar como los suyos hicieron lo mismo, luego ambos apartamos la mirada rápidamente
—¿Y bien?
—¿Eh?
—¿Me dirá que le pareció el café o no?
Nos miramos una vez más y al hacerlo nuestros labios se curvaron hacia arriba casi al mismo tiempo, para luego comenzar a llenar la habitación de risas y pequeñas carcajadas de parte de ambos.
—Está delicioso —dije como pude, pues no podía parar de reír. Había cierto ambiente de complicidad entre ambos.
—Me alegra saberlo.
—¡Muy bien , risitas! Con que ustedes fueron los que interrumpieron mi clase —Eva entrecerró los ojos y nos miró como si fuéramos los sospechosos de algún crimen atroz.
—Eva. Lo siento mucho —me disculpé, con algo de pena.
—Está bien, te perdono —me sonrió—. Pero a tí no —apuntó al señor Astley.
—No me interesa tu perdón.
Eva puso los ojos en blanco, ignorándolos
—¿Hoy también te quedas a cenar? —abrí mi boca sin saber que decir y lo único que hice fue ver al señor Astley, quien solo se encogió de hombros.
—Creo que con la cena de ayer fue suficiente —admití.
—Sí es por lo que dije ayer, lo siento mucho, no quería…
—No, Eva, tranquila. Eso es algo que pasó y no se puede negar. Pero me siento algo cansada y solo quiero llegar a casa a dormir. La próxima será.
—Bien —aceptó a regañadientes—. Pero deja que Matthew te vaya a dejar.
—No…
—Eva tiene razón. Déjeme que la acompañe hasta su casa —se levantó del sofá—. Vamos.
…
Estando en el coche, el viaje hasta casa fue silencioso, más no incómodo, ya estaba oscureciendo y las luces de los autos comenzaban a encenderse, las bocinas emitían un sonido fuerte y agudo, las calles se estaban llenando de coches pues era plena hora picó.
A lo lejos se comenzó a escuchar una suave melodía en las bocinas del auto, giré mi cabeza hacia esta para descifrar qué canción era y justo como lo deduje era una composición de piano. Sonreí un poco.
—¿Qué tipo de música le gusta? —cuestionó el señor Astley, rompiendo el silencio.
Lo pensé un poco.
—El jazz y la música clásica.
Vi como asintió con la cabeza lentamente y rió de lado, como si hubiera acertado a la pregunta más fácil de un examen final.
—Predecible.
—¿Disculpe?
Abrí mis ojos a más no poder, indignada.
—Después de como habló de la composición de Debussy me sorprendería que no le gustase lo clásico.
Me crucé de hombros aún indignada.
—Usted es igual de predecible como yo —refuté, a lo cuál él rió.
—-Apuesto a que no adivina cuál es mi género de música favorito —me retó.
—Sin duda la clásica —dije, cien por ciento segura de mi respuesta. El señor Astley se rió a carcajadas y negó rotundamente con la cabeza —¿No?
—¡No! —rió—. Es decir, me encanta la música clásica, pero no tanto como a usted.
—¿Y entonces…?