Una dosis de amor

XII

El mes de octubre llegaba a su fin, y eso significaba que noviembre estaba a la vuelta de la esquina. Tragué con dificultad. Este era el mes que menos soportaba. El dolor de haber perdido a mi bebé seguía vivo, resonando con cada día que pasaba, y era aún más intenso durante esos días de noviembre. Mi bebé se fue un 24 de noviembre de 2021. Durante todo este tiempo, asistí a un psicólogo, pero el sentimiento de culpa nunca me dejó. Esa sensación se mantenía latente, instalada en mi ser, y cuando intentaba pensar en él, todo terminaba en lágrimas.

Aparté las lágrimas de mi rostro con algo de cansancio. ¿Cuándo terminaría de sentirme así? En unas semanas se cumplirían 3 años de su muerte y yo seguía sin poder superarlo. Creí que lo había hecho, de verdad creí estar bien, pero el recuerdo está presente, el dolor, la soledad que llegué a sentir.

Pero… últimamente, ese dolor ha comenzado a disiparse. Desde que empecé a trabajar en la mansión de los Astley, apenas tengo tiempo de revivir lo mal que la pasé. Cada vez que mi mente intenta aferrarse al pasado, lo único que veo es la radiante sonrisa de Maggie, su cabello danzando al viento cuando corre, sus pequeños dedos deslizándose con gracia sobre el piano, la delicadeza con la que se mueve en sus clases de ballet, la ternura en su mirada cuando sonríe a su padre. Me he sentido tan en casa que ni siquiera he tenido espacio para pensar en lo que pudo haber sido mi hogar. Es como si viera a mi bebé reflejada en Maggie. No sé si eso sea bueno, pero sí sé que, por primera vez en mucho tiempo, me hace sentir en paz.

La mano de Sarah, mi psicóloga, se posó en mi hombro y dio un suave apretón a este y ese simple gesto hizo que al fin rompiera en llanto. Mi pequeña o pequeño se fue, y que, tal vez no era el momento adecuado, tal vez Dios tenía predispuesto para mí algo mejor.

—Eres una persona valiente, MinJi. Gracias por contármelo —aseguró esta, con una pequeña sonrisa en su rostro. Me acercó los pañuelos para que pudiera limpiarme. Sus gestos y expresiones se mostraban sinceros, realmente me entendía.

—Es…algo difícil, ¿sabe? —seguía llorando—. Pero de alguna manera me siento libre.

—El solo hecho de poder contarlo, MinJi, es señal de que puedes superarlo, con ayuda lo harás. Y Maggie, el señor Astley y Eva te están haciendo un bien como no tienes idea. Lo estás haciendo increíble, cariño —me acarició el hombro.

—¿Pero cree que está mal que me refugie de alguna manera en Maggie?

Sarah me miró con ternura y tomó un momento antes de responder.

—No creo que esté mal en sí mismo, pero sí creo que es importante que te preguntes por qué lo haces. Maggie te da luz, te da paz, y eso es hermoso, pero no puede ser tu refugio para evitar enfrentar tu dolor. El duelo no desaparece solo porque encontramos algo que lo haga más llevadero… sigue ahí, esperando ser procesado —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. No quiero que un día te des cuenta de que no has sanado, solo has puesto una venda sobre la herida. Ama a Maggie, disfruta su compañía, pero asegúrate de que lo haces por ella y no porque necesitas llenar un vacío que aún duele.

—Sé que tiene razón… —murmuré, dejando escapar un suspiro—. Pero a veces me da miedo enfrentar el dolor. Me gusta cómo me siento cuando estoy con Maggie, es como si por un momento todo estuviera bien, como si pudiera volver a ser feliz sin ese peso en el pecho —me mordí el labio, insegura, antes de añadir en voz más baja—: No quiero perder eso. No quiero volver a sentirme vacía. ¿Y si enfrentar el dolor solo lo hace peor?

—Enfrentar el dolor no lo hace peor, MinJi… lo hace real. Y sé que eso asusta, porque significa aceptar la pérdida, significa soltar. Pero el dolor que ignoramos no desaparece, solo se esconde, esperando el momento para volver a salir —tomó mi mano con delicadeza—. No te estoy diciendo que dejes de sentirte bien con Maggie, ni que fuerces tu proceso. Solo quiero que seas honesta contigo misma. No se trata de perder lo que sientes con ella, sino de asegurarte de que lo construyes desde el amor y no desde el miedo a tu propio dolor. Además…no estás sola.

Lo dijo de una manera tan dulce que me fue imposible no creerlo. Sarah era sin duda alguien sabia y honesta.

Suspiré, antes de decir lo que diría a continuación…

—Creo que estoy lista —sonreí, una pequeña lágrima de felicidad se posó en mi mejilla—.

—¿Lista para que? —preguntó ella con voz suave, animándome a responder.

—Para soltar.



#3638 en Novela romántica
#1301 en Otros
#404 en Humor

En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 28.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.