Salí de la clínica psicológica con algo de alivio, la sesión de hoy había estado bastante confortante, no creí llegar a sentirme así. Caminé por las calles hasta llegar a la parada del autobús, se estaba haciendo algo tarde y lo único que quería era llegar a casa, ver una película y quedarme dormida. Me estiré el cuello y sentí que este tronó cuando me sobresalté por la bocina de un coche, miré hacia este con cara de querer asesinarlo cuando el conductor bajó la ventanilla y pude divisar al señor Astley que me miraba divertido desde adentro.
—¡¿Quiere que la lleve?!
—¡Su casa queda en dirección contraria a la mía! —tuve que alzar la voz, pués las muy silenciosas calles de Londres me impedían hablar con normalidad.
—No importa. Yo la llevo, súbase.
Me mordí el labio pensativa, pero después de un par de segundos cedí y me subí a su auto. Ya dentro del auto pude observar mi apariencia a través del espejo retrovisor, di un pequeño salto, pues mis ojos estaban hinchados y tenían la nariz levemente sonrojada, al igual que mis mejillas, llevé mis manos a estas instintivamente. ¡Qué vergüenza! Pude notar la mirada del señor Astley sobre mi, este me miraba con curiosidad, aparté el rostro a modo de que no me viera.
—¿Se hizo algo?
—¿Eh? —me encogí en el asiento.
—Se ve aún más linda hoy, como si brillara, incluso puedo sentirlo.
Claro, se ve hermosa con los ojos hinchados.
—Oh.
Esta vez pude atreverme a mirarlo a los ojos, ignorando el aspecto que tenía, mis mejillas se sonrojaron ante su comentario. Este me sonrió levemente y volvió su mirada hacia la carretera.
—En realidad… —comencé—. Vengo de la clínica de psicología —este no dijo nada, pero por el rabillo del ojo pude ver como asentía lentamente—. Y…se que me dijo que no tenía que darle explicaciones de nada, pero por alguna extraña y muy loca razón quiero dársela, es…simplemente me siento de verdad bien, ¿sabe? —lo miré, me acomodé en el asiento del copiloto a modo de poder quedar relativamente frente a él—. Al fin, después de 3 años puedo sentir que respiro y no es como que diga que con esa sesión estoy perfectamente estable y bien, pero me siento mejor de lo que alguna vez me sentí, y es una felicidad tan inmensa que no puedo no contárselo, porque sé que usted ha pasado por algo similar, ha perdido a alguien querido, tal vez no se mucho sobre eso, pero lo entiendo completamente —me aclaré la garganta—. Lo que quiero decir, es que, si yo puedo ser capaz de salir de esto, usted también, señor Astley, se que no lo demuestra mucho y trata de disimularlo, lo cual lo hace muy bien, pero se que tampoco está bien, puedo verlo en sus ojos. Pero, ¿sabe qué más veo? Que su amor por Maggie es mucho más grande que cualquier dolor que pueda sentir, y ese debe ser su motor de arranque.
El auto ya no seguía en marcha, este se había detenido, quien sabe hace cuantos minutos, lo único que sabía era que sincerarte con tu jefe era una de las mejores terapias que podrías tener y más si tu jefe se llamaba Matthew Astley. El señor Astley extendió su mano hacia mi, me sobresalté un poco cuando colocó su dedo pulgar en mi mejilla y fue entonces que me di cuenta que estaba llorando y este quitó una de las silenciosas lágrimas que habían caído por mi mejilla, tragué grueso, mi respiración también se había acelerado y mi ritmo cardíaco junto con esta. El señor Astley y yo habíamos construido una relación jefe-empleada algo extraña, pero absolutamente hermosa, era una clase de amistad profesional.
Me sonrió con dulzura.
Oww.
—Gracias.
—¿Por qué? —inquirí, confundida.
—Por estar bien, o al menos intentarlo, más no fingir.
Eso hizo que sonriera enormemente, tanto que tuve que morderme los labios para contenerla un poco. Miré por la ventana y descubrí que ya había llegado a casa, mire hacia esta y luego hacia el señor Astley, lo miré pensativa y esto pareció llamarle la atención, pués levantó sus dos cejas, expectante a lo que iba a decir.
—¿Quiere entrar a mi casa?
—Uh…
Sip, lo tomó por sorpresa.
—Quiero decir, si le gustaría pasar a tomar un café y hablar, o solo hablar, o solo el café, no sé…
—MinJi…
—...o tal vez no tiene que ser café, sino un té, o…
—Yun MinJi.
—Si, diga —me callé, al fin.
—Estoy deseando ese café junto con una amena charla y usted no para de hablar.
El calor adornó mi rostro.
Genial. Doble vergüenza.
—Bien —sonreí, más de lo que debí. ¿Por qué me emocionaba tanto?
Mmm, yo puedo decirte porqué…
Me bajé del coche y el señor Astley aparcó bien en el lugar antes de bajarse, al hacerlo me siguió hasta la puerta principal de la casa. Saqué las llaves de mi bolso y pude notar que mi mano estaba temblando, tanto así que dejé caer las llaves al suelo. El señor Astley me las recogió y me sonrió algo divertido por la situación, y de nuevo, me sonrojé.
A este momento, chica, terminarás como un tomate. ¡Relájate!