Matthew Astley
MinJi colocó la taza de café frente de mí, mientras yo terminaba de preparar los sandwiches y es que no había comida desde el desayuno y moría por comer algo. Nos sentamos uno frente al otro en la encimera de la cocina. La castaña soplaba el café para darle un pequeño sorbo, al hacerlo, cerró sus ojos y sus cejas se arrugaron un poco, dando a entender que el café estaba exquisito y lo estaba disfrutando. Luego abrió los ojos y me miró, estos le brillaban al sonreír, MinJi siempre sonreía, siempre me sonreía.
—¿Siempre le ha gustado el café? —pregunté, algo divertido. Esta asintió emocionada.
—Sí, ¿sabe por qué? —negué—. ¿Sabe qué es el amor? El amor es una taza de café —sonrió, colocó su taza de café en la encimera y me miró con sus muy característicos ojos brillantes—. Es un abrazo caliente en los días fríos y un despertar en los momentos de cansancio. Porque a veces es fuerte y otras, dulce, pero siempre deja su rastro en el alma. Porque su aroma queda impregnado en la memoria, como los momentos que no queremos olvidar. Porque puede quemar si no se toma con cuidado, pero también reconforta cuando se bebe en el momento justo. Y porque, al final del día… siempre hay alguien con quien compartirlo —se encogió de hombros—. Esa podría ser mi pequeña explicación. Y…también porque es delicioso.
MinJi siempre sabía que decir, eso me gustaba de ella, siempre me dejaba descolado con cada cosa que se le ocurría, era un alma pura y libre, pero a la vez contaminada con las calamidades de la vida y cautiva ante sus propios pensamientos, pero sin duda, siempre tenía las palabras correctas, no obstante, tenía las incorrectas cuando se trataba de ella.
—Hannah odiaba el café.
—¿Su esposa?
Simplemente asentí, despacio, ni siquiera sabía porque lo había mencionado. No las estaba comparando, no debía hacerlo. Solo…quise expresarlo y ya.
—¿Puedo preguntar qué pasó con ella? Nunca habla de ella. Nadie lo hace —lo dijo, casi en un susurro, temerosa de decir algo incorrecto. Sonreí ante eso, es cierto, nadie se atreve a hablar de Hannah.
—Hannah murió cuando Maggie nació —tomé un pequeño sorbo de café antes de dejarlo en la encimera y mirarla, atento a sus expresiones. Se mantenía serena, no mostraba ni una pizca de lástima o tristeza, solo serenidad—. Hannah fue mi novia desde el instituto, era el amor de mi vida y cuando murió sentí que mi mundo se acabó, simplemente no podía vivir con ello, entré en una severa depresión, me negaba a aceptarlo, fui al psicólogo durante meses, me daban el alta y volvía a recaer. Estuve en ese constante vaivén…hasta hace poco, no se realmente que pasó, pero he comenzado a mejorar verdaderamente —dije, pensativo—. Por eso nadie habla de Hannah, todos viven con el temor de que vuelva a recaer si la mencionan. Me alejé de mi madre, de mi hermana, e incluso de mi hija. Quien cuidaba a Maggie era mi hermana, por eso Maggie la quiere tanto. Yo me hice cargo de ella hasta hace un año aproximadamente —eso pareció llamarle mucho la atención, porque levantó un poco sus cejas y luego asintió, comprensiva.
—Ha sido un hombre muy valiente, a pesar de haber pasado por tanto, puedo decir que es un gran hombre, señor Astley —me sonrió—. Estoy muy orgullosa de usted.
Sentí como mis ojos comenzaron a aguarse y mi garganta se secó, mi labio inferior comenzó a temblar y un pequeño sollozo salió de mi garganta sin avisar. MinJi se levantó de su silla y me envolvió con sus delgados y cortos brazos, quedando los dos, al fin, a la misma altura. Mis manos se dirigieron rápidamente hacia su cintura y la atraje aún más hacia mi, a ella no pareció molestarle, pues simplemente me abrazó con más fuerza, dejando que sacara todo lo que llevaba por dentro.
—Lo has hecho muy bien, Matthew —soltó, cerca de mi oído, con la voz más dulce que pude escuchar jamás. Mi cuerpo temblaba ante cada sollozo que emitía, MinJi simplemente dejaba que me aferrara a su cuerpo, en respuesta me acariciaba el cabello. No tenía la menor idea de lo que estaba pasando o si lo que estábamos haciendo era correcto, simplemente sabía que me sentía bien al estar con ella, tenerla tan cerca solamente confirmaba que era un deleite su presencia. Cada sonrisa, cada mirada, cada saludo, cada suspiro, cada parte de ella estaba presente en mi día a día y el solo pensarla me hacía sentir afortunado, me hacía sentir feliz.
La separé un poco de mí, la miré, de la forma en la que un hombre no debería mirar a la niñera de su hija, mis manos permanecían en su cintura y sin darme cuenta comencé a acariciarla, despacio, casi perceptible. Mi mirada se dirigió hacia sus manos, siguiendo cada movimiento, las llevó hacia mi rostro y quitó las lágrimas de mis mejillas con suavidad y calma, mientras me sonreía, dulcemente, tanto que sentía que mi corazón iba a derretirse y hacerse agua en ese momento. No entendía qué me pasaba. No entendía porque la seguía tocando. No entendía porque miraba en ocasiones sus labios. No entendía porque al estar con ella mi corazón latía a mil por segundo. No entendía porque me reía de sus chistes. No entendía porque me hacía sonreír diariamente con solo pensar en ella.
No entendía porque tenía unas inmensas ganas de besarla.
Sin poder evitarlo, con el corazón latiendo como si se fuera a salir de mi pecho, con la respiración pesada, con las manos sudorosas, con el cuerpo tembloroso, llevé una de mis manos hacia su rostro, envolviéndola entre su mejilla y su cuello, MinJi cerró sus ojos y dirigió su rostro en dirección a mi mano, como si buscara mi contacto. La miré a los ojos cuando esta abrió los suyos, dejé una interrogante en el aire, buscando una respuesta inexistente, desesperado, la castaña asintió levemente. Y solo eso fue necesario para que me acercara a su rostro y juntara lentamente nuestros labios. Dando solo un pequeño beso al inicio, pero luego comenzar a mover nuestros labios en una pequeña danza suave y delicada de ballet, donde nos dejábamos envolver por la música y solo quedábamos ella y yo en el mundo, capaces de disfrutar cada nota, cada acorde de la melodía. Sintiendo cada pequeño detalle del otro, de repente sentí algo salado entre mis labios, mis lágrimas deben seguir cayendo sin que me de cuenta. MinJi se separó de mí antes de dar un último beso y me di cuenta que las lágrimas que sentí eran las de ella.