Una dosis de amor

XV

Yun MinJi

—¿Estás segura que irás? —me preguntó Juli, desde mi cama, mientras comía unas frituras—. Puedo decirle que estás enferma.

Me retoqué un poco más el maquillaje antes de verla a través del espejo.

—No, Juli, le prometí que iría.

—No se lo prometiste, solo dijiste que irías —la miré con una ceja levantada—. Bien, bien, no me mires así.

Hace dos semanas le dije al señor Astley que lo acompañaría al aniversario de la empresa de su padre, y pues… había llegado el día. No creí que, para cuando llegara, estaríamos en esta situación tan extraña. Apenas habían pasado dos días desde lo ocurrido. Casi no lo había visto en ese tiempo; creo que él me estaba evitando… o tal vez era yo. No lo tenía claro.

—Creo que tienes razón, mejor no debería ir. Será extraño.

—No, Mini, todo saldrá bien. Debes ir…y hablar con él.

—Juli…

—No, MinJi, debes superarlo, ¿bien? Ambos son adultos y deben hablar de lo que pasó…lo que seguirá después.

—No seguirá nada —puse mala cara, quitando polvo inexistente de mi vestido.

—No lo sabemos todavía.

—Créeme, Juli, lo sé —la expresión salió de mi garganta como si quemara, como si doliera. ¿Por qué dolía? Solo había sido un tonto beso, un tonto y mágico beso, pero tonto. No debió pasar eso.

—Bien, bien. Ya quita esa cara, arruinarás el maquillaje —me sonrió mi amiga—. Estás hermosa, Mini. Le encantarás.

—¡¿Tu crees?! —dije, con voz soñadora, luego me recompuse—. Quiero decir…no me interesa gustarle.

Me di una última mirada fugaz en el espejo, revisando que todo estuviera en su lugar y se mirara bien. Juli me había hecho un bello maquillaje, donde mezcló el negro y el café de una manera asombrosa, resaltando mis ojos y mis labios iban pintados de un color café y un poco de gloss. Mi vestido negro desembocaba desde mis hombros, dejando mi clavícula al descubierto y descendía por todo mi cuerpo, asentuándose a este hasta terminar justo por encima de los tobillos. Tenía una abertura que se abría desde mi pierna izquierda, y completaba el conjunto con unos preciosos tacones que Juli me había prestado. Estaba verdaderamente hermosa. Esperaba que a Matthew le gustara…quiero decir, no, no necesito gustarle. ¿Por qué querría gustarle? Solo es el padre de la pequeña que cuido, no es nada importante, además…

Sí, sí. Puedes engañarte a tí misma después. Ahora, apresúrate o se te hará tarde.

Bajé las escaleras y me dirigí rápidamente a la sala de estar, para meter lo necesario en mi pequeño bolso de mano. Le estaba avisando a Matthew que me mandara la dirección del lugar, tenía pensado llamar un taxi y llegar por mi cuenta, no quería hacer las cosas más incómodas de lo que ya estaban. El timbre sonó y Juli asomó la cabeza por la cocina, diciendo que iría ella. Terminé de guardar mi telpefono en mi bolso, cuando una imagen de absoluta perfección se hizo presente, el señor Astley entró por la puerta principal, portando un bello y, estoy segura que, carísimo esmoquin color negro, el cual llevaba alrededor de su cuello una corbata colo café, a tono tanto con mi vestido, como con mi maquillaje, ante la idea de ir combinado me sonrojé.

Juli nos miraba a ambos sonriente, mientras se mordía los labios, no pude evitar lanzarle una mirada de reproche, necesitaba una explicación de que hacía el señor Astley aquí y la muy cínica, solo se encogió de hombros y antes de salir, soltó:

—Uy, miren la hora —fingió un bostezo, mientras miraba su, inexistente, reloj en su muñeca—. Creo que ya debería ir a la cama. En fin, pasenlo bien.

Y sin más, nos dejó a los dos solos en la sala de estar. Cerré los ojos con fuerza, sin saber que hacer, esperando esa incomodidad que venía evadiendo durante días, pero nunca llegó, no había nada tenso entre los dos, era más bien algo íntimo, complicidad.

Miré está vez a los ojos a Matthew, este me miraba de una manera tan intensa que no sabía describir, sus ojos no podían verse más hermosos. Sus labios se curvaron hacia arriba, mostrando una pequeña sonrisa, casi tímida. No pude evitar levantar la ceja en forma de burla hacia él, haciendo que soltara una profunda carcajada. No habíamos dicho absolútamente nada y ya nos estábamos riendo. ¿Cómo era eso posible?

El amor, querida…

—Estás hermosa —dijo, al fin, luego puso una expresión algo torpe—. Disculpe, puedo tutearla, ¿no? —reí ante eso y asentí.

—Tú estás muy guapo, también —no pude evitar decir, mi rostro se calentó a más no poder.

—Así que…vamos a juego, ¿eh? —inquirió, juguetón. Volví a reír.

—Sí.

—Te ves aún más preciosa cuando sonríes, Mini, no dejes de hacerlo por nadie —se acercó a mí y mi respiración se entrecortó, sentía como si el corazón se me fuese a salir del cuerpo. Levantó su mano y la llevó hacia mí, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja—. ¿Ya te dije lo bella que te ves? No tienes idea lo mucho que me muero por besarte —tragué grueso. Yo igual.

—Matthew… —susurré.

—Lo sé, lo sé —me acarició la mejilla con el pulgar—. ¿Nos vamos, Mini?



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 28.06.2025

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