— Quiero que te comportes y no te pongas con tus ridiculeces.
— Sí señora.
— Y espero que converses con los invitados y no te quedes sentada en una esquina.
— Sí señora.
— Arréglate como se debe. La última vez el vestido tenía una mancha. Procura revisarlo— Ordenó.
— Sí señoras.
— Y quiero que por favor….
Y Deje de escucharla. Estaba cansada de sus repeticiones y sus órdenes. De alguna manera me hacía sentir mal con una simple oración.
Una vez terminó, se dio la vuelta, contoneando sus anchas caderas en su ajustado vestido y salió de la sala. Me senté con una pierna cruzada en los asientos, esperando que la reunión familiar de hoy se acabará nada más un parpadeo, por qué no tenía la paciencia y las energías suficientes para aguantar a tanta gente y su hipocresía mal disimulada.
Cuando me sentí demaciado sofocada, camine hasta el patio de atrás por un poco de aire. El otoño ya estaba terminando, así que podría volver a esa comoda etapa en la que no hay problema usar ropa holgada y abrigos, en vez de vestidos extremadamente ajustados y mucho maquillaje.
Oh, cuánto odio esas cosas.
¿Cuando podría ser libre?
— Disculpe, señorita— Escuche una voz tímida dirigirse a mi. Me di la vuelta, viendo a la señora encargada de la limpieza de la casa, con sus manos enfrente de ella y el cabello recogido en dos trensas— ¿Esta bien? La veo muy deprimida.
— Estoy bien, no pasa nada.
— Bueno, yo… quería pedirle algo.
— Dime.
Ella guardó silencio. Incluso pude ver cómo limpiaba sus manos en el delatan.
— Yo quería pedirle trabajo para mi hijo. Es que… el necesita reunir dinero para pagar su universidad y pensé que aquí podría hacer algo— Farfullo.
— Está bien, tráelo.
Ella me miró con confusión.
— ¿Pasa algo malo?— Pregunté.
— Pensé que usted pondría algo más de problema…
— No, no lo haré. Puede hacer algo de jardinería. El último jardinero se retiró por la vejez, así que hace falta uno o esto se volverá un selva.
Ella me sonrió y asintió, para dejarme sola a ir a hacer su trabajo.
Mire el cielo, el cual estaba comenzando a ponerse de un color grisáceo. Tal vez vendría alguna tormenta.
— Adeline— Escuchar la voz de mamá me hizo volver a la realidad— Ya es hora, ve y cambiate.
— Sí, señora.
Camine hasta mi habitación, me di una ducha larga en la que deje que todo el estrés se fuera con el agua, me puse ese largo vestido ajustado que no me había gustado, pero que según mi mamá, me quedaba hermoso y me lo tendría que poner sí o sí. Me maquillaron y peinaron, para después salir a la sala a recibir a los invitados como la hija perfecta, estudiosa, obediente e inteligente, con una sonrisa cálida y un semblante tranquilo. Caminando como una señorita.
Todos en la familia me miraban con algo de fascinación, con una sonrisa en sus rostros. Algunas eran sinceras y las otras más falsas no podían ser. Otros me decían cumplidos muy lindos y otros por obligación.
Así es esta familia.
Llegue hasta donde mi madre, la cual me miraba con algo que no podía distinguir, se dio la vuelta y levantó la copa en su mano, diciendo unas cuantas palabras que… la verdad no transmitían nada.
— Quiero agradecerles a todos aquí, acompañándome a celebrar ella cumpleaños número dieciocho de mi hija Adeline...— Dijo con "orgullo" Mientras levantaba su copa, haciendo que el vino en ella se moviera. Todos la imitaron.
Mire hacia otro lado, buscando una mirada que me hiciera sentir algo segura, pero no había ninguna. No tenía contacto con ninguno de los que estaban ahí. Mis primos solamente venían de vez en cuando cada vez que mi madre los llamaba para tomarse las fotos de alguna revista, mis tías cada vez que querían hablar con mi madre, " Reuniones de señoras" simplemente pasaban de mi, y sus maridos…bueno, son sus maridos, no tengo por qué hablar con ellos y tampoco con las mujeres de los hombres de la familia.
Esta vida es una mentira.
La reunión pasó como de costumbre, siendo más aburrida que nunca.
Una vez acabó, fui hasta mi habitación y me senté en el techo. Admire las estrellas que brillaban con fuerza esa noche. Nunca había visto a algo así de hermoso.
Ojalá pudiera ser como las estrellas. Solamente son ellas y todo el mundo las ama.
*****
Al día siguiente en la universidad, estaba en la cafetería con mis amigas. Ellas hablaban de cualquier cosa, mientras yo solamente me limitaba a tomarme mi jugo de mora.
— ...Y me lo folle tantas veces que creo que ahora estoy embarazada— Comentó Camile.
— ¿¡Que!?— Grité de repente, escuchándola.
— ¿Ves como no estás prestando atención? Estás en tu mundo, Adeline. Siempre estás en tu mundo, mirando el suelo con ojos vacíos y sin sentimientos. Me preocupas, deberías de ir a un Psicólogo.
— No tengo depresión ni nada por el estilo sí es eso lo que te preocupa.
— ¡Pero siempre estás triste! Le pierdes el sentido a las cosas, nunca tienes apetito, te la pasas encerrada en casa— Contó con sus dedos Lina— Creo que ni siquiera nos quiero.
— Por supuesto que las quiero, pero ahora no estoy de ánimos para nada.
— Nunca estás de ánimos para nada— Se quejó Lina— Todo esto es culpa de tu madre. Con todo respeto, pero es demasiado controladora con tu vida, ¿No has pensado en enfrentarla?
— Ya lo hice y me amenazó con dejarme sin herencia. Ella cree que estamos en el siglo XIX. Incluso está buscándome novio por qué quiere subir su estatus— Le di un sorbo a mi bebida— No se a que se refiera con eso.
— Yo digo que va a terminar consumiendote si no haces algo pronto. Nosotras no podemos meternos en eso, pero tú sí puedes hacer algo. Ella está tratando de vivir su vida a través de la tuya.
Me mordí el labio, pensando en lo que debía hacer.
**********
Cuando llegó la noche, me quedé en la sala leyendo un libro cualquiera. Mañana tendría que ir a la universidad y habría un examen importante, así que prefería estudiar lo que más pudiera.