Una esposa para el Ceo

2. El diablo hecho persona.

Era difícil para mí asumir que las cosas no salen como yo quería en especial cuando tenía toda mi vida planificada. En mi mente todo estaba puntillosamente detallado, momento por momento.

En ella había construido un futuro al lado de Harry, en el cual viviríamos en una hermosa casa en los suburbios, lejos de su ostentoso y frívolo vecindario pero no por eso nuestro hogar sería menos glamoroso o lujoso. Tendríamos todas las comodidades que fuesen necesarias, sin embargo no abusaríamos del poder que traía consigo ser parte de una de las familias más ricas del país.

Él solía decir que había sido yo la que se había encargado de demostrarle lo buena que podía ser la vida y  que no hacían falta viajes en yates o jet privados para disfrutarla.

Según él había conseguido mostrarle que uno podía ser feliz con muy poco y por ello estaría por siempre agradecido conmigo. Solía agregar también que dedicaría sus días a demostrarme su gratitud haciéndome la chica más dichosa de este planeta y a pesar de lo que muchos podían llegar a pensar o suponer, más allá de comentarios del tipo de "las promesas se las lleva el viento, yo sabía que lo decía de verdad. Él nunca me mentía era incapaz de hacerlo.

No obstante ese maldito accidente puso nuestro mundo patas para arriba, y desequilibró todo. Ahora mis horas estaban distribuidas entre visitas al hospital, el trabajo y el resto de ellas las dedicaba a caminar de un lado al otro por la sala del apartamento que habíamos rentado.

Quizás se pregunten porque rentábamos uno cuando con todo el dinero que él tenía en su cuenta bancaria podríamos comprar el edificio entero, pues como dije antes, estaba cansado su status y quería probar una cosa diferente. Bien al no haber nacido en una cuna de oro, yo se le podía ofrecer esa experiencia "transformadora y sanadora" como Harry solía llamarle.

Lo  que era algo triste era pensar que desde hacía varios meses ya este lugar carecía de todo tipo de magia y que poco a poco al igual que yo, se iba apagando al sentir la ausencia de la única persona que hacía que las cosas fuesen mejores.

Y lo que es peor es que debería tener problemas para conciliar el sueño porque tenía problemas  para planificar mí luna de miel no porque no hallaba la posición adecuada para quedarme dormida en el incómodo sofá del cuarto de hospital donde él estaba internado.

Supongo que debía mantenerme positiva y no actuar como una niña malagradecida con los médicos sobretodo porque tras una larga y dura batalla con el director habían conseguido que durante tres días de la semana yo pudiese pasar la noche aquí.

Y si ya se lo que piensan, ¿por qué con todas las comodidades que su familia tiene no lo llevan a su casa y contratan doctores particulares o porque ellos no me ayudaban a cuidarlo? Déjenme decirles algo, al principio yo también estaba molesta con ellos aunque luego comprendí que no era fácil para ellos estar pasando por eso, después de todo se trataba de la vida de su único hijo, y esto podía ser difícil de soportar para ambos, y que me dejaran a cargo a mí de esta situación hablaba de cuanto me apreciaban y cuanto confiaban en mí, con eso dando vueltas dentro de mí cabeza, mí enojo hacia ellos disminuyó a casi cero.

Claro que había algunos días que eran más difíciles que otros pero no podía permitir que estos me tirarán abajo, ni a mí ni mí esperanza. Ni siquiera los comentarios de los médicos que se ocupaban de él lo harían.

Aquel lunes por la mañana la puerta se abrió y Dayril se asomó por ella.

—Buen día, colibrí— me saludo con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

Tal vez para cualquier otra persona este apodo era empalagoso, tonto o infantil, no para mí. Para mí esto era como una caricia al alma, en especial ahora que no tenía a nadie más que me llamara así. Lo cierto es que ella comenzó a hacerlo porque yo le había confesado que Harry me llamaba de esa manera porque de acuerdo a él yo era como esas pequeñas aves llenas de colores, que revoloteaban por el aire y se hacían notar en cuanto entraban en una habitación trayendo alegría y calma  a todos los que se encontraran en ella.

—Buen día, enfermera Nancy— bromee haciendo alusión al sobrenombre que le había puesto uno de sus pacientes más antiguos, el cual había muerto hace poco y al cual ella recordaba con mucho cariño.

— ¿Cómo hemos amanecido hoy?— pregunto ingresando a la habitación sin esperar a ser invitada a hacerlo.

—Podría mentirte y decirte que he pasado la mejor noche de mí vida, que nunca antes había descansado tan bien y que la gente que lo hacía en camas king size en un hotel en Las Bahamas posiblemente debería envidiarme, sin embargo eso sería una pésima mentira y en honor a él— mire por el rabillo de mí ojo a Harry quien descansaba plácidamente en su cama—Jure no decir ninguna así que no, he pasado un noche terrible, no he podido dormir como corresponde y tengo un dolor punzante aquí— lleve mí mano a mí cuello para intentar masajearlo—Asumo que se debe a mí mala postura—hice una pausa— Deberían considerar instalar aquí una especie de spa para los familiares que vienen a acompañar a los pacientes, ¿sabes? No es una mala idea.

Ella dejo salir de su boca una especie de carcajada silenciosa, siendo consciente de que en este nosocomio no se podía hacer demasiado ruido, no al menos en este piso, el cual era donde se encontraban los casos más complicados.

—No es malo tu planteo, la verdad que no, es más creo que más de uno estaría contento con ello, bueno no todos, ya conoces a Bryson, para él este lugar es un condenado santuario y no puede ser modificado así este cayendo a pedazos. "Es la herencia de mí padre y se mantendrá de esta manera hasta el día que muera"— inútil su voz y volvió a reír— Aunque si tú lo quieres puedo llevarte cuando quieras a uno, tengo la impresión de que te vendría bastante bien— me observo de arriba abajo.

Negué.




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