Una esposa para el Ceo

3. Secretos de familia.


 

Créanme que ni la persona más desagradable del mundo, ni siquiera aquella que disfrutaba de abusar del poder que tenía podía equipararse o compararse con Maxximus. Su nivel de maldad excedía la de cualquier villano de película, y a esta altura había llegado a la conclusión de que su comportamiento podía estar teñido por ciertos aspectos de sociópata.

Si no, no había otra manera de explicar porque se comportaba de aquella manera. De hecho podía imaginármelo, sentado en su silla frente a su escritorio, jugando con esas bolitas de metal que iban de un lado al otro cuando las golpeabas y riéndose de mí al imaginarme vestida con este ridículo disfraz.

De seguro si Hayley me viera, no tardaría ni dos segundos en burlarse de mí, pero eso no es lo que más me dolería, si llegase a pasar, lo que me molestaría sería ver la expresión en el rostro de mis padres si me los llegaba a cruzar y me vieran con esto puesto, cosa que era posible que sucediera dado que ellos vivían frente al parque al que me habían ordenado , por lo que tenía que ser sumamente cautelosa y rogar que ellos estuviesen de viaje esa semana para no tener que enfrentarlos. Lamentablemente si eso pasaba y nuestros caminos se topaban, lo primero que dirían sería: ¿Para que gastamos tanto dinero en tu educación? ¿Para qué circules por las calles vestida de chocolate? ¿Quieres decirnos cómo ocurrió esto y que significa?

Juro que si lo supiera se los diría, sin embargo mí mente aún estaba algo mareada por mí conversación con Bryson, la factura del hospital y la amenaza que Max había hecho para que hiciera lo que él quería sin rechistar y no podía pensar con claridad.

¿Quiero decir cómo se podía? Era algo imposible y ningún ser humano debería cargar con tanta responsabilidad como la que cargaba yo en estos instantes.

No obstante no le daría el gusto al bastardo de mí jefe, de permitirle a la gente de mí edificio me vieran salir de aquí con este atuendo tan especial, no señor. Me cambiaría en uno de los baños químicos que se encuentran en el parque, arriesgándome a lo que  hacer eso conllevaba.

Tomé las cosas, metí la ropa en una bolsa negra y salí del apartamento, dejando a un costado las invitaciones a nuestra boda, y el recibo del hospital.

Al pasar por uno de los cuadros que colgaban en nuestra pared, el cual enmarcaba una fotografía de los dos, pose una mano sobre su rostro y con mis dedos delinee su sonrisa suavemente.

—Saldremos de esta, mi amor. Te prometo que haré todo lo posible para que así sea. Cuando menos lo esperes estarás de vuelta en casa conmigo y seremos muy, muy felices— hice una pausa y parpadee para alejar las lágrimas en mis ojos— Estoy ansiosa por comenzar mí vida junto a ti— murmure, sintiendo un agudo pinchazo en mí pecho— Ojalá tu pienses igual— añadí antes de apagar las luces y salir de allí.

🍗🍗🍗

 Tengo que confesar que de haber sabido que intentar cambiarme de ropa en un espacio tan limitado sería un dolor de cabeza probablemente me habría arriesgado a ser vista por mis vecinos.

El olor aquí dentro era nauseabundo y tenía que hacer equilibrio para tapar mí nariz con una mano mientras metía el resto de mí cuerpo en el traje con la otra que me había quedado libres. Hay que agregar que estaba haciendo todo lo que estaba en mí alcance para no acabar metiendo mí pie dentro del inodoro, eso sin dudas sería la frutilla del postre para coronar un día terrible que aún no comenzaba.

Tras 15 angustiantes minutos en los que me tuve que recordar a mí misma que no debería vomitar porque no tenía otro cambio de ropa, pude salir de ese baño al asfixiante exterior. Y quizás se pregunten cómo podía ser peor estar fuera que dentro de ese armatoste, pues bien, les explicaré, a pesar de que era una época casi invernal, una en la que el otoño empezaba a despedirse, hoy era un día inusualmente caluroso y no era para nada favorecedor tener encima 2 kilos de gomaespuma.

Por supuesto que Maxx sabía de esto y no había elegido esta mañana al azar aunque si le consultaban el probablemente diría que lo había hecho porque era el Día de Acción de Gracias y muchas personas estarían circulando en la calle, por lo que ver a alguien sosteniendo una bandeja con chocolate gratis, las atraería y conseguiríamos potenciales clientes que querrían comprar nuestro producto.

—Es todo cuestión de marketing, querida. Hazlo por el bien de la empresa— solía afirmar cada vez que me mostraba en contra de las decisiones que tomaba.

Menee mí cabeza y me protegí de los incinerantes rayos del sol que chocaban contra mí cara.

A lo lejos pude ver cómo Liam se acercaba corriendo hacia mí, tras recibir mí mensaje anunciándole que había llegado aquí, sosteniendo una bandeja con una tira a cada lado y la cual adivino debería colgar alrededor de mí cuello.

—Veo que cuando se trata de cumplir con las órdenes del jefe, tu no dudas ni un segundo en hacerlo— masculle.

Él apartó su mirada y la fijo en sus zapatos cafés desgastados.

—Ojala hubieses actuado de la misma forma cuando Harry te pedía que hicieras algo— agregué sin ocultar la rabia que sentía debido a esa diferencia en sus actuar con uno y con otro.

—Sí, bueno— me entregó la bandeja— Él no era ni la mitad de atemorizante que Maxximus y sé que si le desobedezco él hará todo lo que pueda para arruinar mí vida.

—Wow, nunca te tome por un gallina o un canalla— respondí dando un paso atrás.

Liam y Harry habían sido compañeros en la universidad y eran bastante unidos aunque no podía decir lo mismo en torno a mí, ya que debido a que como ellos venían de familias prestigiosas y pertenecían a una clase alta y yo no, tenía cierto recelo entorno a mis intenciones para con su amigo, lo que marcaba cierta distancia entre ambos, una que en más de una ocasión había creado discusiones en cenas o reuniones. Afortunadamente para él, en esos tiempos tenía a su "hermano" para cuidar su espalda pero ahora que él no estaba presente aquí, no había nada que me parara para destruirlo con mis palabras.




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