Una esposa para el Ceo

4. Lo que el jefe quiera.

De acuerdo esa sin dudas no era la manera en la que esperaba pasar mí Día de Acción de Gracias, y no es que tuviese demasiadas expectativas, tenerla era casi abusar de mí ciego optimismo, no obstante esto había salido peor de lo que había imaginado.

Y en cuanto mis ojos se abrieron a la mañana siguiente no podía dejar de recordar la conversación entre Maxximus y Edward en su estudio. Casi daba la impresión de que este último ya había asumido que su hijo no regresaría y que si lo hacía no sería el mismo de siempre, lo cual hizo que mí estómago se revolviera. Créanme cuando les digo que despertar con náuseas era una de las peores sensaciones en el universo, claro está a no ser que estuvieses embarazada, cosa que no sucedía conmigo y no esperaba que lo fuese dadas circunstancias. De hecho si así fuera, solo le sumaria más tragedia a todo este asunto y para ser sincera dudaba mucho poder tolerar más de eso.

Un leve cosquilleo me invadió al sentir unos bigotes recorrer mis piernas desnudas y baje mí cabeza hasta que mí vista se topó con unos ojos verdes y gigantes que me observaban con una orden expresa en  su mirada.

—Buenos días para ti también, Miskens— dije tomándola en mis brazos corriendo el riesgo de que sus garras se clavaran en mí piel— ¿Cómo has dormido? Seguro que mucho mejor que yo— la acurruque contra mí pecho— No creo que tengas muchos problemas que te dificulten la tarea de descansar.

Un tierno  "miau" fue toda la respuesta que obtuve de su parte.

—Lo siento mucho, mi dulce niña, no era mí plan dejarte por días aquí a tu merced, sola y sin nadie que te haga cariño—añadí acariciando su suave pelaje—Tampoco era el de tu papá—murmure— Tan solo la vida se metió en el camino y nos separó… Momentáneamente— me apresure a corregir, tal vez para convencerme más a mí misma que a ella— Te lo prometo, papá volverá a casa, cielo— agregué en un hilo de voz.

No tenía ni la más mínima idea de si estaba siendo honesta con ella, o si era una pequeña mentira blanca para disminuir la gravedad de todo esto. Lo cierto es que no tenía idea de si sería así, y tampoco sabía si Harry volvería a casa siendo el mismo hombre que era al entrar en este lugar el primer día que lo compramos.

Ese día en el que me tomo entre sus brazos para alzarme e ingresar así conmigo, porque según él había leído por ahí que esto era algo de "buena suerte". Bien funcionó por un tiempo, ya no más. 

Las cosas eran tan diferentes y difíciles ahora que casi dolía pensar en ello. Por lo menos tenía a Miskens a mí lado para pasar las frías noches y los  días aquí dentro.

— ¿Qué te parece si vamos a desayunar? Mamá tiene que volver al trabajo— refregó su cabeza contra mí cuello— Te serviré un enorme razón de leche bien fría y tus croquetas favoritas… para compensar el hecho de que no volveré aquí hasta pasada la tarde—susurre y no pude evitar sentirme culpable.

Su cola se movió en el aire y me dio a entender que estaba de acuerdo con mí propuesta. Y como no lo estaría, ella necesitaba solo eso para ser feliz, algo que a veces me hacía envidiarla y demasiado. Tras el accidente me había deseado poder cambiar lugares por ella así fuese por un día, pero luego comprendí que eso sería demasiado egoísta de mí parte. No era capaz de someterla a semejante sufrimiento.

—Considerare eso como un si—respondí y busque a tientas mis pantuflas para que juntas pudiéramos salir de la habitación—Hoy será un nuevo día, mi querida peluda. Y te juro que será mucho mejor que el de ayer. Trabajaré duro para que así lo sea.

Otro miau escapó de su hociquito en forma de triángulo, tan perfecto, tan rosado y está vez fue mucho más reconfortante de lo que podría haber esperado que fuese.

Era consciente de que si alguien estuviese viendo esta escena probablemente habría creído que me había vuelto loca, y que si continuaba de esta manera, probablemente me convertiría en la mujer de los gatos. ¿Y quieren que les diga que opinaba sobre eso?  No me importaba, porque desde que Harry había cambiado su lugar de residencia al hospital, Miskens era la única que me ayudaba a no perder la cordura, era mí salvadora, y esto sonaba extraño debido a que me gustaba pensar que quienes éramos nosotros la que la habíamos salvado tras rescatarla de ese callejón en la que la hallamos.

—Esta será una mañana de chicas— sentencie dejándola en el piso para poder servir su desayuno y consecuentemente luego hacer lo mismo con el mío—Espero que estés de humor para algo de pollo esta mañana— exclame moviendo el tarro donde guardaba su alimento en el aire— Porque eso es todo lo que hay, por hoy— añadí un poco avergonzada ante la falta de opciones que tenía para ofrecerle—Podrás acompañarlo con algo de leche— dije sacándola del refrigerador.

Su cuerpo dio un par de vueltas sobre la alfombra que le habíamos comprado en cuanto llego a casa para después echarse sobre sus cuatro patas para comenzar con su ritual de alimentación.

—Como me gustará ser como tú— afirme agachándome para tocarla una vez más — De verás lo digo. Envidio mucho la suerte que tienes.

Okay, puede que me haya vuelto un poco loca.

🐱🐱🐱

Con mí café ya hecho y un par de tostadas a mí lado me senté frente a mí laptop para poder ver qué ridículas actividades había preparado para mí Maxximus.

Considerando lo que había pasado ayer posiblemente ahora me pediría que inventara un rap para convencer a la gente que nuestros productos, o puede que quiera que vaya a burdeles para dar una performance en el caño de baile  mientras les arrojaba a esos desagradables hombres chocolates desde el escenario. Eso era algo que definitivamente me obligaría a hacer, solo para humillarme una vez más.

Mí móvil sonó a un costado y apreté el botón de desbloqueo para ver de qué se trataba.

Un mensaje de voz proveniente del innombrable había llegado a mí casilla.




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