Capítulo.
—¡Estoy harto de esto, Damien, o nos das un heredero, o se acabó! —exclamó mi padre. Estaba furioso, y es que la mentira que llevaba meses sosteniendo se cayó por culpa de un gran error, la estúpida e inútil de Catherine, no pudo mantener la boca cerrada y le contó todo a mi padre, yo la engañaba porque simplemente, no estaba dispuesto a casarme con ella, y menos llegar a tener un hijo con esa mujer, mis padres la trajeron de Rusia, según pertenecía a una noble familia, y aunque no estuve de acuerdo, tuve que cerrar el pico aceptando algo que me sonaba más a locura, ella no me conocía y yo menos a ella. Era como vivir en épocas antiguas.
Y es que mis padres eran personas extremadamente, conservadores ellos habían sido criados a la antigua y creían en esas cosas de dejar progenie para que el linaje familiar pudiera continuar, yo siempre pensé que eso era una completa estupidez y no estuve de acuerdo cuando hicieron casar a mi hermana con un sujeto desconocido, solo por ser llamado “de una noble familia" ese tipo no me generaba confianza, y la pobre Cinthia se puso muy triste al tener que mudarse con ese desconocido, sin embargo, como yo decía, nuestros progenitores tenían el control absoluto sobre mi vida y la de todos.
—Padre, me parece una total locura tener un hijo con ella, no la conozco bien —repliqué y se levantó de la silla que se hallaba detrás de su escritorio empujando con fuerza.
—Basta, yo no quiero saber nada de ti, arruinaste los planes que teníamos de casarte con Catherine, ella no soportó la idea de ser engañada y se irá a Rusia mañana mismo… —declaró fúrico y sentí ganas de reír, al fin me habría librado de esa mujer tan molesta—, Ahora yo te diré algo —inició en un tono amenazante señalándome con su dedo—, Sí, para final de mes, no has encontrado una candidata aceptable para casarte y tener un heredero, Damien Volkov, puedes comenzar a alistar tus maletas, porque serás enviado a Rusia en el portero avión y te quedarás para siempre en la granja a espigar trigo como un jornalero —advirtió y fue eso suficiente para aterrarme. Porque aunque no me importaba irme de regreso a mi país natal, lo que sí temía era ser tomado como prisionero y obviamente, a mi padre no le temblaría el pulso en hacer lo que estaba diciéndome.
—Padre, yo… —quise pedirle una oportunidad y señaló la puerta.
—Largo de aquí, no quiero ver tu rostro —me echó como perro y tuve que salir antes de que enviara a sus guardias para sacarme por la fuerza.
Avancé por los pasillos de la empresa pensando en un plan que me salvara de ese embrollo, ya que un mes no era suficiente tiempo para conseguir algo bueno, por eso al subirme al auto puse manos a la obra pidiendo ayuda a mi chófer, Frederic era mi más fiel confidente y mejor amigo, debido a que pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, yo salía de aquí para allá a fiestas y reuniones y quien me llevaba siempre era él.
Papá lo contrató meses atrás porque había prohibido, terminantemente, usar algunos de los coches que compró por el hecho de que en una salida choqué un automóvil valorado en 1 millón de dólares, al querer lucirme con una chica que cortejaba.
Las consecuencias fueron atroces para mí, y a pesar de no estar de acuerdo con la idea de tener chófer como si yo fuera un niño de 5 años, no me quedó de otra y de esa manera Frederic y yo nos volvimos cercanos, además de que ese idiota media como dos metros y si me metía en una pelea y había más de un sujeto, él salía al rescate de inmediato.
—Y bien, que pasó —preguntó él, empezando a conducir y puse mala cara.
—Catherine le contó todo, y ahora estoy acabado —gruñí de mala gana.
—Qué te dijo —cuestionó.
—Pues básicamente, tengo un estúpido mes para conseguir a una mujer que quiera casarse conmigo y tener un bebé, ¿No es maravilloso? —solté con ironía. Él amplió los ojos y pude verlo por el espejo retrovisor, sin embargo, luego frunció el ceño.
—Ya pensaste en algo —interpeló y encogí los hombros.
—No, por qué, tienes una idea —deseé saber, pero hubo un silencio corto que me generó intriga. Me enderecé y golpeé su asiento, entonces frenó, giró la cabeza para verme de frente y en una mueca de lado hizo ese gesto que siempre solía cuando una idea se le venía a la cabeza.
—Bueno… No sé, pero con la mala fama que tienes, ninguna mujer de la ciudad se casaría contigo —reconoció y torcí los ojos.
—¿Ese es tu plan, echarme en cara la poca popularidad que tengo con las mujeres?
—No, no —contestó —, Lo que digo, es que contrates una, ya que no puedes conseguirla con facilidad, paga dinero a una para que finja ante tus padres ser esa prometida perfecta que ellos desean —confesó al fin y su idea no sonaba tan mal, entonces me recosté al asiento meditando en ese plan.
—Oye, pensándolo bien, no suena tan descabellado, pero… Dónde podré conseguir una mujer que quiera fingir, o sea casarse y tener un hijo por dinero —interrogué y encogió los hombros.
—Yo solamente te doy la idea, ahora te toca a ti buscarla —se lavó las manos y puse mala cara. No obstante, me había dejado más de la mitad del plan elaborado, solamente necesitaba hallar esa persona dispuesta a crear una actuación digna de Hollywood ante mis padres.
—De verdad no conoces a nadie, digo tú tienes una vida normal —insistí y negó.
—No, pero intentaré ver quién puede ser una adecuada candidata, por otra parte, debes tomar en cuenta la importancia que tiene mencionarle a la mujer, que debe ser discreta, si abre la boca y lo menciona a alguien, estás acabado.
—Rayos, no es tan fácil como parece —insté molesto.