Una esposa para el Ceo

Todo es un desastre

Capítulo. 

 

—Oh, rayos, no, no, esto debe ser un chiste —me quejé viendo el estúpido tacón roto, se suponía que tenía 15 minutos para llegar a la entrevista de trabajo y todo se vería arruinado por ese ridículo accidente. ¿Y por qué? Nada más porque un cretino no miró el pase de peatones y avanzó en su auto a toda velocidad, estuve a pocos centímetros de ser atropellada y en ese retroceder, caí en la acera con el trasero para terminar con un tacón roto.

 

《 Detesto mi vida 》

 

Pensé exhausta. 

 

《 No puedes rendirte Arabela, debes ir 》

 

Me dije a mí misma, pero siendo honesta estaba sin ánimos, llevaba desempleada casi tres meses y mis ahorros se estaban terminando, todo el dinero que guardé para mi futuro estaba a punto de acabarse.

 

—No puedo rendirme sin antes intentarlo, quizás si le explico al hombre de la entrevista, me comprenda —murmuré poniéndome de pie, y otro accidente se aproximó, mi falda tipo lápiz se abrió hasta el muslo dejando ver más de la cuenta, abrí los ojos concentrándome en la brecha y proferí una maldición por lo bajo apretando el puño, no obstante me mantuve erguida y quité mi chaqueta para atarla alrededor de la cintura, levanté el dedo esperando que un taxi pudiera detenerse y por fortuna así ocurrió. 

 

Le indiqué al chófer el nombre y dirección de la empresa, rogando al cielo que pudieran entender mi situación y obtener el empleo para pagar las cuentas porque también tenía atrasado el pago del piso y si dejaba transcurrir más tiempo, seguro el dueño me echaba del departamento. 

Llegué al lugar y antes de bajarme respiré hondo rogando tener suerte, después de pagarle al señor del taxi, avancé caminando para empujar una puerta de cristal y un hombre de traje me recibió. 

 

—Buenos días, disculpe, estoy aquí para una entrevista —expresé con la mejor sonrisa que tenía tratando de ignorar que el sujeto me veía de pies a cabeza notando mis fachas. 

 

—Ah, comprendo. Eh, sabe, las entrevistas se terminaron por hoy, pero… —iba a decir esa palabra que siempre repetían cuando querían deshacerse de mí.

 

—¡No! —exclamé señalándolo con mi dedo y el hombre abrió sus ojos con asombro—, No le voy a permitir decir esa palabra —repetí al borde del colapso. 

 

—Señorita, pero…

 

—Dije que no, desde luego no fui casi atropellada, perdí un tacón de mi zapato y rompí mi falda accidentalmente, para que usted me diga: Venga mañana —solté enojada y él negó. 

 

—Le iba a decir que si quiere puedo hablar con el jefe para hacer la entrevista, solo ha llegado 3 minutos de retraso, no hay problema —explicó y sentí ganas de sumergirme en la tierra, estaba tan avergonzada por haber explotado con el amable hombre, que únicamente asentí. Bien, espere aquí, ya vuelvo —me pidió y mientras aguardaba vi el reloj en mi muñeca y luego a los lados, estaba muy estresada por haber tenido que pasar tantos obstáculos para llegar a tiempo. 

 

 

Minutos después el sujeto salió y me pidió poder pasar, sentí un gran alivio de que me recibieran, que olvidé todo el mar de problemas por los cuales atravesé, entré a la oficina y un hombre bien vestido con evidente sobrepeso, se hallaba detrás de un escritorio, instantáneamente, sus ojos se fueron a mi muslo y por instinto puse mi mano.

 

—Buenos días, señorita, es un placer recibirla —dijo con amabilidad y le dediqué un gesto agradable para entrar en confianza. Puede tomar asiento —agregó señalando una silla frente a su escritorio. Yo le obedecí y aunque estaba nerviosa, traté de no demostrarlo, para que el hombre se diera cuenta de que yo podía ser profesional.

 

—El placer es mío, mi nombre es Arabela Villén —extendí mi mano para poder estrechar la suya. 

 

—Bruno Samuels, soy el dueño de esta pequeña empresa y me gustaría saber que tanta experiencia tiene como secretaria —cuestionó y entonces saqué mi currículo de la bolsa para entregarlo en sus manos al tiempo que contestaba su pregunta. 

 

 

—Bueno, realmente he trabajado solo en dos cafeterías, y un supermercado como administradora —fui honesta y miró por encima de la hoja cuando se la entregué. 

 

—Oh, vaya, estudió artes escénicas —musitó desganado y ya sabía por dónde iba la cosa.

 

—Oiga, pero realmente puedo aprender muy rápido, tengo una buena retentiva y…

 

—Señorita Villén —empezó regresándome el currículo—, De verdad aprecio que se haya tomado la molestia en venir, pero por ahora no buscamos aprendices, necesito alguien capacitado para este trabajo y usted... Bueno —no pudo terminar la frase.

 

—Sí, ya sé, no soy lo que están buscando —hablé por él sintiendo como el peso de la tristeza recaía sobre mí —. Agradezco su tiempo, señor Bruno —añadí poniéndome de pie y salí de la oficina con los ánimos por el suelo, ya no tenía ganas ni siquiera de caminar, tomé otro taxi de regreso a casa y bajé en el edificio. 

 

Subí por el ascensor totalmente destruida para ir a mi departamento, y al avanzar por el pasillo encontrándome de frente en mi puerta, hallé otra mala noticia, un pedazo de papel notificando que debía desalojar el piso, por el hecho de que estaba muy retrasada con el pago. Quité el volante y abrí la puerta para adentrarme en la estancia, contemplé lo único que me mantenía a una línea de volverme indigente y no lo soporté más. Me deslicé con la espalda apoyada en la pared hasta caer al suelo para llorar, mi vida se volvió un caos desde que decidí estudiar artes escénicas, ni siquiera sabía por qué rayos me gradué de algo tan estúpido, pero al querer ser una actriz la idiotez me ganó. 

 

Seguí llorando por causa de la depresión y unos minutos después, alguien tocó el timbre. Entre en crisis porque pensé que se trataba del dueño y no tenía idea de lo que iba a hacer, sin embargo, me alivie al escuchar la voz de Frederic, mi vecino de piso.




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