NARRADOR OMNISCIENTE
(Diecinueve años atrás)
Dos personas iban caminando por los límites de un río, tranquilamente en paz. Hasta que ven algo a orillas del río, un pequeño cuerpo pálido.
– Lorenzo –le dice al muchacho–. Mira alla. Es una niña..
– ¡Oh por Dios! –corren hacia ella–. Dios mio... ¿Estará viva?
– Niña, cielo –dice preocupada y toca su brazos–. Está helada.
El muchacho toca el cuello de ella buscando pulso. Un débil latido dándole a entender que aun estaba viva. Cargándola en sus brazos y a toda velocidad la llevan a un hospital.
– ¿Donde...? –empieza a despertar.
– Hermosa... –la mujer se acerca a ella–. ¿Cómo te encuentras?
– ¿Donde estoy? –pregunta confundida–. ¿Que hago aquí?.
– Te ahogaste, bebé –acaricia su cabello–. ¿Cómo te llamas, cielo?.
– Yo... No lo sé –dice–. No sé cómo me llamo.
En ese momento una enfermera entra en la habitación junto al esposo de la mujer.
– Buenas tardes –dice la enfermera–. ¿Como te encuentras, hermosa?
– Bien, me duele un poco el cuello –dice tocando su herida.
– Pasará pronto, querida –se acerca a revisarle los ojos–. ¿Cómo te llamas, linda?
– Se llama Celeste –dice la mujer–. Celeste.
– ¿Así te llamas, linda? –le pregunta.
– Si, me llamo Celeste –afirma la niña.
La enfermera miro sospechosa a las personas, asiente y se va de la habitación. Lorenzo miraba a Anna su esposa.
– Se parece tanto a nuestra Celeste –le dice–. Vámonos con ella a Grecia.
– Anna... No podemos reemplazar a nuestra hija –dice mirándola.
– Pero podemos darle una vida a esta niña –toma sus manos–. Vámonos con ella. Quizás aquí no tenga a nadie.
Así él hombre viendo la mirada de su esposa, acepta. Tomando a la niña en sus manos, salieron del hospital para jamás volver a pisar España.
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• ACTUALIDAD•
ESPAÑA.
ALEXANDER
Volvemos al pueblo, lo cual amargo un poco a Celeste y sinceramente a mí también. Me había gustado quedarme un tiempo en Barcelona, la pasamos muy bien.
Nos dormimos muy temprano debido al largo viaje. Al despertar veo a Celeste frente al espejo, peina su largo y ondulado cabello negro azabache. Me levanto y rodeo su cintura con mis brazos.
– ¿Cómo es posible que estés cada día más hermosa? –apoyo mi mentón en su hombro–. ¿Puedes responderme?
– Yo me veo igual que siempre –me dice–. Eres tu el que me ve así.
– ¿Tengo la culpa? –pregunta–. Eres hermosa, de pies a cabeza.
Se gira hacia mí con una sonrisa radiante. Jamás pensé más allá del presente pero ahora veo un futuro a su lado, con una hija con su misma sonrisa.
Celeste baja a la cocina mientras yo me doy un baño. Me visto y entonces escucho el timbre de la casa.
– ¡YO VOY! –grita Eva.
Emiliano llego y me pidió que fuéramos a la oficina. Entramos y el me mira seriamente.
– Es ella, Alex –responde–. Es la hija supuestamente muerta de Magnus y Helena Aster.
– Una parte de mí siempre lo supo –digo soltando un suspiro–. ¿Que te llevo a averiguarlo?
– Hace años, el mismo día que la niña se ahogo –dice–. Una pareja encontró a una niña en la orilla del río
– Si. ¿Y que paso luego? –pregunto.
– Bueno esas personas eran sus "padres" –suspira–. La sacaron del hospital sin que nadie se diera cuenta y se la llevaron a Grecia.
– ¿Nadie se dio cuenta? –pregunto.
– Eso es lo que me confundió –me mira–. Alex alguien de adentro y con mucho poder tuvo que ayudarlos a salir del país sin que nadie de diera cuenta.
– Averiguaremos quien es esa persona –me siento–. Ahora hay que decirle a Celeste y los Aster la verdad.
Tomé el teléfono y llame a la mansión Aster.
☎️ << – ¿Hola? ¿Quien habla? – >>
☎️ << – ¿Adler?. Soy Alexander – >>
☎️ << – ¿Alex?. Que sorpresa. ¿Paso algo? – >>
☎️ << – Hay algo sumamente importante que debo decirte. A ti y a tu padre. ¿Pueden venir? – >>
☎️ << – Ammm... Claro, iremos enseguida. Pero... ¿Todo bien? – >>
☎️ << – Si, si. Pero vengan, por favor. – >>
Llego la hora, es momento que todos sepan la verdad, primero tiene que reencontrarse la familia.
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EVA
Para evitar que se complicaran en venir a abrir la puerta decidí ir yo. Me acerco a la puerta, la cual abro. Me quedo de piedra, los Aster. Mi mirada cae directamente de Magnus, sus ojos azules me miran fijamente.
– Bienvenidos –digo nerviosa–. Pasen...
– Muchas gracias, señorita Eva –dice Adler.
– Eva... La última vez que te vi eras... Una niña –dice Magnus–. Toda una mujer ahora.
– Gracias, señor Aster –digo sonrojada–. Es un gusto verlo de nuevo.
Escucho pasos detrás mío y veo a Alexander. Camina hacia nosotros.
– ¿Alex? –pregunta el señor Aster–. Pero cuanto has crecido, hijo.
– Señor Magnus –se acerca a él–. Ha pasado mucho tiempo.
– Demasiado diría yo –lo abraza–. Que bueno que estés aquí.
– ¿Eva...? –Celeste me llama–. ¿Quien llamo?
Celeste aparece en la entrada, limpiandose la harina de la ropa. Entonces nos mira.