Una extraña en Navidad

Capítulo 2

Alistair

 

 

— ¡Doctor! ¡Doctor!

 

— Celine, ¿qué sucede?

 

La enfermera se acercaba corriendo por el pasillo del hospital.

 

— La chica... la paciente desconocida, ha despertado.

 

— ¿En verdad? — Sonreí.

 

Días atrás habíamos recibido a una joven, muy bella, por cierto. Con una contusión importante, por la cual se encontraba en estado de inconsciencia. El golpe en sí no era de gravedad, por lo que era extraño que en tantos días no despertara.

 

— La veré ahora mismo.

 

— Ella está un poco confundida, pero se la notaba bien — comentaba la enfermera que correteaba junto a mí tratando de seguirme el paso.

 

— ¿Has contactado con su familia?

 

— Dijo no tener familia, solo mencionó que se llamaba Rebeca.

 

— ¿Y explicó por qué estaba desnuda en medio de la calle?

 

— No, ella no dijo nada.

 

— Quizá sea una demente.

 

Al entrar en la sala, la mujer se había envuelto en las sábanas y estaba sentada al borde de la cama. Su cabello castaño y largo ondeaba abundante hasta su cadera, cubriendo su delicada espalda. Me reprendí a mí mismo por haberla evaluado así, yo era un médico y debía guardar profesionalismo.

 

— No puede levantarse todavía — me apresuré a decir, llegando rápidamente hasta ella.

 

Ella se giró hacia mí y sus ojos verdes me sorprendieron, tenía una mirada profunda e inteligente.

 

— Me siento bien, puedo irme — aseveró.

 

— No. Yo soy el médico y decidiré si está lista o no para irse. Además, si no tiene familia, los servicios sociales deberán ocuparse de usted.

 

— ¿Servicios sociales? — Repitió como si no entendiera.

 

— Permítame presentarme. Soy el Doctor Bennet y quisiera revisarla.

 

Ella observó el entorno y luego volvió su mirada hacia mí y a la enfermera con desconfianza.

 

— No creo que sea necesario — la chica apretaba con fuerzas las sábanas contra su pecho.

 

— El doctor debe revisarla — expresó Celine acercándose a ella.

 

— Está bien, enfermera — la detuve. — Le haré unas preguntas — dije a la paciente.

 

— De acuerdo.

 

— ¿Me puede decir su nombre?

 

— Rebeca... Brown — respondió.

 

— ¿Tiene familia?

 

Me senté en la cama para estar a su altura, pero lo bastante alejado como para no tocarla.

 

— No lo sé, no puedo recordar — ella se llevó una mano a la frente.

 

— ¿Me puede decir por qué apareció desnuda en medio de la calle?

 

— No recuerdo — volvió a decir y esto me hizo pensar que tal vez estaba en una especie de shock, puesto que no habíamos encontrado nada anatómico que pudiera causarlo, intuí que debía tratarse de algo psicológico.

 

— ¿Qué es lo último que recuerda? — Continué indagando.

 

Ella guardó silencio un momento.

 

— Recuerdo... que nos perseguían...

 

— ¿A usted y a quién más?

 

— No sé... igual podría ser un sueño... no estoy segura.

 

Ella pareció estremecerse.

 

— ¿Y recuerda quiénes eran los perseguidores?

 

— No… es como un sueño, son solo imágenes difusas.

 

— ¿Me permite su mano para comprobar su pulso? — Extendí mi mano hacia ella y, Rebeca, tímidamente, la tomó.

 

De a poco me permitió comprobar sus signos vitales, y de tanto en tanto me veía reparando en sus hermosos ojos o sus labios sensuales, lo que provocaba alteraciones esporádicas a mi ritmo cardíaco. Pero me obligué a guardar la compostura.




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