Una familia para navidad

Llamada urgente

Tres semanas para navidad.

Violet

El sonido de mis tacones chocando contra el suelo resuenan en el solitario pasillo que me lleva a las enormes puertas de vidrio. Avanzo cada vez más rápido luego de la llamada que acabo de recibir de la profesora del preescolar.

—La necesito urgente aquí —Dijo. 

Solté los papeles de mis manos, y abandoné mi puesto de trabajo con el permiso de mi jefa.

Abrocho los botones de mi costoso abrigo y envuelvo mi cuello en una bufanda. 

No lo entiendo, mi pequeña Emilia no da problemas, ella es una niña sociable, cariñosa y generosa. Es mi pedacito de cielo, aquel que he atesorado y cuidado con mucho amor luego que el malnacido de su padre nos abandonó el día que le mostré las dos líneas azules del test de embarazo. Fue por cigarrillos y ya nunca más volvió.

Mi corazón late tan rápido como un tambor, sea lo que sea que haya sucedido lo sabré en cuanto llegue a la escuela. 

El guardia atento a mis pasos, empuja la puerta con una cálida sonrisa en su rostro. 

—Hasta mañana señorita Violet. 

—Hasta luego Charlie, que tengas un buen día. 

Apresuro mi caminata hasta llegar a mi mini Cooper, lo echo andar y parto a toda velocidad. 

No quiero pensar mal, pero ¿Tanto le costó a la profesora decirme de qué se trataba el asunto?. Nooo, su respuesta fué:

Es algo muy delicado que se debe tratar en persona. 

Bufo, y adelanto por la pista rápida. 

Unos minutos después estaciono en el espacio designado para los apoderados. Tomo mi pequeño bolso, y salgo del automóvil. 

Corro por el asfalto y subo la escalera. Ya en el pasillo admiro el mural de los recuerdos, decorado por los hermosos dibujos de los más pequeños. 

Emilia Johnson. 5 años. 

En su dibujo se aprecia la figura de tres personas tomadas de las manos, una mujer a la derecha, un hombre a la izquierda, y en el centro una niña de cabello rubio y ojos verdes, tal cual como ella. 

Sé a lo que se refiere, pero no puedo darle lo que quiere, no cuando los hombres me han demostrado ser unos desalmados, e infieles, y no es que no haya intentado tener una relación. En estos cinco años he tenido una que otra conquista —a los que mi hija no ha conocido—sin embargo, han tenido un desenlace desastroso. Además, una madre soltera no es un buen partido, pues todo mi tiempo, energía y amor se enfoca al cien por cien en ella. Mi pequeña Emilia. 

Continuo mi camino hasta su aula, la veo a través de la ventana, sonriendo y conversando con sus compañeros, es tan hermosa mi niñita. La maestra apenas me ve se dirige a mi.

—Buenos días.

—Buenas, dígame, ¿Dónde debo ir? 

—Siga este pasillo, luego doble y a su derecha encontrará a la profesora encargada en la oficina de reuniones —señaló. 

Asiento, sostengo la asa de mi cartera y camino. 

Un minuto más tarde golpeo la puerta de madera y a los segundos esta es abierta por la mujer. 

—Bienvenida señorita Johnson. Por favor siéntese —me indica.

Le sonrío y paso a sentarme a una elegante poltrona de terciopelo en turquesa. Sencillamente divino. 

Volteo mi rostro, y a mi lado veo a Henry Jones, ¿Qué hace él aquí? ¿Mi hija tuvo algún conflicto con su pequeño?, él también me mira y sonríe. De haber sido otra apoderada de seguro hubiese caído rendida a sus pies. Pero no, a mí no me lama ni un poquito la atención, a excepción de la heterocromía de sus ojos. 

 

Mi mirada de confusión no pasa por alto ya que la maestra de inmediato se sienta y comienza a hablar:

—Los he citado aquí por algo puntual. Cómo saben estamos cercanos a la festividad más importante. Dónde se fomenta a los niños valores como el amor, la unión, la generosidad y la gratitud. Junto mi colega el día de ayer, les pedimos a los pequeños que nos dieran a conocer su deseo de navidad. Gran parte, por no decir todos, desearon juguetes —la maestra guarda silencio y observa a Henry y luego a mí, suspira y dice —. Sus hijos desearon algo que, francamente a mi, me rompió el corazón. 

Mi entrecejo se arruga, y mi cuerpo se inclina hacia adelante para oír con mayor claridad.

—Su hija señorita Johnson, deseo un padre. Y su hijo señor Jones, deseo una madre. 

—¡¿Es esa la urgencia?! —exclama Henry levantándose de su asiento. 

La mujer no se inmuta, al contrario, lo mira con reproche—. Por favor siéntese, no he terminado. 

A regañadientes el hombre se sienta y acaricia el puente de su nariz. 

—En tres semanas será la obra de navidad, sé que dijimos que ustedes podían actuar únicamente con sus hijos, pero, dado estos acontecimientos, hemos tomado la decisión de que se unirán, harán grupo y presentarán la obra como si fuesen una verdadera familia. 

—!Noo!, espere !¿Qué?! —pregunto atónita. 

—Así como lo oye, tienen tres semanas para presentar la obra. 

—Maestra, con mi hijo teníamos todo planeado, esto es inaudito.

—Nosotras también, no podemos simplemente cambiar a última hora—añado.

La profesora se acomoda los lentes y luego se cruza de brazos —. No se los estoy pidiendo como un favor, es un requisito para participar en el concurso. 

Ahora la que se levanta soy yo —. Eso no es justo, ¿Qué le voy a decir a mi hija? 

—La totalidad de los alumnos actuarán con sus padres, ¿Cómo cree que se sentirá Emilia al ver que está sin padre, o Daniel al ver que está sin mamá?. Por favor piensen en los niños. 

No puedo refutar, tiene razón, no lo había pensado. Sé que entiende que no tiene un padre, pero es muy diferente ver a sus compañeros acompañados por mamá y papá, y ella no. No quiero imaginar lo que sentirá su corazoncito. 

Miro a Henry y este me devuelve el vistazo con una mueca de disgusto. 

—Está bien, acepto, pero solo por mi hijo. 

—Yo igual acepto. 




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