Una familia para navidad

Capítulo 6

El primer rayo de luz se colaba tímidamente por entre las cortinas. La chimenea chisporroteaba aún con el calor de la noche anterior, y sobre el sofá, dos figuras dormían abrazadas como si el universo entero se hubiese detenido solo para ellos.

Pero la paz duró poco.

Unos pasos veloces bajaron las escaleras, acompañados del golpeteo alegre de calcetines contra la madera y de una risa ahogada que no logró contenerse.

—¡Daniel, Daniel, míralos! —susurró Emilia, aunque su emoción no le permitió mantenerse en ese volumen—. ¡Míralos, están abrazados! ¡Ahora sí son novios! ¡Se amaaan!

—¡Sííííí! —gritó Daniel, dando pequeños saltitos mientras aplaudía con fuerza—. ¡Papá tiene novia! ¡Papá tiene novia!

Violet y Henry abrieron los ojos al mismo tiempo, sacudidos por el sonido de los gritos... y por el cálido y embarazoso descubrimiento de su posición.

Violet, completamente ruborizada, intentó incorporarse de inmediato, pero Henry ya la tenía bien envuelta entre sus brazos, pegada a su cuerpo como si el sueño les hubiera jugado una dulce broma.

—Buenos días, bella durmiente —murmuró él con una sonrisa, y sus labios peligrosamente cerca de su mejilla.

—Eres un mentiroso —farfulló ella, entre avergonzada y divertida, mientras intentaba apartarse.

—Jamás te mentiría —dijo Henry con voz grave, mirándola con intensidad—. Y no tendría por qué… estás bellísima.

Violet parpadeó. Su corazón comenzó a golpearle el pecho como si hubiese olvidado cómo comportarse.

Y en ese momento, él se inclinó y le depositó un beso en la frente.

Un gesto pequeño, cargado de algo tan íntimo, tan cálido, tan inesperadamente tierno, que a Violet se le escapó el aliento.

—¡Se besaron! ¡Lo vi! —gritó la niña dando vueltas como si fuese una bailarina de cascanueces—. ¡Lo vi, lo vi! ¡Ahora sí que somos una familia de verdad!

—¡Y vamos a tener una mamá que huele a galletas! —añadió Daniel, corriendo a abrazar a Violet.

Ella se quedó sin palabras. El corazón le latía tan rápido que sentía que podía escucharse desde fuera. Cuando miró a Henry, él solo sonrió con serenidad.

—Voy a preparar el desayuno —anunció, poniéndose de pie sin soltarse aún de ella—. Hoy tú no haces nada. Aunque… debo advertirte que no soy el mejor cocinero.

—¿Y vas a arriesgarte así, en víspera de Navidad? —dijo ella, todavía incrédula, mientras lo veía caminar hacia la cocina.

—Por ti, haría cualquier locura —respondió, sin mirar atrás.

La rubia se llevó una mano al pecho. Porque ahí, justo ahí, el amor comenzaba a brotar como una chispa suave que se encendía con cada gesto, con cada palabra… con cada nueva ilusión.

Los pequeños se acurrucaron a su lado, como si esa mañana el sofá fuese el lugar más seguro y mágico del mundo.

—¿Podemos ver otra película navideña? —preguntó Emilia con una sonrisa pícara.

—¡Sí, pero que no sea la de los fantasmas! —pidió Daniel cubriéndose los ojos.

—Está bien —dijo Violet con una sonrisa—. ¿Qué les parece una historia con renos… y una mamá Noel que hace galletas mágicas?

Los niños gritaron un “¡sí!” al unísono, y mientras la pantalla se iluminaba una vez más con luces y villancicos, desde la cocina llegaba el sonido de Henry peleando con el sartén… y el olor ligeramente dudoso de algo que intentaba ser desayuno.

Ella no podía dejar de sonreír. Porque ahí, en ese rincón lleno de risas, de ruido y de caos encantador… la Navidad comenzaba a sentirse real, y por primera vez en mucho tiempo, su corazón también.

Veinte minutos más tarde, desde el living, el olor a pan tostado —quizás un poco quemado— se mezclaba con el aroma del café recién hecho, y aunque todo era imperfecto, tenía ese sabor inconfundible a hogar.

Violet se dejó envolver por el momento, sentada en el sofá con Emilia sobre sus piernas y Daniel acurrucado a su lado. Ellos reían con la película, pero también con esa alegría infantil que solo aparece cuando el corazón se siente verdaderamente seguro.

Y ahí, escucharon el llamado.

—¡Desayuno listo! —gritó Henry desde la cocina con voz entusiasta—. ¡Pero vengan antes de que se me enfríe todo o se queme el pan otra vez!

Los niños salieron corriendo, y Violet los siguió más despacio, con el corazón latiendo en un ritmo cálido, envolvente… como si todo a su alrededor se hubiera llenado de una luz más suave.

La escena que la recibió fue tan enternecedora que le costó no llorar.

Henry había puesto la mesa con esfuerzo visible: servilletas dobladas a mano—aunque ninguna igual a la otra—, cuatro tazones con chocolate caliente—algunos un poco desbordados—, pan tostado, uno claramente más oscuro que el resto, fruta picada en forma de arbolito de Navidad y, al centro, una vela encendida que olía a vainilla y canela.

—No sé cocinar como tú —dijo él al verla entrar, rascándose la nuca con una mezcla de nervios y orgullo—. Pero hice mi mejor intento. Incluso usé tu receta de chocolate caliente… aunque creo que puse el doble de azúcar.

Ella sonrió, sintiendo cómo su pecho se llenaba de una ternura difícil de explicar.

—Es perfecto —murmuró.

—¿De verdad? —preguntó.

La rubia asintió, con una sonrisa tan genuina que Henry sintió que podría quedarse a vivir en esa expresión para siempre.

Se sentaron todos alrededor de la mesa. Los pequeños reían entre sorbos y migas de pan, contaban historias imposibles sobre Papá Noel, y de vez en cuando se tomaban de las manos para cantar villancicos inventados. Era un caos dulce, alegre… y tan maravillosamente cálido.

Henry miró a Violet mientras ella reía por una anécdota de Emilia. La luz de la mañana le bañaba el rostro, y por un instante, todo lo que él había dado por perdido —la paz, el amor, la sensación de pertenecer a algo— se resumió en ese momento.

Y lo entendió.

Eso era lo que quería.

No los silencios de su casa vacía, no la soledad elegante de sus rutinas, no la frialdad del control absoluto, no. Lo que su alma anhelaba, lo que su corazón había estado esperando… era esto. Risas en la mañana, chocolate derramado en la mesa, pequeñas manos que cantaban sin ritmo y una mujer con olor a hogar que lo miraba como si él también pudiese ser parte de algo bueno.




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