CAPITULO 2: DE TODOS LOS CUENTOS.
La salida de la noche y el nacimiento del sol fueron repitiéndose todos los días, la resignada Vanessa convertida en manzanilla no hacía otra cosa más que del sol y de los nutrientes de la húmeda tierra. Entre suspiro sólo se limitaba a existir y esperar a que su ciclo de vida terminase para poder morir de nuevo con la esperanza de volver a nacer en un cuerpo humano.
—¿Qué te sucede?— pregunta la margarita más vieja del jardín,—¿Eh? Oh nada— vuelve a suspirar mirando las dos lunas del cielo estrellado.
—Nada señora margarita— la vieja margarita estudia en silencio las facciones de la pequeña manzanilla y devuelve su mirada al cielo
— La eh visto tantas veces—Uno de sus últimos blancos pétalos caen en el hombro de la pequeña flor de manzanilla — Sé que la estás pasando mal debido a las burlas de nuestras vecinas las rosas pero no te dejes que ellas te aflijan, han sido muy consentidas por los humanos. —
—¿Humanos? ¿Estás diciendo que existen los humanos en este mundo? —
—Así es pero tranquila en cuanto salga el sol les daré un buen sermón a esas engreídas— cerro sus hojas casi secas en puños.
—Ja, ja, ja, veo que eres muy fuerte a pesar de tu edad señora margarita, recuérdeme no hacerla enojar la próxima vez—
—Siempre tienes que hacerles frentes a cualquier circunstancia o terminaras siendo pisada— continuo hablando la anciana flor.
—Conociendo lo engreídas que son las rosas no me arrepiento de haber pisado las rosas del jardín de mi madre en mi niñez—
—¿No entiendo a qué refieres?— ladeo su cabeza a un lado— ¿qué es una madre?—
—Sí, bueno yo...— << ¿Cómo se lo explico sin sonar una loca?>> pensó rascándose el pétalo—
Vanessa al ver sus desgastados ojos brillar debido a la luz de las tres lunas, sonrió por primera vez en mucho tiempo, ni en sus más locos sueños pensó que estaría cara a cara hablando con otra flor. <<Tal vez mi mamá no estaba tan loca hablándole a las flores>> recordó aquellos días de su niñez en la que su madre se pasaba las mañana cantando canciones a las flores de su jardín.
—¿Crees en la vida después de la muerte?—
—¿Mmm?— desvía su atención del cielo—Ah eso… ¿ tú crees en eso? —
—Antes no creía en eso pero mírame estoy aquí— La margarita nota un dejo de nostalgia en las palabras de la joven, sonríe desviando su mirada en unos patitos que acaban de entrar al lago junto a su madre—
—¿Extrañas a alguien de tu vida pasada?— Vanessa se sorprendió ante su pregunta.
—¿Qué?, ¿Cómo?, ¿cómo es que lo sabes?— trago saliva al ver a la anciana margarita soltar una sonrisa.
—Esos jóvenes ojos me dicen que no eres de este mundo y se nota que aun eres un alma joven—
—Acaso tu...—
—Jovencita estos viejos ojos han visto y vivido lo suficiente...— de repente el último pétalo cae de su cabeza. — La vida es efímera pero no caigas en el temor mortal aunque fuera corta nuestras vidas, todos tenemos el tiempo suficiente para disfrutar de las bellas alegrías que la naturaleza nos proporcionara hasta el día de nuestro deceso, solo acéptalo y déjalo ir, despues de marchitarnos, volveremos nuevamente a nacer en otra forma de vida. — Enmudecida la joven manzanilla hizo una larga pausa mirando al suelo, tenia mucho de que pensar.
—No es fácil olvidar mi vida pasada...— dijo con pesadez— Extraño mucho a mis amigos y mi familia, además no entiendo por qué soy la única que recuerda su vida pasada y las otras flores no— lagrimas brotan escurriendose por los tallos.
—No lo sé, usualmente al nacer de nuevo olvidamos nuestros recuerdos pero tal vez los cielos se apiadaron de ti y querían que conservaras tuyos. — dijo tratando consolarla.
—¿Conservar? ¡Ja! —Bufo molesta— si tan generosos dices que ellos son, ¿por qué estoy aquí y no con mi familia?, simplemente estoy cansada de estar aquí plantada haciendo fotosíntesis durante todo el día —
—Querida no reniegues de tu destino, acepta lo que el cielo nos da—
—No aceptare nada de ellos, me dejaron morir en aquella carretera y me trajeron aquí, al menos creí que vería a mi madre pero ella no está en este mundo– se frota sus ojos llorosos.
—Pequeña—la rodea entre sus cálidas hojas. —No puedo entender por el sufrimiento que has pasado, lo único que puedo decir de consuelo es que atesores todos tus recuerdos de los que te amaron en tu otra vida y vivas al máximo en esta vida hasta que el cielo nos vuelva a tomar entre sus brazos.
—Gracias— Los ojos lagrimosos de la pequeña manzanilla ya no pudo más del cansancio y se quedó dormida en los cálidos abrazos de la anciana margarita.
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El brillo centellante del sol naciente despertaron a la pequeña flor, esta frotó sus ojos pero de repente sintió que algo manipulaba su cuerpo. Sus ojos se abrieron al ver un rostro masculino gigante frente a ella.
—¡Ahhh!— grito del susto al ver unas tijeras e intento alejarse pero recordó que sus pies están aferrados muy debajo de la tierra.—¡Ahh!— grito aún más fuerte al sentir entre sus hojas la cabeza cercenada de la anciana margarita.
—Es una lástima que se haya muerto— hablo el joven mientras cortaba y retiraba cuidadosamente a la anciana compañera de Vanessa que amaneció sin vida totalmente marchitada.
Con su tronco palpitando a todo trote la pequeña trata de tranquilizar poco a poco la voz errática de su cabeza, respira profundamente para luego dirigir su mirada al hombre misterioso que era cubierto por su capa dorada con un símbolo del sol.
—¿Que veo aquí? ¿Acaso eres tu mi ser amado?— dijo embobada al ver más de cerca el esbelto y musculoso cuerpo del joven que toma su tijera para podar con delicadeza las hojas secas. Pronto se percata que este no parece escucharla ni prestarle atención a su presencia, así que ni corta ni perezosa aprovecha para apreciar un poco más allá de la belleza que esconde debajo de esa misteriosa capucha, su ajustada camisa azul tenía un pronunciado escote en V que dejaba a la vista sus duros pechos y parte de sus pectorales musculosos al descubierto, el joven se agacha un poco más para continuar su labor y la pequeña flor no desaprovecho ese instante para mirar morbosamente un poco más abajo para ver el gran bulto que sobresalía entre su pantalón — Uy así luce el jardinero no me quiero imaginar al cómo se verá tu jefe y dueño de tus salarios— la joven excitada se relamió su lengua vegetal y continuó mirando con tal atrevimiento ni vergüenza alguna.