¡una historia que contarte!

Katerine Vander Hodson

Una mañana como cualquier otra, Katerine Fiore Donaldson despertó sintiendo el rugir de su estómago. Tenía hambre, mucha hambre.

Para ella era algo normal encontrarse en esa situación y no porque precisamente fuese glotona, como solía llamarla su madre, sino porque incluso con su corta edad de seis años era consciente de que no se alimentaba bien.

No se quejaba por ello, o al menos intentaba no hacerlo, pero su débil cuerpo con evidentes signos de desnutrición le dificultaba el hacerse cargo de las tareas cotidianas con precisión.

Al ser la mayor de 5 hermanos Katerine asumía la responsabilidad de su cuidado, también de las tareas del hogar y una que otra vez, la del hogar de sus vecinos, que siempre le otorgaban medio pan por la labor realizada y unas cuantas monedas.

Lo primero terminaba en la boca de su familia, menos en la de ella y lo segundo quedaba a disposición de su madre.

Solo una vez se atrevió a disponer del fruto de su juvenil trabajo y las cosas no terminaron bien. Pagó las consecuencias por ello. Su madre la azotó tan fuerte en la espalda que su piel se desgarró y al no tener los medicamentos necesarios al alcance la herida tardó en sanar, quedando mal curada.

De esa forma extremadamente dolorosa Katerine aprendió lo que implica ser “egoísta” y el significado de compartir.

Tuvo más lecciones como esas, por supuesto. Esa no fue la primera ni la última vez que recibió castigos en forma de aprendizaje por parte de su progenitora.

Según sus recuerdos, a partir de los 5 años Artemisa Donaldson, su madre, le enseñó a ser eficiente, responsable, sumisa, complaciente, a despertarse temprano, cocinar con pocos ingredientes, no hablar sin permiso, estudiar sin libros, respetar a la autoridad, seguir las reglas…, entre otras cosas que fueron forjando en ella una personalidad temerosa, reacia y reservada.

Si su padre sospechó de los maltratos que sufría a manos de su madre, nunca lo demostró, aunque estando tan enfermo y postrado en una cama, era casi un milagro que se percatara de ello.

Dudaba si debía decirle, no estaba segura de si él le creería.

No obstante su situación no era indiferente para otras personas, sus vecinos, aquellos para los que trabajaba, denunciaron el maltrato al que era sometida. Noticia que llegó a oídos de su madre, quien le propino una golpiza tan brutal que la dejó inconsciente.

Cuando despertó, lo primero en lo que se fijo era en que estaba sola. Sus padres habían desaparecido al igual que sus hermanos.

Y pese al sentimiento de abandono, Katerine experimento y disfrutó por primera vez la libertad. De forma momentanea.

Servicios sociales no se hizo esperar, la recogieron de ese terrible lugar que alguna vez llamo hogar y le prometieron que el sufrimiento ya había acabado, que ellos la iban a ayudar. Ella lo creyó, no tenia razones para dudar, pero termino siendo muchísimo peor la ayuda que la enfermedad.

Fue ingresada a un centro de bienestar, donde habían niños y jóvenes en situaciones iguales o peor a la suya, pero ahí en lugar de brindarles la ayuda y la protección que necesitaban, terminaron siendo victimas de más crueldad.

La única forma de escapar era estar en un hogar sustituto o siendo adoptada, y para su desgracia y la vez bendecida fortuna, termino a parar en un mal lugar de acogida, del cual fue rescatada por los que le dieron la oportunidad de tener una nueva vida, un nuevo apellido, unas hermosas hermanas, y sobre todo, un nuevo hogar.

A partir de ahí, dejo atrás su antigua vida. En el pasado quedo Katerine Fiore Donaldson porque nació Katerine Vander Hodson.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.