Una historia que no pudo ser

Palabras vanas

Intento concentrarme en hallar las palabras justas para derramar en otra absurda reflexión sin sentido.
Otra vez naufragando.
Me observo desde lejos,
ya incapaz de distinguir cualquier tipo de sentimiento.
Mi alma es acechada por un temporal que me resulta conocido.
Amargamente destinado a ser mío.
Como dos extremos que el destino unió.

La tormenta traicionera me sonríe con picardía tras tomarme inadvertida...
todavía no aprendo a escapar de ella.
Como un fantasma se presenta,
convirtiéndome en una presa fácil,
incapaz siquiera de reaccionar ante el terror.

Sin moverme, cada noche deambulo solitaria por los intrincados caminos que deparan los recuerdos...
Desfilan por las paredes oscuras los retratos de otros tiempos, caricias del ayer...
suaves a mi piel como la brisa del sol que apenas recuerdo.
Una multitud de rostros me sonríen,
prisioneros eternos del pasado.
Piden a gritos ser libres,
para dejar de ahogarse en lamentos estancados.

Conozco los ojos de mi enemigo.
Los vi hace mucho a través del espejo.
Estamos unidos por una pasada cadena,
que se pasea ruidosa por la conciencia,
a veces lejana,
a veces cercana,
saciándose de mi fortaleza,
vivo condenada a su inseparable presencia.




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