Una hora contigo

II Ojos Esmeraldas

Valquirico, Tlaxcala

5:33pm

«Ci troviamo (Nos encontramos) en Borgo Scopeto, una finca impresionante de la Toscana con vistas hacia la ciudad de Siena; una joya de sitio conocido por su arte y ciertas tradiciones. A mis espaldas se encuentran las onduladas colinas del Chianti acompañadas del campanario de la catedral y la bella torre Mangia. Este lugar ha sido creado exclusivamente para que una boda sea indimenticabile (inolvidable), mágica».

—Ah, si tan solo pudiera pisar Borgo Scopeto una sola vez en la vida, sería la más dichosa entre todas las escritoras—digo cerrando mi libro ¨Una lettera, una sola¨ narrado por Clara Venturelli—. La verdad es que no se me ocurrió mejor lugar que La Toscana para celebrar la boda entre Marco y Abril. Hmm, quien quita y alguna vez alguien se interese en producir la trilogía y el sueño se vuelva realidad—salgo del auto y me estiro lo más que puedo.

Ahora mismo me encuentro en la provincia de Tlaxcala, a una hora y media de la ciudad. La curiosidad y los mensajes de algunas lectoras me trajeron hasta aquí con el fin de comprobar si Val Quirico se siente realmente como estar en un pedacito de la famosa Toscana. Según el buscador, su nombre se debe a Valle de Quirico, un pueblo italiano de la Toscana que venera a San Quirico.

—Bueno, no será la gran cosa, pero el parecido con las calles y casas de La Toscana sí que me dan la sensación de estar por unos cuantos segundos en Italia y no en México—observo el gran trabajo que hicieron convirtiendo la ex hacienda de Santa Águeda en un sitio tan turístico—. Andiamo per un gelato—camino hacia la entrada y escojo la desviación a la derecha para comenzar mi recorrido por las tiendas.

Por lo que leí en algunos sitios de internet, la idea de crear un pueblo que mezcla lo italiano con lo medieval, es hacer los sueños realidad de todo aquel que pise sus empedradas calles. ¿Qué tipo de sueños podría hacer realidad un sitio creado por el hombre en medio de la naturaleza?

—Si tuvieras la facultad de transformar cada uno de mis anhelos y pensamientos, creo que empezaríamos por aquel hombre del que escribí hace tanto tiempo—musito tocando las bonitas paredes de piedra rumbo a la plazuela Fundadores—. Italiano, de ojos esmeralda e inmenso corazón.

Creo que a estas alturas ya saben de quién hablo, ¿verdad? Si, del gran empresario Marco Pirone. Bello, romántico, y quizás hasta el hombre ideal para casarse y formar una familia, es por mucho una de las mejores creaciones que he tenido como escritora durante estos diez años. Mi hombre de ojos esmeralda nació una tarde de otoño entre una taza de café con avellana, una mini tablet y la inmensa ilusión de poder narrar una historia que me llevara a otro mundo, que me salvara de alguna que otra tristeza acechando a mi corazón y me hiciera recordar lo efímera que puede ser la vida a veces.

—Justo el gelato que necesito—sonrío yendo directo hacia la puerta azul de ‘El cielo’, una heladería repleta de sabores irresistibles de la que se habla muy bien en Instagram.

—Hola, bienvenida a El cielo de los sabores—dice una chica pelirroja detrás del mostrador—. ¿Qué puedo ofrecerte?

—Gracias eh… Andrea—digo fijándome en su plaquita dorada—. Me gustaría un helado cielo azul, por favor—le señalo el delicioso gelato turquesa detrás de la vitrina—. Es el de sabor chicle, ¿verdad?

—Podría decirse que sí, aunque tiende a tener cierto sabor a mora también—sonríe—. ¿Cono o vasito?

—Vasito, de favor.

—Perfecto—responde tomando uno de la pila del mostrador—. Viene con dos bolas y galleta, ¿está bien?

—Super bien—asiento buscando mi monedero—. ¿Cuánto sería?

—Cincuenta pesos. ¿Para tomar aquí o para llevar?

—Para tomarlo aquí.

—Entonces puedes sentarte en cualquiera de las mesitas de la terraza—señala la entrada con una ligera sonrisa—. En un momento te lo llevo.

—Te lo agradezco—sonrío de vuelta y le dejo el billete sobre el mostrador.

Camino de regreso a la entrada. Estamos en una época de muchísimo calor, pero le agradezco a El cielo por tener un lugar estratégico donde los rayos del sol jamás tocan las mesas y las brisas de aire fresco relajan a los turistas.

—Mira nada más qué coincidencia—sonrío escogiendo la mesa que está justo debajo de un frondoso árbol frente a la heladería—, las sillitas son de un verde esmeralda bien bonito.

Dicen por ahí que hace siete años comenzó la construcción de este sitio, un pueblo que se fundó con la idea de materializar el sueño de dos hombres locos que se atrevieron a ver en el futuro un lugar que no existía.

—No todos tienen la capacidad de ver donde no hay nada. Pero cuando uno trabaja sin perder el enfoque y posee hambre de sueños, todo es posible—digo para mí misma recordando mi trayectoria y todos los personajes que he creado hasta el momento.

—Mariana, ¡Mariana! —dice una chica sentada en la mesa de la esquina—¿Estás viendo lo mismo que yo?

—No inventes—susurra la otra escondiendo la cara en su cabello rizado—, es guapísimo. ¿Crees que sea un modelo?

—Son de esos hombres que te encuentras rara vez a la vuelta de la esquina. Oh, viene hacia aquí.




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