Una Llamada De Amor Para El Ceo

PARTE 01

 

—Hermanita, te veo muy contenta hoy y ese milagro. Seguro saldrás con tu noviecito ese. — Entrando en su habitación, mirando todo a su alrededor, con el mentón elevado, como menos preciando cada cosa que Natalia representaba.

 

—Nuria, no empieces y sal de mi habitación, por favor., no sé cuántas veces te lo tengo que repetir, no me gusta que entres aquí — Sentía la mirada burlona de su hermana menor sobre su espalda, pero lo que no se esperaba es que al salir esta cerrara la puerta con llave, Natalia no  creía lo que pasaba, corrió inútilmente a tratar de abrir la puerta, pero era imposible, mientras gritaba el nombre de aquella chiquilla que una vez más disfrutaba humillándola, ofendiéndola, burlándose de ella de la forma que sea.

 

Pensó en su adorado novio, no quería que la esperaba en vano. Así que tomó su desgastado teléfono.

 

—Baby, lo siento mucho, no llegaré a acudir a la cita, tuve inconvenientes.

 

—Está bien cariño, para otro día será, hablamos más tarde, voy a ver a mi tía Eloísa en un rato, quiero hablar con ella de algunas cosas de mi madre. —Ella sentía algo diferente en el hombre que desde hace un año supuestamente la amaba de manera incondicional, sin importar que ella no había podido entregarse a él como tantas veces había sugerido entre besos y caricias, pero es que para Natalia había ciertos hechos de su pasado que la marcaron a tal punto que su miedo era mayor a aquel amor que sentía por Rodrigo, su primer y único amor.

 

No sabía cuántas horas habían pasado, cuando de pronto la puerta se escuchó siendo abierta.

 

—¿Por qué no has preparado la cena? Esta no se hace sola, deja de estar de fodonga y muévete, sirve para algo.

 

—Si padre — Expresó Natalia, aun con el corazón temeroso del porqué la reacción tan vacía de su novio, jamás se había atrevido a comentarle las crueldades a las que era sometida por vergüenza.

 

Las horas pasaban y una espina se clavó en su pecho, lo que muchos llaman un mal presentimiento, de pronto sintió una corriente fría entrar por su espina dorsal, cuando la puerta de aquella casa se abrió de par en par su hermana menor entraba con una sonrisa tan grande como si hubiera ganado la lotería, una sonrisa que se extendió más al ver a Natalia en la cocina preparando la cena como tantas veces o como era costumbre.

 

—Quita esa cara hermana, solo era una broma, no te tomes todo a pecho. Deberías vivir la vida y dejar de ser tan amargada, yo que vengo tan contenta y tu fea cara me arruina el humor.

 

 Ella no dijo nada porque fue el momento en que su padre entraba

 

—Papito hermoso, tu hija adorada te trae excelentes noticias, salte esperpento —Golpeando su hombro para pasar prácticamente sobre ella como siempre.

 

 Al ver a su menor hija, a su querida Nuria le hizo una seña para que lo siga, se encerraron en el despacho por unos minutos, luego salieron cuando ella servía la cena, ambos se lanzaban miradas cómplices como quien se traía algo entre manos, algo que para nada beneficiaria a Natalia. Luego de comer aparte, alejada de ellos dos y dejar todo impecable, regreso a su habitación, una que realmente nunca lo fue, ya que eso era como un pequeño espacio, un desván que era usado para los utensilios de limpieza, pero que ella convirtió en su pequeño refugio.

 

 Estuvo mirando el techo un rato recordando cómo es que hace diez años había llegado pensando que por lo menos su padre si la quería, que su madre la había abandonado era una cosa; sin embargo, aquella noche, con la fe por lo alto, llegó con la esperanza de ser acogida entre sus brazos como siempre sonó desde que supo que tenía un padre, pero grande fue su sorpresa, cuando en vez de tratarla como familia, con amor y benevolencia por su tan maltratada infancia de orfanato en orfanato, en cambio, lo hacían como una empleada del servicio doméstico, así fue desde el principio, le prohibieron decir de manera pública que ella era su hija, que era una Monroe, algo que finalmente y base de golpes ocultó del mundo con mucho pesar, con mucha tristeza y decepción, veía como Nuria era tratada siempre como la princesa, la consentida, la muñeca de cristal a quien no se le podía decir nunca que no, todo lo que sobraba era para Natalia, la arrimada, la aparecida, la muestra del pecado de su padre en la época que la señora de la casa no podía concebirle un hijo a su marido.

 

 

—No me quiso mi madre, no me quiso mi padre, mucho menos mi hermana, es como si estuviera sola en este mundo sin nadie más que Rodrigo, mi querido Rodrigo — Abrazando la almohada y con lágrimas en los ojos se quedó profundamente dormida, llegando a tener una vez más esas pesadillas que la atormentaban y no le permitían vivir su juventud a plenitud, aquellos recuerdos que eran dagas lastimando su atormentada alma, se veía a ella de niña correr descalza y con la ropa rasgada, se recordaba a sí misma, correr a ser consolada y protegida por su padre, pero, en cambio, lo que recibió fue una paliza, culpándola de lo que pudo haber pasado, era solo una adolescente incapaz de hacer algo cuando nadie en este mundo la defendía ni de su propia sangre.



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En el texto hay: celos, amor, venganza

Editado: 20.05.2023

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