Una Llamada De Amor Para El Ceo

PARTE 07

 

Adrián, se sentía dividido en dos, no era del tipo de hombre que pedía disculpas y menos a una desconocida, ahí estaba su teléfono a un lado, esperando que lo tomen y marque aquel número, tenía vagos recuerdos, llorando reclamado el nombre de Sam y ella dándole palabras de aliento, oía golpes o eso era lo que podía recordar.

 

—No seas cobarde Adrián, muy valiente para llamar ebrio a esa mujer, pero a la hora de la hora en tus cuatro sentidos, te corres.

 

Se repetía a sí mismo una y otra vez, aunque lo extraño era que sintiera tanto pavor de hacer una llamada, los dedos de su mano no dejaban de moverse, hasta dijo que él no era del tipo de hombres que dejaba las cosas a medias, así que marcó el teléfono que aparecía en el registro de llamadas, aún tenía el nombre de mi amor en él, quiso sonreír, pero era como si un acto tan sencillo doliera.

 

El teléfono sonó una y otra vez, por algún motivo agradecía no ser atendido.

 

—No entiendo por qué me siento nervioso, ¿Qué tanto fue lo que le dije? Que ahora siento vergüenza de pedirle disculpas por decir cosas que no recuerdo. Debería concentrarme en cosas más importantes, como demostrarle a mi padre que soy el único que puede seguir sacando adelante el legado familiar.

 

 

 

—Muy bien muñeca, así se hace, el mentón arriba, muy bien, no exageres el movimiento de caderas, muchas mujeres se han dejado engañar por las modelitos y demás tipas que andan meneando por aquí por allá las caderas como pavo real cuando no saben que los pavorreales son los machos. No te distraigas y ¡Agarra esas biblias! Que supongo debería ser pecado dejarlas caer, agradece que mi tía que en paz descanse era de esas locas que iba a misa todos los días.

 

Ella solo suspiraba y seguía ensayando, faltaba dos días para poder asistir a una fiesta, una donde tendría los contactos correctos

 

—Tengo miedo, el día lunes me voy a presentar en esa empresa, tengo los nervios de punta, además que me tienes aquí para allá con clases, ayudándote en la peluquería, aprendiendo.

 

—Eres muy buena, aunque no te lo creas aún, te he visto cómo te desenvuelves con estas tipas ricas, te terminan amando, eres como una esponja que todo lo que te enseñan aprendes, has averiguado algo sobre el puesto, hablaste con esa rata de alcantarilla, perdona que lo nombre así al ser tu padre ¡Dios mío!

 

Poniendo los ojos en blanco, al recordar todas las cosas que Natalia le había contado, no podía entender que un ser humano   podría ser tan ruin y despiadado, tratar como sirvienta a su propia hija, a sangre de su sangre.

 

—Tuve que meter un poco de presión y ese señor, termino por mandarme los datos de lo que están buscando y cuando, aunque no dejo de recordarme lo detestable que soy para él, la vergüenza que le doy como hija.

 

—¿Cómo te sientes? De todas maneras, llevas su sangre, su ADN.

 

—Tranquilo, estoy acostumbrada, nunca me quiso y mucho menos espero que lo haga ahora que lo tengo contra las cuerdas, tal vez si tuviera otra vez dieciséis años, sus palabras me dolerían hasta hacerme llorar, pero hoy solo me sirven de aliciente, de impulso para demostrarle a él y a mi querida hermanita, de lo que soy capaz, mejor sigo practicando, que debo aprender a caminar con tacones y acostumbrarme a estas faldas que parece que me quieren cortar la respiración, es necesario ¿Tú crees?

 

 

—Te ves como una muñequita, ese vestido blanco con ese cabello rojo, niña estas para matar.

 

Aún se sentía extraña viéndose al espejo, detrás de ella se veía a su yo de hace unas semanas, la que no vestía nada llamativo, ropas anchas, cabello algo maltratado y hasta anteojos, aquella muchacha tímida que siempre tenía la mirada agachada cuyos ojos solo brillaban cuando Ricardo la miraba o le daba besos, aquellos que cuando llegaban más allá terminaba rechazando.

 

—No te miento, tengo miedo, pero no puedo dejar que mis miedos me dominen, debo ser fuerte o aprender a serlo —Haciendo que aquella imagen de su pasado se difuminara y eso es lo que más quería, que esa muchacha que no luchaba por lo que quería desapareciera, no entendía cómo es que el hombre que decía quererla la traiciono, al final la dejo por saberse de la noche a la mañana un hombre con dinero y poder, no era tonta como otros pensaban, era evidente y tampoco se iba a cegar, no podía, porque con todo con que lo quiso también lo empezaba a odiar tanto o más que a su querida hermana.

 

—A veces no entiendo como harás para tener delante de ti a las personas que más a daño te hicieron y mantener la calma, la ecuanimidad, tendrías que tener un corazón de hielo para hacer algo así y no sucumbir en el intento.



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En el texto hay: celos, amor, venganza

Editado: 20.05.2023

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