Una loba Abandonada

Capítulo 1 ¡Mi vida es un soberano desperdicio!

 

Estaba frente al río, observando todo el hermoso paisaje de la reserva del Norte, un lugar cerca de la manada Dorada, manada a la que si-no pertenecía.  Era un poco complicado, pero en este momento no quería pensar en nada ni nadie, mucho menos en las múltiples complicaciones que formaban parte de mi patética vida. ¡Oh, si, mi vida es una montaña de complicaciones, cada una mayor que la otra!

 

Pero por el momento decidí olvidarme de todo, y disfrutar de la cálida brisa que paseaba por mi rostro y alborotaba tiernamente mi cabello.

Estuve así por un buen rato, con mis ojos cerrados y escuchando la cálida melodía de las aguas del río, unida a la hermosa sinfonía del viento.

 No sabía cómo explicarlo, pero estar frente al río me transmitía una sensación de paz, una paz que tanta falta hacía a mi atormentada vida.

Por más que me gustara estar donde estaba, tenía que levantarme, mis múltiples ocupaciones me esperaban.

 

¡Mi vida es un soberano desperdicio! Y lo peor es que no podía hacer nada para cambiarlo. ¿Por qué? En realidad, no lo sé a ciencia cierta, sólo sé lo que todo me repetían desde que tenía uso de razón: mis padres, amigos y primos lejanos del Alpha Addison, mataron a su luna Cristal y a su hija recién nacida.

 

El Alpha Eddison, triste y devastado por la pérdida de su luna y mate, además de su pequeña hija, a la que no alcanzó a ver con vida. Mató a mis padres con sus garras sin ningún esfuerzo y a mí me condenó a pagar por sus pecados, a pesar de que sólo tenía 3 semanas de nacida.

 

 ¡A veces prefería estar muerta, sí, ojalá el Alpha también me hubiera matado junto a mis padres! 

 

Estaba hastiada de la forma en que todos me miraban, y de ver el odio y repulsión en los ojos del Alpha Eddison y de su hijo Mateo.

Todos en la manada me humillaban y se sentían con el supremo derecho de hacer de mi vida un auténtico infierno.

Pero antes de continuar con mi triste historia, permítanme presentarme, soy Samantha, pero mis amigos me llaman Sami, es decir solo dos personas, la señora Lara y su nieto Carlos, son los únicos que no me han golpeado, insultado y maltratado en la manada.

Gracias a ellos conocí lo que es el amor de una familia.

 

Aunque no vivo con ellos y no por falta de deseo, sino por orden del Alpha Eddison, siempre han estado ahí para mí, para curar mis heridas tanto psicológicas como físicas.

 

Tengo 16 años, casi 17, que es cuando tendré mi primera transformación. Soy semi alta, tengo el pelo largo y negro, mis ojos son verdes, al igual que los del Alpha Eddison, supongo que, al ser su prima, aunque muy lejana, lo heredé de él.

 

 Soy delgada, pero con curvas en los lugares adecuados y la verdad con modestia, tengo un buen trasero, en pocas palabras tengo un cuerpo de infarto, al menos era agraciada físicamente en una vida totalmente desgraciada.

 

Asistía a la preparatoria, pero no para estudiar, sino para servir a la sobrina del Alpha, una estúpida bruja de 18 años, que hacía cada uno de mis días una auténtica tortura.

Parecía tener un placer oculto, en arruinar una vida ya bastante arruinada.

 Y para el colmo, vivía cerca de ella, en una casucha que el Alpha maléficamente mandó a construir para mí.

Mi "casa" no podía estar en peores condiciones: el techo filtraba, las puertas no cerraban, no había agua ni electricidad, ni ningún detalle que la hiciera parecer del siglo XXI, además de ser extremadamente estrecha y pequeña.

 

Estaba por levantarme cuando escuché su estrepitosa voz:

— Oye, estúpida, se puede saber, ¿quién te dio permiso para descansar?

 

—Y ¡ooh! —dije balbuceando, la bruja de Corina estaba frente a mí y parecía furiosa, odiaba sentirme así, como una rata asustada, pero eso no evitaba que tuviera miedo.

 

Siempre era lo mismo, esa boba me golpeaba y humillaba a su antojo.

Yo no podía hacer nada, aparte de ser la sobrina del Alpha, era una de las mejores guerreras y ya había tenido su transformación.

¡Definitivamente, no podía hacer nada contra ella!

—¡Que te quedarás así! ¡Párate y ve a plancharme el vestido que te dije! ¡Y agradece que no tengo tiempo para castigar tu ineptitud!

 — Sí —dije con un hilo de voz, mientras la bruja me miraba con su sonrisa de: "sé que te aterro y eso me divierte".

No sé cuándo, ni cómo, pero esa bruja me pagaría todos y cada uno de sus abusos.

En lo que ese día llegaba, solo me quedaba soportar y obedecer como siempre.

 Como pude caminé lo más pronto posible a la mansión del Alpha, específicamente al cuarto "de la bruja".

Tomé el vestido para plancharlo, la señorita lo había dejado sobre la cama.

 

En lo que la plancha se calentaba, aproveché y conecté la radio de la bruja y me puse a cantar una de mis canciones favoritas: “Minutos” de Ricardo Arjona,

"Ya son las 6:46 y el cadáver del minuto que pasó", estaba tan concentrada en mi faena artística que no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde.

 

La plancha se había sobrecalentado y el hermoso vestido, ahora sólo era un pedazo de tela totalmente quemado. ¡Genial! pensé, ahora sí la bruja tendría tiempo y humor para golpearme hasta matarme.

 

Estaba pensando que haría y cómo podría salvarme, cuando de repente la puerta de la habitación se abrió y allí apareció ella.

 

En el instante en que sus ojos hicieron contacto con el cadáver de su vestido, lo supe, mi vida en esta tierra había llegado a su fin, y lo más triste era que no tendría la oportunidad de conocer a mi loba ni de seguir junto a mis únicos amigos.  

 

 

 

 




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