Me despierto con un regusto muy desagradable en la boca, siento como si hubiera lamido todo el asfalto de Maine street. Intento abrir los ojos y un latigazo de dolor me atraviesa sin piedad y la cabeza me palpita con ensañamiento.
-¿Qué diablos pasó ayer?- desisto de pensar y desisto de hacer ningún intento de recordar porque el dolor no me deja ni respirar.
Hago repaso de mi cuerpo dándome cuenta que me siento como si una apisonadora me hubiera pasado por encima. De nuevo la pregunta revolotea por mi mente. No estoy en condiciones de responder nada, ni siquiera a mi misma.
Decido descansa de nuevo. Respiro hondo varias veces para menguar las náuseas, si quiero hacer algo es hora de concentrarse en mover el cuerpo sin echar hasta la papilla.
¡Dios bendito! Mi cuerpo no me responde. Ahogo un gemido por la nueva oleada de dolor que barre mi cuerpo.
De nuevo vuelvo a intentar abrir los ojos esperando ver a Merlín mirándome para recriminarme no haberle dado su comida.
Poco a poco consigo abrir los ojos, me alegro de no haber dejado las cortinas corridas, la oscuridad de la habitación me alivia bastante. Me centro en intentar orientarme para ver qué hora puede ser pero no soy capaz de vislumbrar mucho, igual he calculado mal y esta oscuro porque es de noche. ¿Cuánto he dormido?
-Lo suficiente para que tú cuerpo se recupere - una voz profunda y muy masculina me responde
¡Mierda! ¿Lo he dicho en voz alta?
¡Doble mierda! ¿De quién es esa voz? ¿Porqué esta en mi habitación? ¿Y porqué no lo recuerdo? Mi mente gira a mil revoluciones y un intenso dolor me atraviesa. Esta vez el gemido es imparable.
-Deberias intentar descansar un poco más antes de resolver todas ésas incógnitas que revolotean en tú cabeza-
Me giro hacia donde creo que proviene la voz y sólo puedo vislumbrar una figura alta e imponente en el quicio de la puerta, la luz a sus espaldas y la oscuridad que nos envuelve en el cuarto me hace imposible ver sus rasgos.
-¿Quién eres? ¿Porqué estás en mi casa? No se qué pude hacerte creer pero sinceramente deberías irte ya a tú casa, te agradezco mucho que me ayudaras a llegar pero no necesito más tú ayuda-
Aunque no quería notó la pesadez de sus párpados, notando de nuevo cómo caía en las redes de Morfeo. Sólo esperaba que al despertar aquel extraño ya se hubiera ido de su casa, lo que menos le apetecía era tener que dar coba a alguien de quién no se acordaba en absoluto. Antes de caer en un sueño profundo paso por su mente la imagen de un cuerpo masculino, fuerte y grande protegiéndola. Aquél pensamiento era peligroso pero no tuvo tiempo de nada más antes de quedarse profundamente dormida.
Él la vio volver a dormirse, se había acercado a ver cómo estaba tras el aviso de Ben-hur que hacía guardia tras la puerta. Estaba preocupado porque no despertaba pero ahora ya la había visto despierta y consciente antes de volver a caer dormida lo que no esperaba era el pinchazo que había sentido en su pecho ante la mirada de aquellos ojos violeta. Aquello era señal de problemas y lo que menos necesitaba él ahora mismo eran ése tipo de problemas.
La desorientación que ella tenía se debía sólo al tiempo que había estado inconsciente, cuando volviera a despertar ya estaría más tranquila. Entonces igual podría responder las mil preguntas que tenía desde que la había sacado de aquél vehículo enmedio de la tormenta.
Un alboroto fuera de la habitación atrajo su atención. Despertandolo para que se moviera. Llevaba allí más tiempo del normal observándola dormir, aquello rozaba el acoso.
Un gruñido y una serie de estufidos le hicieron ponerse en marcha. Aquellos dos no se entendían. Para Ben-hur aquél gato sólo era un invitado no deseado que había venido a trastocar la paz de nuestra soledad, de nuestro hogar. Y el gato, aquél ser era la reencarnación del diablo. Aún escocían los arañazos que le había dado mientras le curaba las heridas.
Lo que no sabía él era que aquello sólo era el preludio de lo que se avecinaba.
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Editado: 24.02.2024