Una navidad en tú mirada

Capítulo 8: Ésos ojos tuyos serán mi perdición

PROBLEMAS

Sí, sí. 

Esa mujer era un dolor de cabeza que él no necesitaba. ¿En qué momento había decidido dar la vuelta? ¿Cuándo pensó qué aquello era buena idea? Acababa de descubrir que de nuevo había metido la pata. De allí no iba a salir nada bueno.

El recuerdo de una mirada violeta atravesó sus pensamientos, invasiva, abusadora y preciosa. Sólo el recuerdo le hacía palpitar, aquello era lo que más le preocupaba. Sus instintos estaban alerta, no sólo porque parecía haber perdido la noción del tiempo o que tuviese amnesia, sinó porque presentía que algo se avecinaba y no era la tormenta que en pocas horas los había dejado incomunicados.

Al llegar a casa le curo las heridas y la lavó. En la parte lateral de la cabeza tenía una brecha que había necesitado puntos. La suerte de tener todo lo necesario en su casa, había ayudado mucho. No quería ni pensar en lo que hubiera ocurrido de no haber tenido provisiones y su kit médico.

No había despertado, pero sí había estado murmurando. Le había cambiado la ropa para quitarle la sucia que llevaba manchada de sangre y había dormido desde entonces. De vez en cuando la revisaba. Tenía las constantes bien. Que entrara en calor también había sido una prioridad pero ahora parecía ya estabilizada. El peligro de la fiebre por ahora lo habían superado.

Esperaba que despertara en algún momento pero no esperaba esa respuesta ni de ella, ni de su cuerpo. Aquello sólo lo ponía de peor humor.

Sin contar que Ben-hur y ése demonio de gato no podían ni verse. Aquél bicho había pegado zarpazos a diestro y siniestro. Se había dejado salvar pero al entrar en la casa todo agradecimiento había desaparecido. Su pobre compañero estaba desterrado de su propia cama junto a la chimenea.

Lo dicho, PRO-BLE-MAS.

Había podido avisar al sheriff antes de que las comunicaciones se cortaran. Quién sabía cuando volverían a tener conexión con el mundo exterior. Por eso le gustaba aquél lugar. Ellos no necesitaban a nadie más. Vivían con total tranquilidad. ¿Porque tenía nadie que venir a destruir ése paraíso privado? Su humor cada vez estaba más acorde con la tormenta que se desarrollaba en el exterior.

Ni los días de tranquila soledad podían dejarle disfrutar. Siempre había alguien que se lo fastidiara.

Amaba a su madre pero esa incansable necesidad de verlo casado y con hijos, no pudo reprimir el escalofrío que le atravesó el mero pensamiento, le alteraba sobremanera. Ella tenía el don de hacerle sentir culpable, aunque él tenía claro que estaba bien tal cual vivían.

Si algo es perfecto como está ¿porqué hay que cambiarlo?

 




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