Una Noche En New York

Prefacio: Con los deseos en la tierra.

A veces desearía ser un poco más profunda.

Tener pensamientos que sienta que son útiles, que desborden mis habilidades para reflexionar.

O tal vez, un poco más compleja.

Ser difícil de descifrar, tener una personalidad más definida y feroz.

Desearía que las personas piensen en mí cómo esa chica con un gorro para el frío y una taza de café en las manos que se ve tierna, con la cabeza llena de pensamientos que se rehúsan a salir.

Deseo tantas cosas, que si tuviera un hada madrina, no tardaría mucho en decidir que no soy candidata para sus dones, porque la puedo llevar a la ruina con mis aspiraciones de otro mundo.

Hay algo que no está bien en eso. O bueno, no solo algo, muchas cosas.

Supongo que tengo el antídoto para todo lo que sé, está mal conmigo, pero una parte de mí simplemente no ve necesidad de usarlo porque se niega a aceptar que haya algo que debo curar.

Conozco mis falencias, pero hay una parte de mí que siempre está contenta con lo que soy. Es como ser superficialmente muy segura, e internamente estar consumida en un mar de dudas acerca de mí misma.

En pocas palabras, soy un manojo de cosas hermosas. Pero desearía ser diferente.

En lugar de ser profunda y tener pensamientos filosóficos imposibles de descifrar, soy casi transparente. Mis pensamientos fluyen de mi boca o con mis expresiones sin importar cuánto me esfuerce por mantenerlos, porque me gusta ser escuchada. Adoro sentir que soy tomada en cuenta... aunque a veces me aburro de tener atención puesta en mí, y de que me consulten cosas. Si digo todo lo que pienso, y luego decido súbitamente estar en silencio, ¿eso quiere decir que los demás creen que no sé de lo que hablan, y por eso prefiero no opinar?

En lugar de tener una personalidad feroz, aún diciendo cual pensamiento sea que se me cruce en la cabeza, no puedo evitar pasarlo por un filtro para evitar confusiones, o herir los sentimientos de los demás. Y cambió mis planes y muchas veces la forma en la que me comporto, porque me preocupa de más el bienestar de quienes me rodean; lo cual no es malo hasta que me doy cuenta la cantidad de personas que puse por encima de mí sin parpadear, y el daño que me hicieron.

Deseo a esa persona en la que creo que puedo convertirme. Sin importar cuánto tiempo lleve.

Intentar siempre vale más que perder o ganar.

— Mel —. Dice alguien sacándome de mi trance sentimental.

— ¿Si? — respondo.

— ¿En qué piensas tanto?

— En mí misma.

— Si no te conociera, diría que es narcisista —. Ríe.

— Lo sé — anuncio.

Las increíbles luces de la ciudad captan mi atención, mientras ella me observa fijamente con los ojos entrecerrados. Algo dentro de mí sabe que como buena mejor amiga, intentará aconsejarme, así que mi mente empieza a dibujar pinceladas incompletas de lo que cree, está por venir.

— ¿Por qué no dejas de pensar en todo lo que será y te enfocas más en lo que es?

— Porque no me agrada lo que es —. Respondo pacífica.

— A la mayoría de personas en el mundo, y eso no quiere decir que estén mal, simplemente es cuestión de perspectiva.

— Para mí todos los ángulos son iguales.

— Pero no para quienes te rodean, y vamos, ambas sabemos que te interesa lo que piensen los demás. Ellos te convirtieron en eso que tanto quieres cambiar, y te admiro por eso —. Antes de que la cuestione, pone la palma de su mano en mi pecho y sigue — Te admiro porque el egoísmo no sobrepasa lo que eres, y algunos desearíamos tener ese don.

— ¿Aunque sea doloroso y te abra puertas infinitas a conversaciones sentimentales como la que estamos teniendo? —. Pregunto.

— Ese es el precio del amor.

— No es amor permitir que la gente de por sentado lo que sientes y lo que eres —. Defiendo.

— Claro que lo es. El amor no viene etiquetado, solo ocurre de muchas maneras y te lo voy a demostrar... Así que dime, ¿recibirías una bala por un desconocido? — Me quedo unos segundos procesando su pregunta, que como de costumbre, es algo rara.

Mientras me tomo un tiempo, ella observa todo a nuestro alrededor y suelta un suspiro. Después de todo lo que ha batallado para tener tranquilidad, la dejo disfrutar de estos pequeños momentos que hacen su vida más feliz.

— Claro que sí — digo después de un rato.

Ella parece salir de su asombro y me mira fijamente.

— ¿Y matarías por alguien a quien ames?

Mi respuesta es automática.

— Claro que no, ¿qué carajos son esas preguntas? —. La golpeo con suavidad en el hombro mientras sonrío y ella acompaña mis risas.

Paz. A eso sabe nuestra conexión.

— Ahí está tu respuesta — expresa. — Todos los valores que le demuestras a los demás se traducen en un solo sentimiento. Y ese amor que llevas dentro está hecho a tu medida porque te pertenece solo a ti, Mel. Aunque haya personas compasivas, leales, honestas y bondadosas, no hay nadie como tú. Y en vez de querer cambiarlo, deberías estar orgullosa de ello.

— ¿Entonces crees que debería quedarme así? — Cuestiono.

— Claro que no, Mel. Lo que quiero que cambies es la idea de que transformar todo lo que eres te evitará problemas o sufrimiento. No es así. Mírame a mí, he sido una terrible persona toda mi vida, y lo único que he logrado es atraer desgracias y dolor.

Le doy una mirada cálida y asiento antes de darle un gran abrazo. Ambas lo necesitamos.

Ambas estamos peleando en nuestras propias guerras.



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En el texto hay: romance, drama, realeza

Editado: 22.08.2021

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