— ¿Papas fritas?
— No, Mara, gracias — respondo.
— Oí que Kostya entró a la universidad de sus sueños — comenta con cierta pesadumbre.
Mastico tan rápido como puedo antes de responder para respetar su presencia en la mesa. Y cuando al fin digiero la comida, me decido a hablar.
— Así es. Está muy entusiasmado.
— ¿Y tú cómo te sientes?
— Sinceramente, tranquila. Creo que me enfrentaré a la despedida el día en que tenga que hacerlo.
Hay muchas cosas más que quiero decir.
Por ejemplo, que me gustaría que dejara de mirarme con preocupación. Sé que solo está tratando de empatizar conmigo, y silenciosamente se lo agradezco, pero la situación no es agobiante para mí.
Cuando amas a alguien y lo ves trabajar diariamente para alcanzar sus aspiraciones, no hay tristeza más grande que verlos fracasar, y afortunadamente, yo no tuve que hacerlo, así que estoy completamente feliz porque está triunfando, y porque los frutos que ha obtenido después de sembrar demuestran lo mucho que merece una oportunidad.
Cuando te enamoras de un ave siendo un animal acuático, no le pides que corte sus alas y deje de volar, porque sabes que tan pronto como se reúna contigo, la felicidad será fugaz y luego le invadirá el sentimiento de estar ahogándose, y con él, el arrepentimiento. Simplemente la dejas ser libre de encontrar su camino que será igual de bueno o malo con o sin ti en él.
Solo te queda esperar y creer. Y en caso de que te abrume aferrarte a la esperanza, abandonar y crecer. Todo sin dudas.
Me da tranquilidad que él sepa que jamás intentaré darle a entender que me dolería que se marche, lo que no significa que no sienta su ausencia, más bien, que sin importar el motivo por el que se vaya, o si me deja con ánimo de volver, tendré firme convicción de que no estoy impidiendo su felicidad, estancando su futuro o cuestionando sus decisiones.
Todos necesitamos que nos apoyen cuando luchamos en nuestras propias batallas.
— Ay mi niña, algunos sentimientos marcan nuestros corazones de por vida.
Su mirada es exactamente la de una persona con experiencia; lo que me tienta a preguntarle si lo que recibió valió lo que sacrificó, pero decido simplemente darle espacio para que voluntariamente tome la decisión de contarme su historia, y le respondo con un comentario sincero pero superficial.
— Lo sé.
De la nada, papá aparece en el comedor quitándose la corbata. Tomo la silla de abajo para levantarme, pero él con un gesto me pide que siga comiendo.
— Hola, hijita — saluda dándome un pequeño beso en la coronilla. — No te levantes de la silla cuando me veas llegar al espacio en el que estás, por favor, me siento como un dictador.
— De acuerdo.
— Por fin pude decírselo, espero que no se sienta incómoda — le susurra a su esposa cuando llega al otro lado de la cocina, creyendo que no lo escuché.
Ante el comentario esbozo una pequeña sonrisa, y sigo disfrutando de mi deliciosa cena.
— Hola cariño — responde ella con cierta chispa. — ¿Quieres cenar? Hoy me sentí con espíritu italiano e hice lasaña.
— Por supuesto, cielo, gracias.
Mientras mi papá va a dejar sus cosas del trabajo a su oficina y vuelve, termino de comer y le agradezco a Mara por hacernos la cena. Lavo lo que está sucio en la cocina y vuelvo a ocupar mi lugar en la mesa, dispuesta a escuchar las historias locas que nos cuenta mi padre todas las noches acerca de su trabajo.
Cuando vuelve, toma su asiento en la mesa al lado de su esposa y da el primer bocado. Por su expresión, ambas sabemos que le encantó y nos miramos con alegría, pero no cruzamos palabra.
— Hoy recibí una carta del hijo de uno de mis jugadores... fue bastante particular, porque me contaba que cuando su papá llega de los entrenamientos, está muy cansado y no ha construido la casa del árbol que le prometió desde hace mucho mucho tiempo. Y por eso, me pidió que lo pusiera a hacer cosas no tan difíciles para que le cumpliera su sueño de tener una casa del árbol para jugar con sus amigos de la escuela.
— Pobre niño — agrega madre, mientras yo sigo esperando que termine.
— Su forma de pedirme algo me recordó a ti, Mel... y dada la situación, decidí darle a su papá un mes libre de entrenamientos — concluye con una amplia y orgullosa sonrisa.
— ¿Eso no afectará su desempeño en las competencias? — cuestiona la cocinera estrella.
— El deporte no es para siempre, pero la familia sí, Mar — afirma papá con su característico tono de dulzura.
— ¿Puedo levantarme? — pregunto abiertamente para que alguno de los dos me lo permita.
— Claro que sí, linda. Ten una buena noche —. Mar me sonríe con cariño.
— Tu también.
Cuando voy camino a la habitación, no puedo evitar escuchar los chillidos emocionados de la mujer.
— ¡Cuando probaste la lasaña me miró con emoción, Lacey! Estamos progresando.
Sin embargo, no me detengo. Al llegar, cierro la puerta y le envío un mensaje a Kostya.
"Hola, cariño. Ya falta poco para las ocho, espero estés listo." 19:40
"En eso estoy, preciosa. A las ocho en punto estoy en tu puerta." 19:42
Me dirijo al baño para verificar que todo esté bien con mi aspecto, y unos minutos después escucho toques en la puerta.
— Siga — permito.
Mi padre abre la puerta y entra directo a sentarse en mi cama, mientras me mira expectante.
— Lo que hiciste con ese niño fue muy generoso — le sonrío sincera. — Pero debiste haber hablado con su madre y su padre antes de tomar una decisión tan importante.
Las tradiciones entre la familia son algo tan especial e íntimo, que para mí, constituyen una gran parte de la comodidad en el hogar, y esta en particular, es la nuestra.
Cada vez que él nos cuenta una historia en la cena yo me retiro y luego él viene a mi habitación para saber qué pienso al respecto. Lo hacemos desde que Mar llegó, porque no quiero hacerla sentir incómoda con mis comentarios, y me gusta darles su espacio después de algo tan sencillo pero importante como que alguien tenga el gesto de prepararte la comida. Me parece que algo tan hermoso debe tener sus matices de privacidad porque es un símbolo de complicidad entre las parejas, y debe ser respetado.