Una noche sin luciérnagas

Capítulo 5

Nathan Lawson

Oliver estaba sentado en el sofá de la sala de mi casa, todavía un poco húmedo por la tormenta, a pesar de la toalla que le había dado. La luz tenue de la lámpara hacía que su expresión se viera más sombría de lo normal. Estaba callado, algo raro en él, pero sabía que estaba esperando una explicación.

Yo, por mi parte, no sabía por dónde empezar. Me senté en el otro extremo del sofá, evitando su mirada directa, y me quedé en silencio, esperando que las palabras llegaran solas.

—¿Vas a decirme por qué me dejaste ahí afuera como un idiota? —preguntó finalmente Oliver, rompiendo el incómodo silencio. Su tono no era de enojo, sino más bien de preocupación.

Suspiré, sabiendo que no podía seguir evitándolo.

—Lo siento, Oliver —dije, mirando finalmente sus ojos—. No era mi intención. Es que... no sé, todo se complicó. Fui al juego de Tavo, y luego...

Hice una pausa, tratando de encontrar las palabras correctas para explicar lo que había pasado sin sonar ridículo. No quería mencionar a Finn y cómo había terminado en el coche con él, sin saber qué decirle o cómo manejar la situación. No sabía cómo explicarle eso sin que sonara extraño.

Oliver me observó, esperando que continuara.

—Luego, simplemente, perdí la noción del tiempo —agregué, sintiendo que mi respuesta no hacía justicia a todo lo que había ocurrido.

Oliver se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando lo que acababa de decir.

—No tienes que contarme todo si no quieres —dijo finalmente, suavizando su tono—.pero si quede empapado.

—Lo siento, es que no pensé que vendrías hoy —dije, intentando justificarme. Sabía que podría decirle que la próxima vez me avisara, pero la verdad es que Oliver siempre había sido así, espontáneo y sin previo aviso. Era parte de lo que lo hacía ser él.

—Ya sabes cómo soy —contestó Oliver con una leve sonrisa, aunque su tono aún reflejaba el ligero rastro de la incomodidad por haber estado esperándome tanto tiempo bajo la tormenta—. A veces, siento que si aviso, todo se vuelve... no sé, más planeado, menos natural. Y no quería que eso cambiara entre nosotros.

Lo miré, sintiendo un nudo en el estómago. No podía negar que la forma en que Oliver entraba y salía de mi vida sin previo aviso era una de las cosas que más apreciaba de nuestra amistad. Era como si siempre supiera cuándo lo necesitaba, incluso antes de que yo mismo lo supiera.

—Lo sé, y lo aprecio, de verdad. Solo que hoy... hoy fue un día raro, Oli —dije, intentando explicarme mejor—. No estaba preparado para nada.

—¿Raro cómo? —preguntó, inclinándose un poco hacia adelante, su curiosidad evidente. Sabía que no me dejaría irme sin darle más detalles.

Suspiré y miré hacia la ventana, donde las gotas de lluvia seguían resbalando lentamente. Estaba tratando de ordenar mis pensamientos antes de hablar.

—Fui al juego de Tavo... y luego, me encontré con alguien —dije, haciendo una pausa, esperando su reacción.

—¿Alguien? ¿Quién? —inquirió Oliver, claramente intrigado.

—Finn —respondí, bajando la voz como si eso disminuyera el peso del nombre.

Oliver levantó una ceja, sorprendido. Sabía que había algo más detrás de ese encuentro, y estaba esperando a que lo contara.

—¿Y...? —preguntó, dándome espacio para continuar.

—Es complicado, Oli. Todo se siente... confuso —admití finalmente, soltando el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo—. Y no sé cómo manejarlo.

—Para empezar, ¿quién rayos es Finn? ¿Tu nuevo novio? —preguntó Oliver, con una mezcla de sarcasmo y genuina curiosidad.

Diablos, había olvidado que aún no les había contado lo del cementerio ni a él ni a Sara. Me quedé en silencio por un segundo, intentando encontrar la forma de evadir la pregunta. Pero lo que más me molestó fue la insinuación de que Finn era mi "nuevo novio".

Fruncí el ceño y me defendí rápidamente.

—¿Qué te pasa? Yo no tengo novio —respondí, tal vez con un poco más de vehemencia de la que pretendía.

Oliver levantó las manos en señal de rendición, pero su mirada seguía fija en mí, esperando una explicación.

—Perdón, Nathan, no quise insinuar nada... pero entonces, ¿quién es? —insistió, esta vez con un tono más suave, pero aún con esa insistencia típica de él.

No quería contarle lo del cementerio, al menos no todavía. Sabía que si le mencionaba eso, las preguntas no se detendrían, y aún no estaba preparado para enfrentar toda esa conversación. Además, sentía que ese tema era algo que necesitaba resolver por mi cuenta antes de compartirlo con alguien más.

Suspiré, tratando de encontrar una respuesta que satisficiera su curiosidad sin revelar demasiado.

—Es solo un chico que conocí... de casualidad en el grupo de ayuda. Nada importante —mentí, desviando la mirada para evitar su escrutinio.

Oliver me miró con desconfianza, claramente no convencido por mi respuesta.

—Pero entonces, ¿qué pasó con él en el juego de Tavo? —preguntó Oliver, su curiosidad evidente.



#5580 en Novela romántica

En el texto hay: gay, amorgay, tristes

Editado: 08.01.2025

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