Nathan Lawson
Finn estaba parado a un costado de nosotros, con una postura firme y seria. Noah, al notarlo, se apartó rápidamente de mí, tambaleándose mientras se dirigía hacia Finn, apenas manteniéndose en pie. Yo bajé la mirada, consumido por la vergüenza que invadía el ambiente.
—Tú ¿quién eres? —le espetó Noah, acercándose demasiado. Su voz era arrastrada por los efectos del alcohol—. ¿Es tu nuevo novio, Nathan?
Otra vez la misma pregunta. ¿Por qué todos asumían que cualquier chico cerca de mí debía ser mi novio? Antes de que pudiera responder, Finn, con una seguridad que me sorprendió, soltó:
—¿Y si lo soy, qué?
Mis pulmones se vaciaron de aire. Esa respuesta me dejó helado. Noah lo miró, confundido y lleno de resentimiento.
—Ya veo —balbuceó Noah, claramente afectado por el alcohol—. O sea, ¿te alejaste de mí para estar con este?
Mi mente daba vueltas, todo se estaba saliendo de control. Noah no hacía más que empeorar la situación, y yo seguía paralizado, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar.
—Ya déjalo en paz —dijo Finn, dando un paso más cerca, su voz ahora más baja pero cargada de advertencia.
—Y si no, ¿qué me vas a hacer? —replicó Noah con burla, acercándose también, su aliento agrio por el alcohol.
—No quiero hacer algo de lo que me arrepienta —respondió Finn, su voz endureciéndose—. Así que lárgate.
El aire estaba cargado de tensión. Sabía que si no hacía algo pronto, las cosas se iban a descontrolar por completo. Los dos estaban demasiado cerca, los puños de Finn apretados, y Noah sin control sobre sí mismo.
—Noah, por favor, solo vete a casa —intervine con la voz temblorosa, esperando evitar una pelea.
—¡Cállate, Nathan! —rugió Noah, con una agresividad que no había esperado. Sus ojos se oscurecieron por un momento, y justo en ese instante tambaleó, su cuerpo se inclinó hacia un lado y, sin advertencia, cayó de golpe al suelo.
Todo sucedió en un segundo, pero mi mirada apenas alcanzó a ver el puño de Finn volar hacia Noah. El golpe resonó en el aire, y Noah cayó al suelo de espaldas.
Mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensar. Corrí hacia ellos, alejando a Finn que ya estaba sobre Noah, con el puño levantado, listo para dar el siguiente golpe. Lo detuve justo a tiempo, respirando con dificultad mientras lo empujaba hacia atrás, alejándolo de la escena antes de que esto se volviera aún peor.
—Déjalo ya —le dije a Finn, mi voz temblando por la mezcla de emociones y adrenalina—. Él solo está borracho, no tenías que golpearlo así.
Finn respiraba agitadamente, sus ojos aún llenos de ira contenida, pero mi intervención parecía haberlo frenado.
—Nathan, él es un idiota —respondió con la mandíbula tensa, como si justificar el golpe fuera la única forma de calmarse.
Me arrodillé junto a Noah, levantando su rostro con cuidado. Su nariz sangraba, y sus ojos apenas se abrían, luciendo desorientado y aturdido por el impacto. Sentí una punzada de culpa al verlo así. No importaba lo que hubiera pasado entre nosotros, nadie merecía terminar en el suelo de esa forma.
—Necesitamos ayuda —murmuré, mis manos temblando mientras apartaba un mechón de su frente ensangrentada—. No podemos dejarlo así.
Finn se quedó quieto, su cara comenzando a suavizarse, pero seguía sin moverse. Estaba bloqueado, paralizado por la tensión del momento. Sentí que mi garganta se cerraba por la desesperación, mis emociones estaban desbordadas, y las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas sin que pudiera detenerlas.
Noah, completamente fuera de sí, giró la cabeza hacia un lado y vomitó de arrepentimiento. El olor ácido del alcohol mezclado con el vómito me golpeó, y giré mi rostro hacia otro lado, aguantando las náuseas. Todo en mí gritaba que esto era un desastre, que salir esa noche había sido un error desde el principio. No debería haber venido a la fiesta. Todo se había salido de control.
—¡Busca ayuda, Finn! —grité, mi voz temblando de angustia.
Finn pareció reaccionar por fin. Su mirada se suavizó mientras me observaba sosteniendo a Noah, mis lágrimas cayendo sin parar. Su cuerpo, que hasta hace un momento estaba lleno de tensión, ahora se mueve lentamente hacia la acción. Respiró hondo, como si todo el peso de lo que había hecho cayera sobre él de golpe.
—Voy —dijo, su voz más calmada pero todavía cargada de culpa. Comenzó a caminar hacia la fiesta en busca de alguien que pudiera ayudar.
Mientras tanto, yo me quedé ahí, con Noah a mi lado, viendo cómo su cuerpo reaccionaba entre vómitos y quejidos. Era doloroso verlo así, sobre todo porque, a pesar de todo lo que había pasado entre nosotros, nunca quise que las cosas terminaran así. Su agresividad, su desesperación, no eran excusa para la violencia. Las lágrimas seguían cayendo, mientras mi mente luchaba por procesar todo lo que había sucedido en tan poco tiempo.
El sonido de pasos apresurados detrás de mí me hizo levantar la vista. Sara y Oliver venían corriendo desde la entrada, con el rostro lleno de preocupación al ver la escena. Sara soltó un jadeo al ver la sangre en la cara de Noah, y Oliver, que ya se había dado cuenta de lo que había sucedido, se acercó rápido.