Una noche sin luciérnagas

Capítulo 14

Finn Miller

—Tenemos que llevar disfraces combinados —dijo Tamara desde el otro lado de la habitación, su voz llena de entusiasmo como siempre.

—¿Combinados? —respondí con una risa burlona—. Seguro tú querrás ir como una coneja, como Regina George en "Chicas Pesadas", ¿verdad? —Recordé la tendencia de Tamara a disfrazarse como personajes de películas antiguas, y me imaginé su insistencia en que yo me pusiera orejas de ratón para "combinar".

Tamara había llegado a mi casa sin avisar, como hacía siempre. Ser primos tenía sus ventajas, pero también significaba que no tenía mucho control sobre cuándo invadía mi espacio. Se acercaba Halloween, y aunque la emoción se sentía en el aire, algo me decía que esta vez sería diferente después de todo lo que pasó con Noah. Sabía que Nathan no estaba muy seguro de ir a la fiesta, y sinceramente, tampoco estaba muy seguro yo.

La cuestión es que quería hacer algo para que Nathan se sintiera mejor. Desde que lo conocí, me di cuenta de que es alguien que carga con mucho, y aunque me alegra ver que está mejorando, sé que a veces solo necesita una pequeña chispa para volver a apagarse.

—Podríamos disfrazarnos de doctor y enfermera —dijo Tamara, con una sonrisa traviesa.

—Claro, porque nada dice "Halloween" como parecer actores de una película para adultos —le respondí, sin poder contener la risa.

—¡Finn, cállate! —replicó Tamara, frunciendo el ceño, aunque con una pequeña sonrisa en el rostro.

Me reí un poco más, pero en el fondo, mi mente ya estaba en otro lado. No estaba seguro de que realmente quisiera ir a esa fiesta después de lo que pasó la última vez. Una parte de mí sentía que ya no tenía ganas de ser el chico que siempre se apuntaba a todas las locuras y fiestas.

—No estoy seguro de que quiera ir a la fiesta, Tamara. Después de la última vez, no me quedaron muchas ganas —admití, sintiendo cómo el ambiente se volvía un poco más pesado.

—¡Qué aguafiestas eres, Finn! —dijo Tamara, rodando los ojos, aunque sabía que lo decía en broma.

La verdad era que la última persona con la que querría ir a una fiesta sería con Tamara. No es que no me cayera bien, pero sabía que una vez allí, me dejaría solo para ir a socializar con todo el mundo. Y entonces, una idea cruzó mi mente, una que me hizo sonreír de inmediato. Si no quería ir a la fiesta, podría planear algo diferente... algo mejor. Podría invitar a Nathan a hacer algo especial, algo solo para nosotros.

¿Truco o trato?

Sin pensarlo dos veces, saqué mi teléfono y escribí el mensaje más simple, pero que contenía una invitación que esperaba que cambiara el rumbo de nuestra noche.

Escribí y lo envié, sintiendo una pequeña chispa de nervios y emoción.

—Desde que te mudaste aquí, no has querido hacer nada conmigo —dijo Tamara, cruzando los brazos con una mirada acusadora.

Por obvias razones, no quería estar con ella. Había cosas en Tamara que simplemente no podía soportar.

—Simplemente no puedo, Tamara —mentí, mirando hacia otro lado para evitar su mirada persistente.

Tamara se acercó a mi cama y se sentó, mientras yo tomaba la grabadora que estaba sobre mi mesa de noche y la encendía para distraerme. Ella se levantó de nuevo, caminó hacia la ventana y la abrió un poco. Con una actitud desafiante, sacó un cigarrillo de su bolso de mano y lo encendió.

—Vas a dejar mi cuarto oliendo horrible —bufé, frunciendo el ceño.

—Relájate —respondió con una sonrisa sarcástica—. Este es el único lugar donde puedo fumar sin que nadie me vea. Las personas no pueden verme aquí.

—Debería contarles a todos tu pequeño secreto —dije con un tono que pretendía ser amenazante.

Ella me miró con una expresión de burla y dijo con una sonrisa maliciosa—. Y yo les contaré a todos que tengo un primo maricón.

—Hazlo, diles —respondí con un tono desafiante—. De hecho, me sacarías de un gran apuro. Pero tú, la chica que siempre quiere ser la señorita perfecta, la respetuosa con todos, pero que se fuma sus porros cuando nadie la está viendo. ¿Qué pensarán de ti?

—¡Envidioso! —replicó ella con una sonrisa traviesa—. A veces es el estrés, ¿sabes? Y hablando del estrés, no sé qué disfraz ponerme para Halloween. Quizás algo para provocar a Noah.

—En mi cuarto, no quiero escuchar ese nombre —dije enojado, sintiendo una punzada de rabia al recordar todo lo que había pasado.

—Entonces, ¿fuiste tú el de la golpiza? —dijo ella, sorprendida. —Bueno, antes de que se topara con Nathan ese día, Noah estaba conmigo.

Me volví hacia ella con una expresión de incredulidad y asco—. ¿Sales con él? —pregunté, casi riendo de lo ridículo que sonaba.

—"Salir, salir", no —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Pero nos hemos besado.

No podía creer lo que estaba escuchando. Sabía que Tamara tenía una especie de obsesión con Noah, pero escuchar que habían estado juntos de esa forma solo me repugnaba. No podía evitar pensar en cómo Tamara y Noah podrían haber estado juntos justo antes de que Noah se encontrara con Nathan. ¿Y Noah decía estar enamorado de Nathan? Qué farsa.

—Es un idiota —dije, la rabia comenzando a hervir dentro de mí.



#5580 en Novela romántica

En el texto hay: gay, amorgay, tristes

Editado: 08.01.2025

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