Evelin sintió un terrible dolor cuando su cuerpo golpeó contra una de las estanterías de aquella casa que llevaba cinco años compartiendo con un monstruo. El causante de aquel golpe la abofeteó tan fuerte que uno de los adornos de porcelana en aquel estante se hizo añicos en el suelo.
La mujer tembló cuando sus pies fueron lastimados por uno de los cortantes pedazos de aquel objeto y tragó cuando el hombre delante de ella la tomó del rostro. Estaba perdido en sus vicios, el olor al alcohol era desagradable y la chica solo se preguntaba por qué su familia le había dado aquella vida.
Había sido tonta al aceptar que la manipulasen, pero su padre estaba al borde de la muerte y su madre necesitaba una estabilidad, así que casarse con el adinerado hijo de un antiguo amigo de su padre era la única opción. Sin embargo, su padre se recuperó después de aquel matrimonio.
Su marido había pagado por todo el tratamiento de su padre, habían conseguido incluso un trasplante de corazón en tiempo récord y la habían abandonado. Obligado a vivir bajo el mismo techo que aquel hombre con una sola advertencia. Aquel matrimonio solo podía acabar el día en que alguno o ambos murieran.
¿Por qué?
Porque mientras ella era maltratada, ellos vivían una vida feliz en su bonita finca de España, sitio que les había regalado el monstruo, como ella lo llamaba, para alejarlos completamente de su vida.
— ¿Tú crees que puedes hacer lo que te dé la gana? — mi esposo gritó abofeteándome una vez más—. ¡Piensas que puedes rechazarme si eso quieres!
— Suéltame, Liam, estás… estás drogado, no hagas algo de lo que te arrepientas.
La voz lastimera de la mujer no fue escuchada, el hombre sobre su cuerpo la tomó del cabello y ella gritó de dolor cuando sus manos se apoyaron completamente sobre la porcelana rota para evitar que fuese su rostro el que saliera herido.
— Te compré, tú eres mi mujer y puedo hacer contigo, perra, lo que me dé la gana — mi esposo tomó una vez más mi rostro entre sus manos —. Eres una estúpida, una molestia; antes al menos eras bonita, pero ahora pareces un maldito cadáver de mierda.
Evelin sintió la mano de su esposo sobre su garganta, tembló cuando esa mano se movió hasta sus piernas y trató de alejarlo de ella. Aquella era la peor de las cosas que sucedían en su vida, no importaba si ella quería o no, aquel hombre la obligaba a dormir con él si así le apetecía y cuando estaba perdido en sus vicios era mucho peor que cuando lo hacía solo para recordarle que ella era su trofeo.
— ¡Suéltame, Liam! — lloró ella cuando sintió sus bragas ser bajadas —. Suéltame, por favor, deja… déjame ir — lloré más fuerte —. No hagas esto otra vez.
El hombre no la escuchó, Evelin no pudo empujarlo lejos y, aunque realmente no supo de qué modo uno de aquellos pedazos de porcelana llegó a su mano, sí vio la expresión de dolor en los ojos de su marido cuando lo clavó casi por completo en su espalda. Liam tosió sangre antes de alejarse de Evelin. La chica lo escuchó hacer un sonido extraño y cuando la alfombra de tono pálido comenzó a mancharse de sangre, el miedo la congeló.
¿Qué había hecho?
¡Lo había matado!
¡Había matado a su marido!
Evelin corrió fuera de la habitación, tomó su móvil entre sus temblorosas manos y marcó el único número que conocía de memoria. Su móvil dio dos tonos antes de que la única amiga que había tenido Evelin desde siempre atendiera su llamada.
— Eve, ¿qué sucede? — su amiga pareció extrañada—. ¿Por qué llamas a las…? ¡Oh Dios, son las cinco de la mañana!
— Lo maté… Lo maté, Lilian — lloré en pánico —. Creo que… que maté a Liam, necesito llamar a la policía, yo… yo no sé qué voy a hacer.
— ¡Oh, Dios mío Evelin! — su amiga gritó —. No hagas nada, no puedes llamar a la policía, te llevarán a prisión.
— Pero… él estaba… él quería… —La chica no podía hablar con claridad — lo hice porque no tenía otra salida.
— Evelyn, escúchame — su amiga trató de calmarla —. Tienes que irte, Liam es hijo del candidato a alcalde, tienen dinero para comprar un país entero, así que sí… si te entregas vas a ir a prisión.
— Pero… — Evelin trató de calmar sus jadeos — donde … ¿Dónde voy a ir, Lilian, yo… yo no tengo nada?
— Toma el dinero que tengan en casa, algo tiene que haber y vete, amiga — la mujer al teléfono se quedó en silencio unos minutos — yo… yo iré para allá, llamaré a la policía y te prometo que trataré de librarte de esto — su amiga suspiró — vete lejos y espera mi llamada para volver, ¿vale?
— Vale…
Evelin obedeció porque realmente su amiga tenía razón, lanzó sus cosas en una maleta antes de cambiarse la ropa y estaba a punto de salir de casa cuando su amiga bajó de su auto en la entrada. Evelin la abrazó, ella respondió a su abrazo antes de tomar sus manos con las suyas.
— Te prometo que voy a hacer todo para arreglar esto — entregó la llave de su auto —. Vete al aeropuerto y consigue un boleto a donde sea que no vayan a encontrarte, Evelin.
— Gra… gracias, Lilian… — susurró la chica.
— Eres como mi hermana Evelin, no me agradezcas y… recuerda esperar mi llamada.