Una nueva oportunidad

Capítulo 2

Aquello era mucho más bonito de lo que ella había pensado. Evelin bajó del avión que había tardado demasiadas horas en aquel viaje. La chica trató de bajar su maleta de aquel avión, maldijo una vez más para sus adentros cuando el frío la golpeó directamente en la cara.

El instinto le dijo a que llamase a su amiga, no obstante Evelin sabía que si había ido a aquel lugar lo mejor era evitar cualquier contacto. Al menos por ese momento. La chica se acercó a los dos hombres que la llevaron hacia aquel lugar tan desierto y fue a pagar el dinero pactado; sin embargo, aquellos tipos parecieron haber tenido otra idea.

— No, preciosa — dijo uno de los hombres después de tomar el fajo de billetes de su mano —. Mi compañero y yo estuvimos hablando, así que… queremos más. Si puedes darme mil dólares, seguro tienes más.

— Señor, quedamos en mil dólares, no tengo… no tengo por qué darle más.

— ¿No tienes por qué? — cuestionó el hombre antes de tomarla del brazo—. Estás aquí, en medio de la nada y sin ningún tipo de salida, así que será mejor que nos des todo por las buenas.

— ¡Por las buenas! — Evelin tragó — Cómo se atreve usted a decirme… cómo…

— Demasiada charla — dijo el sujeto empujando a Evelin sobre la nieve.

El sujeto tomó su bolso mientras el otro lanzaba la maleta una vez más dentro del avión. La mujer trató de ponerse en pie, pero fue empujada una vez más sobre la nieve y cuando su bolso fue lanzado completamente vacío hacia su lado, Evelin supo que estaba perdida.

— Recuerda una cosa, muchacha — el hombre subió al avión antes de hablarle —. Nunca confíes en un extraño y menos si estás en medio de la nada. Sigue hacia el norte para que puedas encontrarte con el pueblo, trata de que no te pille una tormenta tonta.

Alan sintió que el mundo comenzaba a girar una vez más cuando la niña afiebrada que seguía tosiendo de vez en cuando entre sueños no dejaba de sudar. El doctor había dicho que era un resfriado común, pero su hija había comenzado a sentirse peor a medida que el frío comenzaba a aumentar debido a la tormenta y su botiquín estaba completamente vacío.

El hombre se sentía frustrado, estaba molestísimo consigo mismo por no haberse dado cuenta de aquello, no obstante necesitaba que su vecina viniese como había prometido para que él pudiese ir al pueblo antes de que la tormenta que habían pronosticado realmente comenzara.

La puerta de la entrada sonó y Alan prácticamente corrió hacia dicho lugar, tomó las llaves de la moto de nieve porque estaba más que seguro de que su auto no serviría de mucho. Dio un pequeño beso a la mujer que siempre lo salvaba en los momentos difíciles.

— Dejé tu ginebra favorita en el gabinete de la sala — suspiró —. El hotel estará cerrada hasta dentro de un par de días, así que no tienes que ir a checarlo, así que solo quédate con las niñas hasta que vuelva.

— No te preocupes, muchacho, que soy vieja y tus niñas las he visto crecer, no te demores en el camino al pueblo.

— ¿Necesitas alguna cosa? — dijo el hombre mientras se colocaba su chaqueta de invierno —. Puedo traerte lo que quieras.

— No, mi niño, no hay nada que necesite, apúrate con la medicina de las niñas.

Alan asintió, caminó hacia la moto de nieve guardada en el garaje y supo que su día solo empeoraría mucho más cuando sintió la brisa que comenzaba a esparcir mucho más de prisa la nieve. Los recuerdos de la noche en que su mujer los abandonó vinieron a su cabeza, prendió la moto de nieve antes de decirse que ella se había ido, por haberse hartado de aquel… Aburrido hotel en medio de la nada.

Alan alejó aquellos pensamientos porque Yanina no merecía ni siquiera sus pensamientos. Era una mujer que había abandonado a sus propias hijas sin pensar en lo terrible que sería para ellas. El hombre pisó el acelerador de la moto de nieve y rezó en silencio para que realmente la nieve no arruinara o ralentizara sus planes.

Evelin sintió que moriría, su vestido y chaqueta no eran capaces de cubrir el frío que cada vez se hacía más intenso. La chica batalló cuando la nieve atoró uno de sus pies en medio de lo que parecía un camino. Evelin quiso llorar, pero temía que sus lágrimas se congelaran. Jadeó con fuerza cuando al lograr sacar su pierna de la nieve, pero terminó con su trasero completamente húmedo en medio de la nieve.

La chica miró el cielo oscurecido mientras se quedaba sin fuerzas, deseaba realmente que todo terminara de una mejor manera porque morir congelada fue la última de las cosas que deseó en aquella vida. La mujer se cuestionó si aquello era el castigo de Dios por haber acabado con la vida del bastardo de su marido.

Evelin jadeó, cerró sus ojos cuando dejó de sentir su cuerpo y realmente pensó que moriría cuando una figura apareció en su campo de visión. Era masculino, pero atractivo. rasgos que sin lugar a dudas eran completamente su tipo y, aunque lo último que quería en el mundo era ver a un hombre, aquel ángel que venía a llevarla al infierno, sin duda podría ser una buena compañía.

— ¿Me llevarás con el demonio? — Evelin sonrió sarcástica —. ¿Hay masmelos en el infierno? Amo, los masmelos son… mi…

— ¿Usted está bien? — Alan miró a la mujer sin ropa de invierno tirada en medio del camino, trató de ignorar las incoherencias que estaba diciendo a causa de la evidente hipotermia que tenía y se cuestionó cuánto tiempo llevaba ella a la intemperie en medio de la tormenta.




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