Evelin sintió que su cabeza dolía como nunca antes, su cuerpo de alguna forma se sentía cansado y no recordaba realmente qué había pasado después de que creyera que su vida acabaría con ella siendo un cubo de hielo. La mujer abrió los ojos de golpe al ser consciente de que el frío había desaparecido y tragó con espanto al darse cuenta de que ya no había un nublado cielo sobre su cabeza, sino una cama con dosel.
La mujer bajó de la cama empujando a un lado las cortinas, torció sintiendo su voz un poco oscurecida y cuando el latido de su cabeza fue evidencia indiscutible de que estaba sufriendo una fiebre la chica deseo poderse quedarse recostada, pero no sabía dónde estaba o cómo había llegado a aquella habitación que sin duda pertenecía a un hotel.
El miedo de que los mismos sujetos que le robaron todo la hubiese seguido y llevado a aún burdel le preocupó, pero se intentó calmar diciéndose que hacía demasiado fuera como para que un sujeto o cualquier sujeto quisiera arriesgarse a tener sexo con una mujer que no conocían de nada, además ella no estaba precisamente bonita.
Evelin abrió la puerta de aquella habitación y realmente temió salir al pasillo. Apretó el nudo de aquel albornoz que realmente no quería pensar cómo se lo colocaron, cerró sus ojos antes de dar un paso fuera de aquella habitación. La mujer esperó en silencio durante unos minutos. El ensordecedor silencio que se hizo a su alrededor preocupó más a la chica, así que abrió solo uno de sus ojos presa del miedo.
— Pero que…
La mujer se quedó conmocionada por lo que vio, estaba prácticamente a un par de pasos de lo que era sin dudas un bonito salón. Las dos chimeneas inmensas a ambos lados de las puertas y ventanas de madera de estilo antiguo no estaban prendidas, pero las luces sobre su cabeza sí lo hacían. Aquel lugar olía a madera y algo más. La chica caminó hacia el mostrador a su derecha, que obviamente también estaba vacío.
No había mucho más allí que una pequeña cesta con folletos de algún tipo, La mujer tomó uno de ellos y sintió un poco menos de preocupación cuando vio que aquello parecía más un hotel normal a cualquier otro sitio. No obstante, eso no descartaba que ella fuese llevado a algún lugar cerrado que…
Una risa hizo que dejara de mirar el papel entre sus manos, Evelin tragó antes de mirar directamente hacia la puerta detrás del mostrador de aquel lugar y jadeó cuando las luces del techo tintinearon. Evelin se movió por instinto hacia atrás cuando las luces se apagaron por completo. Escuchó otra tenebrosa risa hacer eco alrededor de aquel inhabitado lugar y cuando las luces se hicieron de nuevo, me invadió el pánico más absoluto.
— ¡Oh, dios mío!
Gritó cuando vio a dos pequeñas de pie a unos pasos de ella, no lucían precisamente aterradoras, pero sin lugar a dudas no era normal que estuviesen en aquel lugar desolado. Evelin trató de no pensar en aquella espantosa película de terror donde los fantasmas recorrían un, espeluznante hotel en medio de la nada.
La mujer tragó antes de darse la vuelta dispuesta para correr lejos de aquellas… aquellas presencias junto al mostrador. Llegó justo hasta la mitad del pasillo antes de que su cuerpo golpease con algo más. La mujer pensó que caería al suelo, pero fue tomada de la cintura por alguien.
Alan agradeció cuando su planta de emergencia encendió después de un par de golpes, había recibido un mensaje de los empleados del servicio eléctrico anunciando que quitarían un par de pinos del tendido eléctrico.
Pero con todo lo que había pasado la noche anterior, lo había olvidado por completo, así que había rezado para que aquella cosa funcionara realmente. Lo que nunca imaginó fue que terminaría una vez más sujetando a la mujer en albornoz que rescató la noche anterior.
Evelin jadeó cuando vio al hombre que la había sujetado, las luces la dejaron ver muy bien los rasgos masculinos y definidos de aquel rostro increíblemente apuesto. Los destellos de lo que sucedió en sus recuerdos hizo a la chica reconocer aquellos ojos negros que le habían mirado mientras ella creía que se convertiría en una paleta helada.
— ¡El ángel de la muerte! — susurró antes de abrir sus ojos — ¡Oh por dios! ¡Estoy en el infierno!
La mente de Evelin se llenó de razones por las que estaba en aquel hotel, se cuestionó si quizás estaba esperando su turno de ser juzgada ante el demonio por asesinar a su marido, pero esperaba que las chicas que había visto no estuvieran pagando también algún castigo porque eran demasiado pequeñas para…
— ¿Está usted bien de la cabeza? — la masculina voz del ángel de la muerte vino acompañada de una ceja alzada — ¿Por qué sigue hablando del infierno?, este lugar está bastante apartado del mundo, pero no es el infierno, ¿Sale siquiera dónde está?
— Yo no…
— ¡Papi!, la mujer corrió cuando nos vio— Evelin fue interrumpida por una de las pequeñas que había visto— ¿Es porque no hiciste mis moños hoy?
— No, cariño, la señorita, aquí está… —Aquel hombre me miró cargando a su hija — un poco confundida por lo que le sucedió anoche.
— Señorita, no debe salir cuando hay nieve — Evelin bajó la mirada hacia la chica que se había parado justo a su lado, lucía idéntica a la que ahora estaba en los brazos de aquel extraño —. ¿No se lo enseñaron en el colegio?
Evelin no supo qué decir, tampoco cómo actuar y sobre todo deseó que el mundo se la tragara, ya que era más que evidente que había dicho tonterías a un hombre que no conocía, pero la había rescatado de morir congelada. La mujer carraspeó antes de tomar el valor para mirar al extraño.