Una nueva oportunidad

Capítulo 9

Aquello era una situación inaudita, Alán trató de recuperar su respiración a un ritmo normal mientras la chica que ahora era prácticamente un tomate se movía nerviosa de un lado a otro de la cocina frente a él.

— Lo lamento tanto, señor, soy una torpe — Evelin se disculpó precipitadamente —. No vi la pala y solo quería ayudarle, no quería… no quería…

— Todo está bien — Alan trató de sonar sincero — fue un accidente, no fue su intención, ¿Cierto?

— Si no lo fue — la chica replicó a prisa.

— Bien, exactamente por eso no tienes que disculparte — Alan suspiró mientras miraba el bol con ensalada a un par de pasos en la encimera —. ¿Qué estabas cocinando?

— El almuerzo, ensalada, cesar con puré de patata — respondió la chica tranquilamente —. Sé que estamos en invierno, pero quiero que las niñas coman saludablemente. Mi madre decía que…

La chica dejó de hablar al pensar en su madre, siempre le había dado buenos consejos, pero solo para convertirla en la mejor esposa del mundo para alguien tan… Desagradable, como lo era su exesposo. La chica suspiró volviéndo a la realidad, volteó sus ojos recordándose que no debía mencionar nada de su pasado y carraspeó.

—¿Qué era bueno comer saludable y ligero en la mañana? — Evelin miró una vez más a la entrepierna de Alan —. De veras, me hace sentir muy mal que, de alguna manera, terminó lastimándolo — negó la chica —. Usted me ha ayudado tanto que …

— Tranquila, solo tenga más cuidado, iré por las niñas al hotel — Alan sonrió — suelen pasar tiempo en la sala de juegos cuando no hay nadie alrededor.

La chica asintió agradeciendo en silencio que la dejaran sola una vez más, pensó en su vida, en todo lo que estaba sucediendo más allá de Alaska y deseo que la tormenta de nieve nunca terminara ahí fuera.

Había escuchado decir a los sujetos que casi la abusaban, que no volverían a volar debido a la tormenta. También habían escuchado decir que ni siquiera el periódico llegaría en un par de semanas y eso había reconfortado tanto a Evelin que incluso se había sentido mal.

Ella había cometido un crimen, se había fugado porque sabía que todos la culparían y ahora debía quedarse en silencio. Evelin también se sintió un poco mal por aquel hombre encantador que estaba dándole su casa, no quería mentirle, pero tampoco creía que pudiera comprender su verdad, la verdad en la que ella era simplemente una asesina.

Alan buscó a sus hijas alrededor del hotel mientras pensaba en la chica algo nerviosa que había visto en su cocina, no se sentía tan bien como para decir que realmente le agradaba que estuviese en su casa. Se había hecho a la idea de que siempre serían él y sus hijas.

El hombre negó abriendo las puertas de su despacho en el hotel para luego ver a sus dos hijas jugar sentadas en el cómodo sofá de su despacho leyendo alguna cosa cubierta con la manta naranja que siempre guardaba para ellas. El padre se sintió orgulloso mientras caminaba hasta ellas.

— Nenas es hora de ir a comer — dijo sonriéndoles — ¿Por qué están aquí?, ya prendí la calefacción en la casa y Evelin estaba preparando la comida.

— Queríamos terminar de leer el libro de los doce sueños, papi — suspiró Sara antes de cerrar el libro —, pero queremos comer con la señorita Evelin. ¿Vas a dejar que se quede, verdad? — Sara hizo un puchero antes de bajar del asiento también.

Alan no sabía si realmente era capaz o no dejar a aquella chica quedarse, le había dicho que lo hiciera, pero temía acostumbrarse demasiado a su presencia, además. No sabía nada de ella, de su pasado o de dónde venía.

— Bien, veamos cómo le va y ya diremos si se queda o no.

Alan vio la expresión de disgusto de sus hijas, quiso decir algo, pero no fue capaz de hacer o decir nada por qué ellas, simplemente salieron corriendo hacia la casa, dejándolo solo en su despacho pensando en Evelin y lo agradable que era aquella chica, en lo preocupante que era.




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