Una nueva oportunidad para la voluntaria -Tnoftv

Capitulo X: La reconstrucción

Sobre algunos fragmentos de la esfera había rastros de líquido rojo, al juntarlas todas Arlos sintió, por primera vez, una injusta amargura. Esta cosa vieja e insignificante había sido el detonante para una discusión que nunca debió darse o que, por lo menos, no debió ser vista por ninguno de los Lores y una tercera y extraña señorita.

Una dama como Lady Rubín cuyas manos, desde que nació, solo habían tocado seda y piedras preciosas había exigido al príncipe que le devolviera una mugrosa piedra que le había sido dada por una simple plebeya. Más lógico habría sido esperar tal reacción ante el hecho de que el príncipe abiertamente había desconfiado de ella atribuyéndole una mala acción... pero no por la esfera.

Retó al príncipe por una esfera.

¡Una esfera!

La esfera que recibió con alegría, con la que durmió, a la que mostró orgullosa a los niños y a su padre, frente a la cual sonrió y guardó en ese ridículo tahalí.

—Lord Beckel, Lord Jalil, acompáñenme por favor —les pidió Lord Arlos con una mirada grave.

El príncipe había dado la espalda al bosque, aunque miraba a Lady Aidina, lo único que podía recordar era aquella mirada feroz de su prometida. Ojos siniestros, agudos, despectivos que lo miraban solo a él, que penetraban en su cuerpo como queriendo traspasarlo. Nunca se imaginó ver tal expresión en Lady Rubín.

Si bien su malvado rostro le había sido descrito, jamás pensó que ella podría atreverse a mirarlo de esa forma.

Lady Aidina buscó entre las pupilas desenfocadas, balbuceó unas cuántas palabras para hacer volver al príncipe. Su actitud le había causado asombro y pavor. Trató de convencerse de que las intenciones del príncipe no habían sido maliciosas, él solo había malinterpretado la situación, pero "¿cómo pudo pensar así de su prometida? ¿No la quiere?" Independientemente de si la prometida del príncipe era amada o no, ese no era su problema, eso solo era asunto entre ellos.

—Príncipe, vaya tras Lady Rubín, juro que ella no me hizo nada malo. Estábamos aclarando las cosas y fui yo quien le pidió la gracia de seguir en contacto para volvernos más cercanas. Aunque lo haya dicho, no creo que me odie. Príncipe, le ruego que arregle las cosas con Lady Rubín. ¿Me escucha, príncipe?

—¿Cómo puedes estar de su parte, Lady Aidina? ¿Cómo puedo creerte si conozco como es ella? —musitó el Príncipe. Aidina le estaba sujetando los brazos al implorar que cumpliera su pedido.

—¿Está seguro que la conoce bien, Príncipe? Lady Rubín ha cambiado. Usted me dijo que le comunicara cualquier incidente que tenga con ella, pero no le he comunicado nada porque, en realidad, ella no ha hecho nada contra mí, a excepción de hoy, ¡pero han sido solo palabras!

El príncipe Luscher agachó la cabeza, sus cabellos cubrieron sus ojos. Abrazó a Lady Aidina por el impulso de sentir respaldo para que así la culpa desapareciera.

—Le he mostrado una parte horrible de mí... a mi estimada invitada. Lo siento por eso, Lady Aidina, por favor, permítame estar así unos segundos más.

La voz débil y vulnerable del príncipe enterneció el corazón del Lady Aidina. Se mantuvo cerca de él por su propia voluntad, apoyándolo sin palabras, solo con su compañía.

El Príncipe era un hombre muy fuerte y determinado, verlo en ese estado la hizo sentirse más cercana a su ser, era una faceta desconocida de este hombre que algún día sería el Rey de la nación más próspera del mundo. Por un segundo se sintió dichosa por ser ella la que estaba entre sus brazos, hasta que un pensamiento lúgubre pasó por su mente: que este hombre fuerte y determinado ha acabado en este estado por una mujer. Ella también recordó los ojos salvajes con los cuales lo había mirado. Como si hubiera estado dispuesta a atacar con todas sus fuerzas.

Lady Aidina no había conocido a mujeres que se atrevieran a levantar una mirada, ni siquiera de disgusto, frente a un hombre con más poder que ellas; sin embargo, Lady Rubín miraba así porque quería y podía, sin importarle nada más. Nuevamente, volvió a emocionarse al sentir una fuerza desconocida dentro de ella. Lady Rubín era realmente una mujer con un interior perverso porque los ojos de su alma podían transmitir crueldad; pero también era una mujer libre, pese a estar bajo el control del Rey y, poderosa, pese a no tener magia. Extraña realidad.

Una vez vuelto en sus sentidos, el Príncipe levantó la mirada y observó el rostro precioso de Lady Aidina, suave, pálido, atrayente, y esa sonrisa que se dirigía a él. Cuando la veía solo calidez podía sentir, una gran tranquilidad.

—La escoltaré hasta su habitación —le dijo y tomó delicadamente la mano de Lady Aidina.

"¿Por qué contigo es todo lo contrario?", ese pensamiento se perdió con el atardecer.

Los fragmentos estaban sobre una mesa mientras eran observados por los demás Lores. Hacía mucho tiempo que ninguno de ellos había estado frente a una situación en donde literalmente tenían que arreglar los platos rotos. Con otros objetos ello habría tenido una solución más rápida, pero esa baratija de artilugio era arcaica y además contenía magia en su interior lo que podía impedir que otro maná del exterior hiciera modificaciones sustanciales en su estructura.

—Usted no dice ser un genio resolviendo líos, Lord Jalil, ¿qué piensa respecto a esto?

—Mi especialidad se enfoca en otros rubros más interesantes, pero creo que puede ser posible recuperar el maná, aunque no el cristal en sí. Eso ya no tiene forma de ser reparado.

—Consultaré este libro, denme un poco de tiempo, por favor, tengo una idea —dijo Lord Beckel.

—No creí que fueras tan condescendiente con tu prima, Lord Arlos. ¿Ahora te agrada? —Jalil fue a tomar asiento y desde su posición esperaba la respuesta del adolescente. Estaba presente allí, pero su intención no era ayudar, solo no quería estar aburrido en su habitación ahora que todo el ambiente se había estropeado por culpa de la pareja dispareja.



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En el texto hay: reinos, universitaria, transmigrar

Editado: 22.09.2021

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