Una promesa de amor

CAPÍTULO 16: UNA GRIETA

Anabell Jones

El reloj marcaba las cinco y veintidós de la mañana cuando abrí los ojos, sin que la alarma sonara. No había dormido más de tres horas, pero algo en mí se resistía a cerrar los ojos otra vez. La oscuridad aún cubría la habitación, pero mi mente ya estaba despierta, atrapada en el recuerdo de la noche anterior.

La cena con Erick y Anhne aún palpitaba en mi pecho. Podía verme a mí misma sentada frente a ellos, fingiendo calma mientras todo en mi interior se agitaba. El pastel de chocolate intacto, las palabras de Anhne flotando como burbujas frágiles en el aire, y los silencios... Dios, los silencios. Tan cargados de historia como las miradas que intercambiamos él y yo.

Suspiré. Me senté en la cama, con la espalda encorvada y el cabello desordenado. Me pasé las manos por el rostro. Era hora de moverme. Sabía que el presente no me daría tregua solo por permitirme recordar.

La ducha fría me obligó a despertar. Cerré los ojos bajo el chorro de agua y traté de calmar la respiración. Pero el nudo en el pecho no cedía. Cuando salí, envuelta en una toalla, recibí una notificación urgente en el celular: "Cambio en el protocolo de seguridad. Se solicita su presencia inmediata en la sede central."

Marcus ya me esperaba abajo, el motor del auto encendido. Su rostro era una máscara de profesionalismo, pero sus ojos traicionaban alerta.

—No es habitual que te contacten directamente —comentó, abriéndome la puerta.

—Nada en estos días es habitual —respondí.

Durante el trayecto, mi teléfono vibró varias veces. Mensajes de diferentes miembros de la organización, todos con un matiz similar: urgencia, precaución, sospecha. Pero ninguno ofrecía detalles.

Al llegar, la atmósfera en el edificio era distinta. El personal se movía con eficiencia forzada, como si todos hubieran sido puestos en alerta sin saber contra qué debían protegerse. El aire olía a café fuerte y miedo disimulado.

Un par de agentes de seguridad me recibieron en la entrada. Sus rostros, tensos.

—¿Ocurrió algo? —pregunté sin detenerme.

—El Consejo se convocó esta mañana, señorita Jones. Emergencia interna. Reforzamos el protocolo de seguridad.

—¿De qué se trata?

—Se sospecha que hay un infiltrado dentro del Imperio. De alto rango. No se descarta que haya sido responsable del atentado contra Andrew.

Las palabras me paralizaron por un segundo. El ataque a mi hermano menor había sido un punto de quiebre. Hasta ahora, había asumido que venía del exterior. Pero si había sido alguien desde adentro... la gravedad de la situación duplicaba su peso.

—¿Quién convocó la reunión?

—El jefe de Inteligencia. Dicen que presentará pruebas hoy.

Me dirigí al ascensor sin responder. Cada piso que subía me alejaba de la sensación de control que había construido cuidadosamente desde mi regreso.

En mi oficina, todo estaba como lo dejé, excepto por una carpeta en el escritorio. Sellada. Dirigida a mí. La abrí con rapidez. Era de Adriel. Reconocí su caligrafía sin dudar:

"El momento ha llegado. Si no estamos juntos en esto, no estaremos en absoluto. Nos vemos en la sala de guerra. A."

El mensaje era breve, pero cargado de significado. Mi mellizo. Si había recurrido a escribirme, era porque sabía que no confiaría en ningún otro canal.

El ala este del edificio estaba más custodiada que nunca. Los pasillos estaban vacíos, el eco de mis pasos me recordaba lo que estaba en juego. Cuando entré a la sala de guerra, Adriel ya me esperaba. De pie. Inquieto. Con el entrecejo fruncido y las manos tras la espalda.

—Llegas tarde —dijo sin mirarme.

—Me acabo de enterar.

—Eso no debería pasar, Anabell. Si hay un traidor, no sabemos qué canales están comprometidos.

Me crucé de brazos. —Estoy aquí. Eso es lo que importa.

Se giró hacia mí. Había algo distinto en su mirada. Cansancio, sí. Pero también determinación.

—Anoche entregaron un informe. No es solo una sospecha. Hay pruebas de que alguien del segundo círculo está filtrando datos a una organización externa. Interceptaron comunicaciones cifradas, y los patrones coinciden con eventos clave: la pérdida en la bahía, el ataque a Andrew, el sabotaje en el banco suizo.

—¿Tienes nombres?

—Aún no. Pero hay coincidencias con accesos internos a los servidores principales.

Guardé silencio. No necesitaba decir que esto era grave. Lo sabíamos.

—Por eso escribiste la nota —dije finalmente—. Quieres que trabajemos juntos.

—No. Necesito que trabajemos juntos. Tú eres la única persona a la que no pueden conectar con el sistema de comunicaciones filtrado. No porque confíen en ti... sino porque te consideran una amenaza.

Alcé una ceja. —¿Eso es un cumplido?

—Es una oportunidad. Si tú entras a la unidad de contrainteligencia, yo puedo mover mis fichas desde adentro. Quiero que tomes el mando de la División Sombra. Ya conoces el protocolo.

—No me han nombrado oficialmente parte del Consejo.

—A nadie le importa eso ahora. Tú sabes moverte entre enemigos. Eres buena leyendo mentiras. Y yo estoy al borde de perder el control del ala este si esto sigue.

Lo observé. Me dolía ver la sombra en sus ojos. Keiran habría sabido qué decirle. Yo solo podía ofrecerle mi presencia.

—Estoy dentro —dije.

Adriel asintió. Por un segundo, pareció que todo el peso que cargaba se aligeraba un poco.

El sonido del comunicador integrado a la pared interrumpió el momento. Una voz masculina, firme, anunció:

—Todos los convocados deben presentarse en la sala central. El Consejo iniciará en diez minutos.

Nos miramos sin decir palabra. Caminamos juntos por el pasillo hacia la sala del Consejo.

Y mientras abríamos las puertas, supe que el juego había cambiado. Las piezas se habían puesto en movimiento.

Y uno de nosotros iba a perderlo todo.

Y mientras abríamos las puertas, supe que el juego había cambiado. Las piezas se habían puesto en movimiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.