Lea ingresa a la terraza de la mansión Del Toro de la mano de Damián y muerta de nervios debido a que no tiene idea de lo que va a decirle al atractivo y cariñoso abuelito, aun cuando algo le dice que no es una mansa paloma.
La sudoración en las manos y el cuello le avistan una crisis de pánico. Tambalea. Damián la sostiene y al mirarla se percata de que sus ojos se encuentran húmedos, brillantes, mojados.
— ¡¿Pero qué te pasa mujer?! – susurra descolocado — ¿por qué coño lloras, joder? – inquiere acercándola a su cuerpo.
Tiembla un poco por su cercanía sin embargo se recompone como el macho que es, ese que le va a dejar las cosas claras. No es de los que tiene mucha paciencia.
— ¡Que me van a descubrir! – sorbe un poco por la nariz nada elegante y Damián pone mala cara — tu abuelo puede que sea agradable, pero no creo que se haya tragado el cuento de que somos novios y tengo miedo, estoy sola en este país, sin trabajo y… sin dinero – solloza en silencio a causa del estrés que le produce la situación.
— ¡Exacto! – levanta su rostro y queda embobado por un momento con sus ojos miel lagrimeando — en eso… - carraspea un poco para recomponerse — es lo que quiero que pienses, en que soy lo único que tienes en este momento – ella lo manotea por odioso y arrogante — ¡Ey, eso duele! – se queja.
— Entonces no te burles de mi pena ¡cara de mono! – ella le reclama, lo ofende en español.
— Sabes que hablo español ¿cierto? – ella abre la boca, cierra los ojos y asiente — no tengo cara de mono Lea, pero en este momento soy lo único que tienes y que está dispuesto a ayudarte con tu… - la mira mosqueado para que no lo golpee de nuevo — dificultad – le sonríe encantador.
— Gracias, cara de mono – Damián pone los ojos en blanco por la niñería — pero tengo miedo de todas maneras – resopla él con fastidio.
— ¡Pero si nadie va a comerte! – dice entre dientes — además ya tienes a Mauricio Del Toro en el bolsillo – piensa en su madre y traga fuerte — quizás… - suspira esperando que no note su expresión de preocupación.
— ¿Qué? – inquiere nerviosa — ¡habla por Dios! – eleva la voz y el la atrae a su pecho.
— No grites por favor ¡eres una histérica! – regaña como si fuese una niñita — mi madre… - respira profundo — es un poquitín quisquillosa y… - piensa un poco para suavizar la situación — tal vez sea un tanto delicada con lo de la: - aparta un poco a Lea y la señala — vestimenta y la elegancia, es decir todo eso…
— Toda la mierda social ¿cierto? – exclama ella con seriedad a lo que él asiente restregando su rostro — me siento tan feliz ahora que lo se…
— Lea…
— ¡No! – señala hacia su rostro — no te atrevas a suavizar lo que es, me elegiste porque quieren una Barbie hermosa, elegante y sutil – solloza sorbiendo los mocos sin ninguna delicadeza — ¡y yo soy todo lo igual a esa mierda! – su poco manejo del inglés la traiciona.
— Lo contrario – dice sin querer lastimarla más.
— ¿Qué? – arruga la frente junto con las cejas y se ve adorable.
— Es que la palabra que iba en la oración anterior era contrario u opuesto – aclara. Ella piensa un poco.
— Lo que sea, eres un tramposo y ejecutor – llora de nuevo. Niega — ¿Qué?
— Manipulador…
— ¡Ya sé! – reclama — deja de hacerte el… el… ¡no sé cómo se pronuncia! – cubre su rostro.
— ¡Cálmate y entremos! – solicita en un tono bajo y solemne.
— Va a destrozarme y se dará una cuenta – Damián mira al cielo negando por su ingles atropellado.
La abraza y ella llora un poco más, luego comienza a respirar con más calma y al sosegarse corresponde el abrazo. Por alguna razón extraña y muy contradictoria Damián se siente bien, cómodo teniéndola entre sus brazos, de la nada salen las ganas de protegerla, de evitar que le hagan daño, pero reacciona y se abofetea mentalmente.
— Lea mírame – obedece y él sonríe por su pequeña nariz roja y sus labios hinchados. El calor llega a su… — necesito que entremos, saludes y vamos a mi habitación – ella intenta hablar —, antes de que digas cualquier cosa, tengo unos vestidos y zapatos nuevos arriba para que te cambies – pestañea muchas veces.
— ¿Por qué tienes?
— No preguntes, vamos…
Entran a la enorme casa, todo es lujoso y nuevo. Pomposo tal como lo es Damián. Lea se entretiene mirando todo mientras él la conduce por el pasillo hasta la sala de estar. Mauricio Del Toro se levanta con la sonrisa de oreja a oreja y Mariah Del Toro – madre de Damián – jadea impresionada.
— ¿Pero quién? – intenta hablar la doña.
— ¡Es Lea, la novia de Damián! – dice el abuelo divertidísimo.
— ¡No puede ser! – se abanica la doña — hijo dime que no es cierto…
Lea la mira mosqueada, pero se percata que la señora no es tan caustica como el par de mujeres que se encuentran de pie junto a ella, la miran con asco y repulsión tal como si hubiese salido de un basurero.
En ese momento Lea Ferrero “la que no domina el inglés”, decide que se gana ese millón de dólares y si estas víboras quieren guerra, pues guerra tendrán.
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Editado: 03.02.2025