El rostro de Doña Mildred se arruga como una pasa al ver que Paula Del Toro ingresa con una preciosa sonrisa en el rostro luego de que haya insultado a su retoño haciéndose dueña y señora de todo lo que pisa como si fuese una gran pieza de arte.
< Es una gorda >, piensa la doña orgullosa su muy estilizada figura.
— ¡Paula Angelina, que placer! – saluda. La aludida sonríe radiante.
— Mildred Josefina – abre los ojos devolviendo el veneno que supone decir el segundo nombre — ¡qué bien te ves! – entonces contraataca aludiendo tácitamente a los “arreglitos y refrescadas corporales” que se ha hecho la mujer para estar así de estilizada.
Paula decidió desde muy temprano que pese al grosor de su cuerpo, curvilíneo y voluptuoso, no se haría ninguna operación ya que Harold Del Toro la ha amado siempre rellenita. La sociedad Española en los Estados Unidos refleja la estirpe en el entorno visual, tal como en el siglo dieciocho cuando las mujeres que eran poco agraciadas se quedaban solteronas solo para actuar como institutrices de sus propias sobrinas, fomentando en las jovencitas una emoción competitiva por el macho en juego es decir, por el soltero codiciado.
Hace diez años Paula Angelina Oviedo se propuso conquistar a un hombre por amor y no por belleza u opulencia, si bien proviene de una familia también pudiente de España – por supuesto no de la realeza como su marido –, ella pudo sembrar en el Del Toro una semilla de pasión que se convertiría en amor luego del cortejo y que ella le diera el sí hasta llevarla al altar. Una bonita historia de amor que viven desde hace – como ya se ha mencionado con antelación – una década.
— ¡Paula mi amor! – don Mauricio la achucha como si fuese su propia hija — ¡bienvenida! – le da dos besos y la lleva hasta donde se encuentra Lea — Ella es Lea – dice con una sonrisa de fechoría sembrando un poco más de cizaña a la pequeña fiera Stanford que bulle de rabia.
— ¿Qué tal cariño? – le sonríe tan bonito que los bellos ojos de la aludida se llenan de lágrimas, la mujer se acerca a ella — ¡felicidades! Cazar a un millonario es un logro, pero si se trata de Damián Del Toro es una verdadera proeza – le sonríe cómplice a una encandilada Lea.
— ¡Oh vaya, gracias! – responde en un inglés casi perfecto exceptuando el acento latino —. Creo que lo mismo digo – abre los ojos desplegando una sonrisa nada fingida.
— ¿Ah Harold? – mira a su marido con amor infinito — en realidad fue él quien me cazó a mí – le hace un guiño.
La cena se sirve en el suntuoso comedor. Las manos de Lea tiemblan ante el derroche de elegancia, la cantidad de utensilios para comer y los finísimos platillos servidos de manera perfecta le daban un aire decadente a lo que es una simple cena familiar. Damián mira de reojo a “su novia” que ha empezado a transpirar, Gretta sonríe triunfante ante la incomodidad de la intrusa que no reconoce un simple tenedor de un cuchillo para untar.
— Parece que la invitada de honor se encuentra un poco perdida en el gran mar de los utensilios – expone venenosa Gretta con una gran sonrisa.
— Es cierto dice Mildred – la observa como a un bicho raro — ¿nunca has comido en un restaurante querida? – pero en el momento que se dispone a responder es interrumpida por Paula.
— ¿Qué no es obvio? – señala — Lea debe tener unos veinte años Mildred por favor – ríe audiblemente, pero suave y sofisticado —, los jóvenes hoy en día solo comen hamburguesas y hot dog – Lea asiente de acuerdo con la mujer — ¡viven al mil por ciento! Realmente me extraña que Damián los reconozca…
— Y no lo hago – responde a la pregunta tácita de su cuñada — realmente me cuesta – expone sin preocupación.
— ¡Pero Damián por el amor de Dios! – mira a su madre y se encoge de hombros.
— Discúlpame madre, he pecado premeditadamente – a Lea se le escapa una risa y Paula junto a Harold la siguen sin problemas —, he olvidado el protocolo – le sonríe de manera angelical y doña Mariah le devuelve una mala cara.
Damián mira a Lea y le hace un guiño tan pícaro que su rostro enrojece como un tomate, una sensación de calor se instala en su estómago, de repente ha perdido el apetito, sus ojos se llenan de lágrimas al percatarse de que ni siquiera encaja como una novia normal en la vida de Damián. No le cuesta creer el hecho de que se estén utilizando – o según dice Damián “ayudándose” – le preocupa no tener el valor de enfrenarse a la realidad que le espera luego de esta cena y aunque sabe perfectamente que siempre va a ser una farsa y que se terminará en el momento que el “viejito lindo” entregue la herencia a su futuro esposo, habría preferido elegir ella al hombre con el cual se iba casar. Las voces se hacen un poco más nítidas a su alrededor y se da perfecta cuenta que al sumirse en sus propios pensamientos no escuchó a su archi enemiga declarada: Gretta, vociferar en su contra.
— ¿Y cuánto crees que te durará la bromita Damián? – escupe la arpía con odio mirando a Lea — si no te emparejaste conmigo que soy perfecta para ti – suspira conteniendo el genio y la malcriadez — menos con esa que es vulgar y…
— ¡Sí Gritta lo sabemos una zarrapastrosa! – pone los ojos en blanco una Lea fastidiada.
— ¡Es Gretta estúpida! – dice en un jadeo la ofendida.
— Si bueno, mi inglés es un poco atropellado – responde Lea con una sonrisa solo de labios — y respecto a lo de estúpida… ahórratelo porque tu bien lo has dicho: no-soy-perfecta y puedo hacer uso de mis imperfecciones para defenderme de ti y de cualquiera que desee herirme – se levanta lanzando la servilleta sobre el plato sin tocarlo — ¡permiso, de repente ya no tengo hambre! – se retira hacia el área del jardín dejando a todos sorprendidos.
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Editado: 03.02.2025