Una Propuesta Millonaria

Capítulo 14.- Decepción

— ¿Podrías esperar por favor? – Lea prácticamente corre detrás de Damián.

— ¡No! – responde ofensivo — ¡date prisa! – gruñe — ¿a menos que desees quedarte a platicar con alguien más? – se detiene abruptamente.

Lea interrumpe su casi carrera evitando colisionar con el hombre que acaba de gruñirle, no da crédito a las palabras que acaba de soltar, se enfada con él y lo encara de manera dramática.

— ¡No entiendo tu molestia! – da un paso al frente decidida a que no se dejará mangonear de él a quien le está haciendo un gran favor — me dijiste que socializara y mantuviera la calma. Tu cuñada o ni idea de lo que es tuyo… - toma una respiración para continuar — es linda y agradable y… y – él la mira con una sonrisa extraña que la enoja — ¿de qué coño te ríes imbécil?

— De lo ilusa que eres Lea – expone con aburrimiento — Paula es una excelente persona y goza de todo mi afecto, no quiero que me malinterpretes por favor – baja el tono —, pero ellos dos saben perfectamente que tú y yo no somos nada – pone los ojos en blanco.

— ¿Entonces esto? – los señala a ambos — ¿es una mamarrachada? – niega — ¡explícame porque no entiendo una mierda! – se exalta Lea queriendo saber que va a suceder.

— Entra al auto y deja la tontería ¡por el amor de Dios! – abre la puerta de su fabuloso convertible en un tono azul que la hace babear — deja de hacer escenas – la acerca a su rostro — nos miran por la ventana – entonces ella se aprovecha del momento y lo empuja como una novia celosa caminando hacia la salida.

Desde la ventana efectivamente unos ojos del color del cielo observan la escena y las manos de la fémina se cierran con la furia de tener que presenciar una pelea de novios que le corrobora lo cercanos que son. Gretta ruge para sus adentros clavando las uñas en sus delicadas manos sintiendo un fuego correr por sus venas al experimentar el odio creciente hacia Lea.

< La voy a destruir >, se dice a sí misma conservando el mutismo en presencia de su madre, Mariah y Mauricio.

— No cabe duda que son tal para cual – tres pares de ojos lo observan como si fuese un fantasma.

— No digas tonterías papá, esa chica es demasiado… - toma una respiración profunda en aras de no ser insolente — tosca para casarse con Damián – termina la frase conteniendo un gruñido al verla a ella manotear a su hijo.

— Pues yo lo que veo desde aquí es una pelea de novios y hasta podría adivinar que se dicen – el hombre mayor se carcajea y deja a las mujeres mirando por la ventana desdeñando el panorama.

Damián toma del brazo a Lea y la pega a su pecho, ella gira el rostro evitando el beso que se encuentra dispuesto a darle tomado por una rara emoción, la retiene mirando sin perder detalle de cada una de las expresiones de su hermoso rostro, se siente extraño ante el cumulo de sensaciones que interpreta como deseo al recordar la noche que pasaron juntos, esa que al parecer ella no recuerda. La ingresa al vehículo casi a empujones, cierra la puerta para que no escape y trota hacia la otra puerta, ella lo mira y su piel arde ahí donde sus manos apresaron la carne, suspira entrecortado convencida de que el vino que tomó le está jugando una broma.

— Eres fuerte y terca mujer – resopla enfadado.

— ¿Quieres que esta mierda resulte o no? – se cruza de brazos como si no hubiese dicho una insolencia.

— Me gustaría más que te mantuvieras tranquila y evitaras las tonterías de hace unos minutos – dice ya fuera de la propiedad.

Ella lo mira con ojos entrecerrados y su boca es más rápida incluso que su cerebro.

— Entonces facilítame el manual que explique con detalle lo que debo hacer “Sr. Perfecto” porque tal parece que yo ya no lo soy – gruñe exasperado ante sus palabras.

— ¡¿Quién dice que no lo eres?! – ella lo mira como si le hubiese salido otra cabeza.

— ¡¿Tu manera desagradable de retarme quizás?! – él exhala el aire que ni siquiera sabía que sostenía.

Toma dos, tres respiraciones más tratando de calmarse para evitar que ella se percate de que no tiene idea de lo que quiere hacer más que tenerla cerca.

— Tal vez este no haya sido el mejor momento para traerte a casa – explica con un poco más de tranquilidad —, pero mi abuelo estaba muy exigente últimamente y si no lo hacía pues…

— ¡Ya se, ya se! – dice Lea con voz cansina — te pondría de patitas en la calle – culmina con una leve sonrisa imaginándoselo con una mano delante y la otra detrás.

— Tienes razón – acepta — mi idea de traer la novia falsa perfecta era que platicáramos por lo menos un mes antes de traerla – resopla —, pero lamentablemente tuve que improvisar – Lea se desinfla en el asiento entendiendo el error y sintiéndose extrañamente empática con él que es un… idiota.

(Palabras textuales de la misma Lea)

— ¿Y entonces qué tenías en mente? – Damián se encoge de hombros.

— No socializar más de lo normal – Lea piensa en los temas íntimos que tocaron ella y Paula — mantener la distancia en cuanto a temas delicados – cada vez se hunde más contra el cojín —. Otra cosa es la amistad con mi familia, - aclara — los vínculos informales son peligrosos en estos casos – ella hace una mueca de dolor en su expresión ya que al parecer se le fue la lengua — porque se puede hablar de más y no es la idea ¿comprendes? – cuando la mira ya prácticamente las lágrimas asoman — ¡ay no! ¿qué hiciste?




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