Una Propuesta Millonaria

Capítulo 16.- Un caballero real

Damián la contempla con resignación, su bello rostro bañado en lágrimas y el vestido arruinado le recuerdan el fracaso que va a ser continuar con esta farsa.

< ¿Dónde coño te metiste Damián? >, piensa con amargura.

— ¿Continuarás llorando o nos vamos a buscar un departamento para que te mudes? – ella gime enseñando todas sus pertenencias — descuida ya me encargué – ella lo mira sin entender — un tráiler vendrá por ello, pero estas helada – le acomoda el saco en los hombros — no, mete las manos para que te calientes, esperemos en el auto – ella lo mira con vergüenza.

Su boca forma una “U” hacia abajo con lo cual a él se le aprieta el pecho – además del pantalón – y la dirige al auto porque no sabe como manejar la sensación y hace lo que mejor sabe: la ignora.

— ¡Gracias! – Damián solo asiente, algo le dice que va a tener que continuar salvándola incluso de ella misma.

Resopla enfadado por su suerte.

Suspira audiblemente y recuesta la cabeza hacia atrás cavilando posibilidades, no encuentra salida. Si bien sabe como engatusar a su abuelo para sacar de su propia cuenta un millón de dólares, no halla en su mente una mujer capaz de casarse con él sin pretender algo más allá que un convenio, mira a Lea y continúa diciéndose que es un error, pero es ella la correcta.

< ¡Maldición! >, es lo único que piensa.

Escucha el tráiler llegar

y suben las pertenencias de la chica que está profundamente dormida en el asiento del copiloto, baja y los hombres – a quienes conoce por supuesto – lo saludan cordialmente y se ponen completamente a sus órdenes al no haber encontrado un apartamento por la hora que es.

— Bien, intentaremos mañana temprano – informa al sujeto que le entrega una vaca de peluche. Él lo mira como si estuviese loco — busquen un hotel para pasar la noche y que lo carguen a mi cuenta – mira el brazo estirado del trabajador y niega — ¡tira eso a la basura por el amor de Dios! – ordena desconcertado al ver el animal desteñido y mugroso.

— ¿Damián? – gira para encontrarse con unos ojos color caramelo somnolientos y preciosos — ¿Lola? – gime y él frunce el ceño — ¡la encontraron, gracias, gracias, gracias! – corre hacia el sujeto enorme y lo abraza como si fuese su familia. Damián gruñe.

— ¿Pero qué coño haces Lea? – cuestiona con mal humor y la arranca del hombre que se encuentra en shock.

— ¡Es que ella! – enseña el peluche horroroso — Lola se había perdido y es lo único que tengo de mis tesoros y yo… - se percata de que no es el momento.

Gira dándoles la espalda a los hombres, sus lágrimas salen sin control y sorbe por la nariz, levanta el vestido para dirigirse al auto sollozando por la vergüenza, la soledad y el ridículo que ha hecho toda la noche. Observa sus pies descalzos y suspira añadiendo otra cagada al saco que pretende cerrar hoy aunque sea debajo de un puente. Cierra la puerta y Damián sale de su hipnotismo para reñirle al hombre.

— Lo siento jefe – se disculpa.

— ¡Sí, lo que sea! – dice de mala gana — ahora largo, avísenme cuando estén ubicados para pagar – no espera respuesta, se encamina hacia su fabuloso auto pensando en que se está viendo en la obligación de vender una de las motocicletas.

< ¡Gracias abuelo, no sabes cuánto te amo! >, piensa con rabia al haberse agotado el dinero que aún conservaba en la tarjeta de débito.

— Lo… lo siento es que ella – Lea enseña la cosa horrible que tiene en sus brazos — es importante para mí – él la mira sin ningún tipo de expresión.

— Tu problema – señala con una molestia que no reconoce a pesar de que siempre ha sido mal humorado —, pero te prohíbo meterla en mi cama sin antes… - mira con asco el horrendo peluche — lavarla – cierra el tema y pone en movimiento el auto.

— ¿Dijiste tu cama? – asiente sin siquiera mirarla — ¿pero… pero? – ni siquiera sabe que preguntar.

— ¿Dónde se supone que encuentre un apartamento a esta hora Lea? – ella niega enfurruñada, es la noche de la vergüenza para ella — si bueno, eso pensé yo también y ahora… por el amor de Dios ¡duérmete de nuevo! – expone con los dientes apretados.

Ingresan al estacionamiento subterráneo y los ojos de Lea se agrandan, no pudo volver a dormirse ya que solo pensaba en las palabras de Damián “te prohíbo meterla en mi cama sin antes, lavarla”. Eso quiere decir que este es el estacionamiento de su Ático, entonces es cierto que va a dormir en su cama.

— Damián – él se gira con la mano en la manilla de la puerta sin emitir palabra — esto está mal y lo sabes bien – toca su brazo derecho — no podemos quedarnos aquí porque…

— Ya lo has dicho, lo sé bien – se acerca a su rostro y ella siente que su hermosa mirada azul la engulle por completo —, no te preocupes por eso, no me quedaré para que puedas sentirte tranquila – su aliento la marea de una forma deliciosa y se siente en el aire.

Baja del auto nervioso, afectado por completo por la presencia de esa loca mujer. Necesita alejarse, deshacerse de esa emoción extraña para poder pensar con claridad. Respira fuertemente. Escucha la puerta cerrase, pero no sus pasos ya que va descalza porque aunque desee sacarle precisamente un millón de defectos, él mismo sabe que es eso exactamente lo que le fascina de ella.




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