Una Propuesta Millonaria

Capítulo 17.- Desilusión

Damián baja por el ascensor completamente desconcertado por lo débil que puede ser frente a esa chica – esa preciosa, provocativa y peligrosa chica – que lo deja sin defensas por completo. Debe concentrar su mente y raciocinio en el convenio que tienen. De ahora en más no se acercará tanto, solo lo justo para hacer que su familia – especialmente su abuelo metiche y el dueño de la herencia – se crea el chisme.

Realmente se siente desilusionado porque deseaba besarla, saborear esos labios ricos y disfrutar del calorcito que le provocan cuando lo hace, cuando la besa como esta noche en la terraza de la casa mientras fingían la pelea. Sacude la cabeza.

< Vamos Chaval que solo la quieres para cama, eso es lo que eres >, pone los ojos en blanco ante el pensamiento crítico acerca de si mismo.

Pero al acercarse al auto cree reconocer – pero no está seguro – uno estilo limusina negro, parecido al que se hallaba en la casa esa misma noche. Sonríe.

— Creo que estoy cansado – se dice en voz alta — ¡ay Lea Ferrero, ya me agotas como una esposa! – se carcajea y deja lo del auto extraño pasar convencido de que todo es una confusión por su cansancio mental.

El que le adjudica a ella por supuesto…

Se marcha de frente al despampanante edificio después de darle al celador una buena propina por cuidar de su precioso bebé y se larga al mismo bar donde conoció al Lea para tomarse unas copitas.

Y al entrar hay una hermosa mujer que le echa el ojo al instante.

La chica se sienta a su lado desplegando una preciosa sonrisa. Es hermosa, sexy y deseable. Sin embargo por primera vez no se encuentra interesado o por lo menos es lo que le expresa su cuerpo. Le sonríe de vuelta, pero ella esperaba otra cosa.

— ¡Podrías ofrecerme un trago! – Damián entrecierra los ojos sin decodificar aun sus palabras.

— ¡Oh sí, claro! – le hace una seña al barman para que coloque el trago de la chica —. Me disculpo estoy un poco…

— ¿Disperso, preocupado? – señala la chica asintiendo a su comentario —. Creo que podemos arreglarlo – se insinúa.

El nerviosismo de Damián va en aumento, no entiende que le sucede si en otro momento ya se habría ido con esa belleza de mujer a un sitio mucho más íntimo, pero esa loca mujer no se le sale de la cabeza. Lea está ocupando todo su espacio.

Y sin su permiso.

Gira a ver la fémina de infarto que intenta llamar su atención, tiene unos ojos preciosos que parecen gemas y un cuerpo ¡uf! Según piensa, no obstante… ni siquiera levanta su ánimo, al parecer necesita un doctor para que lo revise.

— Lo siento preciosa, pero en realidad creo que no estoy disponible hoy – le sonríe encantador mientras apura el trago.

— Lástima, te habría gustado mucho ¿sabes? – ahora ella le sonríe con indulgencia — las penas del corazón son más llevaderas con sexo – se toma el coctel y le hace un guiño mientras se acerca a él para susurrarle al oído — ¡dile que te perdone, quizás valga la pena!

Y se va dejándolo con la incertidumbre de no saber que siente hacia la pequeña, preciosa y loca mujer que le abarrota los pensamientos.

— ¡Gracias por el consejo preciosa, lo pensaré!

***

Lea curiosea todo el espacio que tiene alrededor, se siente abrumada con tanto lujo y aun así sonríe a causa de la impresión. Todo a su paso le grita “soltero y mujeriego”, por supuesto a ella no le importa porque lo menos que se halla es interesada en él y está segura de que el aleteo en el estómago es mera hambre ya que no pudo terminar su cena.

Observa detenidamente una pintura que a su parecer es muy sexual tratándose de una mujer completamente desnuda solo cubierta con un listón de seda en un tono rojo escarlata, no puede negar que es preciosa considerando que no se aprecia vulgar ni atrevida, es más bien una obra de arte aunque no reconozca la firma del artista.

Porque de pintura sabe muy poco.

Suspira entrecortado pensando que de la vida tampoco sabe mucho, ni del amor y menos de relaciones sanas cuando lo único que hizo fue mantener a su idiota novio-amigo como una perfecta… tonta, resopla enfadada.

Se deshace de los pensamientos intrusivos acerca de su ex largándose hacia la cocina para preparar algo de comida porque su estómago ruge de necesidad. Hace una especie de tours por el gran espacio mirando y reconociendo la masculinidad en cada rincón. No hay espejos ni fotografías de nadie más sino de él.

Pone los ojos en blanco.

— Propio de él, es un presumido y arrogante – resopla enfadada sin saber por qué —, además de engreído – ya se encuentra enojada.

Va directamente a la cocina dispuesta a hacer algo para comer e irse a la cama, no puede evitar recordar que se encuentra en su apartamento y sus palabras “para que conozcas un poco de mi” y vuelve la rabia en su contra.

— ¡Ya sé lo que eres Damián Del Toro! – abre una puerta que supone es la despensa y se encuentra completamente vacía — ¿Qué?

Abre todas las puertas y es lo mismo, lleva un taburete de la barra para subirse y verificar que toda la cocina es de lujo porque alimentos no hay en ningún sitio.




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