— ¡Oye, loca! - le grita Damián — ¿quieres matarme? – ella gruñe mirando su cuerpo doblado hacia adelante.
Recuerda sus momentos en Cuba cuando jugaba en la calle con los amigos de su barrio a la pelota y ella se veía como un chico más de cabello corto y uñas mugres, ya había olvidado lo mucho que extrañaba su tierra, sus vecinos, su gente. Esa vida que aunque se daba con suma estrechez le hacía mucho más feliz que la de ahora; ahogada en deudas, con una madre enferma y la abuela agotada y sin recursos para mejorar.
Y ella estropeando la única oportunidad de hacer dignamente felices a sus tesoros golpeando lo que se podría decir “la gallina de los huevos de oro”.
— Lo… lo siento – sorbe los mocos escurriéndolos en el brazo de manera muy desagradable — es... – suspira profundo para detener las lágrimas que quieren salir de sus bonitos ojos — que no sé… tal parece que he nacido para joder todo y ahora tú me ofreces la… - suspira de nuevo y ya él se siente incómodo porque no sabe cómo consolarla — oportunidad de poder hacer feliz a mis ¡Dios! Lo siento tanto – se deja caer en el piso sentada con las rodillas pegadas al pecho abrazándolas y rompiendo a llorar.
— ¡Hey, no llores! – se acerca a ella y observa toda la piel expuesta — ya ni siquiera me duele ¿ves? – se golpea un poco el pecho para tratar de hacerla reir y falla, pero hace algo realmente caballeroso — no te preocupes, lo que sea podemos arreglarlo – se quita el saco y la cubre con la fina y reluciente tela regalándole una de sus maravillosas sonrisas.
Lea llora por el gesto y Damián resopla por creer que no está haciendo las cosas bien, necesita salir del atolladero.
— ¡Gracias! – ella sonríe aun con tristeza.
— Siento que estés triste, pero debes entender que yo no soy un…
— ¡Lo sé! – Damián abre los ojos como platos sin entender.
— Pero si aún no menciono lo que no soy Lea – no puede evitar el reproche — ¿cómo es que lo sabes? – se acomoda con las piernas cruzadas como los indios interesado en la respuesta.
— Porque a pesar de lo tonto – él pone los ojos en blanco por la ofensa — eres el ser más transparente que he conocido, no mientes y aunque si que escondes cosas hay algo en tu mirada que me hace descifrarlo – la sexy boca masculina queda abierta ya no viéndose tan sensual.
— ¿Yo… tu? – inquiere en un tartamudeo ridículo.
— Descuida, esa pequeña debilidad quedará entre los dos – se siente raro, expuesto y avergonzado, pero no puede negar que le agrada ese nivel de complicidad entre ellos — ¿qué? ¿te sientes mal acaso, necesitas defecar o algo? – y la magia del momento pasó a ser una atracción de circo cuando Damián sin ningún pudor suelta una sonora carcajada que repercute directo en el estómago de Lea y en otras partes también.
— No, Lea – se aclara la garganta — no quiero defecar y para ser sincero me agrada que conozcas cosas de mi que ni siquiera yo he visto – ella levanta las cejas y las manos de Damián arden por tocarla — no me considero un caballero, creo que es a lo que te referías hace rato – la aludida asiente —, pero tú vas a ser mi esposa y si quiero que esto funcione no puedo ser un ogro aunque tú no ayudas para evitarlo, espero que lo comprendas – ella afirma con rostro dulce, la expresión de él se hace pétrea porque no cree que se halle arrepentida de nada.
— Prometo no golpearte, gritarte o lanzarte los zapatos – expone como niña buena.
— ¡Ok, no creo una palabra! – señala —, pero necesito una novia “bien vestida y elegante” para que cale en la sociedad y convenza al público interesado – Lea mete el dedo en su boca y hace una mueca como para vomitar — ¡oye, eso es asqueroso! – se desinfla por completo y lo mira directamente a los ojos.
— Creo que tienes mucha fe en mi Damián Del toro, me mortifica que pueda dejarte en ridículo – la mira con seriedad.
— ¿Por qué eres odiosa, grosera y mal educada? – ella jadea — ¡já, no te preocupes por ello! Si mi tío Harold pudo domar a Paula que era una bestia yo puedo contigo – acomoda el cuello de la camisa que se levantó al quitarse el saco — tú querida mía, eres pan comido – ella levanta la mano para golpearlo y ña detiene con un señalamiento de su dedo índice — ¡hey, las agresiones, prometiste!
— No especifiqué que con el puño – amaga de nuevo y Damián se levanta del piso con un ágil salto.
— No violencia – dice solemne — de ambas partes y eso encierra todo – sonríe satisfecho a su resoplido poco elegante — y ahora seca esas lágrimas y lávate la cara por favor que necesito salgamos de aquí – Lea lo mira a través de sus gruesas pestañas desde abajo y él no puede evitar que su mente viaje a ese lugar oscuro y perverso que es el deseo que siente hacia ella.
— ¿A… a dónde? – inquiere insegura — sabes que no tengo ropa – sus ojos se anegan de nuevo.
— Si bueno, respecto a eso quiero que vamos de compras y luego si quieres nos comemos un perrito caliente en algún puesto deambulante, pero debes tener ropa adecuada a tu nuevo estatus social – explica en tono cansino — ¡oye, Lea! – ella lo mira atentamente aun desde el piso — no me voy a disculpar por no querer salir contigo vestida como camionero, me gustan las mujeres y si son elegantes, coquetas y sexis mucho mejor – afirma con la cabeza entendiendo o más bien asimilando sus palabras — espero que te comportes y no es que desee que hagas todo lo que pido – sonríe — de hecho ninguna mujer lo hace – pone los ojos en blanco al ver la expresión de disgusto en el bello rostro femenino — sin embargo espero que sigamos un protocolo adecuado donde todo sea un: ganar-ganar – extiende su mano para ayudarla a levantar del piso y de ese modo sellar el trato — ¿trato? – Lea lo mira sintiendo no solo una corriente eléctrica que la atraviesa sino que ve en su preciosa mirada azul la honestidad.
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Editado: 03.02.2025