Damián espera pacientemente sentado en el elegante sofá de la tienda femenina donde llevó a una Lea contrariada con tanto lujo y confort. La dependienta lo ha mirado con tanto deseo y lujuria que ya se siente un poco alterado por la insistencia.
— No entiendo que le sucede a esa mujer – dice en un resoplido captando de nuevo la coquetería de la chica — ¿no se ha dado cuenta que estoy acompañado? – se propina un puñetazo imaginario al percatarse de sus propios pensamientos.
Y entonces se dedica a mirar disimuladamente a la pelirroja que espera pacientemente en la puerta del probador a que Lea salga con el vestido puesto. No puede negar que la mujer está bastante agraciada sea natural o no, eso nunca le ha importado a la hora de encontrarse sexualmente con alguna mujer por ahí. No es tan caballero, pero se considera un gran admirador de la belleza femenina y esa pelirroja es una muestra de lo bellas que pueden ser las mujeres. Sin embargo al ver salir a “su futura esposa” del fulano probador con un vestido de coctel que no solo le queda como un guante sino que se ve preciosa, su vista se nubla y todo a su alrededor desaparece de súbito.
Ella capta el momento en que su boca se abre a tal punto que le preocupa no pueda volver a cerrarla, incluso le hace una señal abriendo los ojos con el dedo en su propia boca para que la cierre y él cae en la cuenta de que está fuera de lugar. Se remueve incómodo mirando hacia todos lados para cerciorarse de no haber sido visto. Lea no evita la sonrisa.
— Me gusta mucho este, gracias – le dice a la dependienta que le hace un gesto de aprobación con la cabeza — ¿no tienes algo más cómodo con pantalón por ejemplo? – si va a lucir como una dama de sociedad, va a necesitar más de un vestido.
— Por supuesto señorita – le dice cómplice — voy a por ello – la mujer gira para quedar de frente a los ojos de Damián y le sonríe derretida, pero va a buscar el pedido de su cliente.
— Estás… te ves… es decir – se aclara la garganta —, muy bien Lea, te ves muy bien – esconde las manos en los bolsillos de su finísimo pantalón evitando que se le note el temblor en las manos.
Le parecía una tontería el hecho de verse tonto y tartamudo. Se abofetea mentalmente para volver a tomar el control incluso de sus cuerdas vocales ya que estas se han negado a cooperar con él e incluso no acatan las ordenes que envía su cerebro, pero mientras Damián se encuentra en la disyuntiva de encontrar que decir de manera coherente Lea se lo pasa en grande descubriéndolo, burlándose de él solo con la mirada.
— Creo que alguien por aquí necesita un poco de agua – no resiste y suelta una risita — cariño – llama la atención de la dependienta que babea por él y esta gira a verla — ¿podrías ser tan amable de traerle un vaso con agua a mi “novio”? – la mujer mira las manos de Lea —. Es que lo necesito muy lúcido para que no me niegue el costosísimo anillo que voy a escoger en la joyería esta tarde, nos comprometemos en una semana ¿sabes? – le sonríe con suficiencia y la mujer asiente sin chistar.
— ¡Vaya, eso sí que no lo esperaba! – Lea sonríe coqueta —, aprendes rápido ¿eh? – ella hace una reverencia y el escote se ajusta aún más al busto, entonces quien babea es él — ni siquiera recordaba lo del anillo – se restriega la cara exasperado, Lea se acerca colocando la mano derecha en su mejilla.
— Tranquilo, todo saldrá bien – baja la vista hacia esos preciosos ojos que por alguna razón le infunden paz y aunque ella le pone en tela de juicio la cordura, se sosiega — es una estrategia para que crean en lo que hacemos – Damián sonríe y asiente a sus palabras, pero ella nota algo diferente.
— ¿Sabes que? Tienes razón – toma su cabeza entre las manos y la besa dulce, profundo… delicioso.
Baja poco a poco las manos acariciando su cuello, extendiendo la caricia por sus hombros sintiéndola temblar. El flash capta el momento en el cual descansa la frente sobre la de Lea y le sonríe. La panza de ella se llena de mariposas ya que le parece el gesto más tierno que ha tenido con ella, no solo disfrutó del beso sino que el abrazo por muy corto que haya sido fue para ella casi una escándalo.
— ¿Y eso por qué fue? – indaga ella sin poder evitar el suspiro.
— Una cámara oculta, necesitamos ser convincentes ¿no? – se tensa al instante y un ardor se instala en su pecho.
— ¡Claro, claro! – sonríe tan forzado que Damián lo nota.
— No quise alertarte porque no sabes mentir y no habría salido tan bien – expone él aun con las manos en sus caderas, Lea solo asiente porque su garganta se ha cerrado por un momento.
— Señorita – llama la dependienta ya no tan sonriente como antes —, el agua – expone con mala cara.
— ¡Gracias! Voy a cambiarme – se dirige hacia el cambiador y el espejo le enseña una tristeza desconocida por completo — ¡cálmate! – regaña a la hermosa mujer que se refleja — esto solo es una pantomima, un arreglo… una locura – gime recostando la frente al espejo.
Mira la percha, queda prendada del modelo que va a lucir en este momento, es precioso y en ella debe lucir aún mejor porque es en terciopelo negro, ajustado a las caderas con un escote en forma de corazón que le hace ver una figura exquisita, pero al ponérselo se percata del detalle plateado de las orillas y casi cae de bruces al mirarse completa porque la abertura llega hasta más arriba del muslo. Se calza las sandalias plateadas y sale a triunfar ya que le gusta mucho como la mira Damián.
#242 en Novela romántica
drama amor engaños mentiras, millonario sexy, encuentro casual matrimonio arreglado
Editado: 03.02.2025