Una Propuesta Millonaria

Capítulo 34. Huida

El hombre la mira de manera maliciosa y sonríe igual. Lea da unos pasos atrás con la respiración desaforada, no hay que ser muy inteligente para deducir lo que quiere a hacer ese hombre cuando apaga el motor del auto. Obliga a sus pies a obedecerle y comienza una carrera entre el gentío sin mirar atrás, tropieza y casi cae entre la turba con la suerte de ser atrapada por un joven de cabello oscuro ensortijado y ojos marrón oscuro, muy expresivos que le sonríe y ella lo hace de vuelta con nerviosismo. Se zafa de los brazos del desconocido y pronuncia un “gracias” sin voz y él asiente. Corre de nuevo.

Cansada, se detiene mirando hacia todos lados buscando no solo al hombre que la asustó sino un lugar donde esconderse. Hay muchas partes donde ir, pero ella no conoce mucho esta parte de la isla entonces… se siente perdida.

— ¡Calma, calma, calma! – se dice a sí misma tratando de aplacar el miedo —. Debo buscar un sitio público donde entrar – observa la hilera de aparadores y se golpea la frente — esta mierda está llena de ellos, pero no me sirven porque las personas aquí no miran a los lados – resopla enfadada.

Y ni siquiera sabe con quien.

Camina cautelosa mirando a su alrededor de nuevo, no divisa al hombre sin embargo su piel se enchina.

— ¿Me buscabas preciosilla? – Lea grita ante la figura enorme del hombre que le habla muy de cerca — ¡vaya, vaya ya entiendo al sujeto que babea por ti! – expone con un tono insinuante que la hace temblar —, me encantaría pasar un buen rato contigo, pero no hay tiempo. Creo que debes acompañarme a un lugar – le sonríe y ella sin pensar lo golpea en una pantorrilla — ¡ay! – luego le propina un puñetazo en la mejilla.

Escapa mientras él soba las partes afectadas, piensa que tiene mucha suerte de ser baja de estatura ya que nadie se imagina que es capaz de hacer ciertas cosas, pero desde muy temprana edad ha debido luchar contra los hombres abusivos de la cuadra en el lugar donde vivía en España, razón por la cual se forjó a fuego ese carácter indomable y agreste que ha sido opacado por el idiota de Damián, solo por él.

Su corazón late como una locomotora sin frenos y el aire se le escapa mientras corre desesperada buscando ese sitio donde esconderse. Desconoce por qué ese hombre la quiere atrapar, pero no se lo pondrá fácil, no mientras se encuentre consiente y sobre todo con fuerzas.

Las que merman con la carrera, respira copiosamente ante la debilidad que siente por no haber desayunado, se reprende por ello ya que su abuela siempre dice que es la comida más importante del día y ahora ella lo experimenta en su propio pellejo. Mira hacia atrás verificando que ha perdido al agresor y llega a una encrucijada: cuatro calles en forma de cruz que pone: Times Square, mira al otro lado y lee: Brodway, séptima avenida y entonces lo ve “Bad Roman”, un exclusivo restaurante donde ´por alguna broma del destino Sara (una amiga de la infancia a quien encontró en un sitio equis) trabaja. Lo ve iluminado con Neon y atraviesa la calle sin siquiera mirar, pero cuando voltea el hombre atraviesa en medio de bocinas y gritos. Titubea. Sin embargo ingresa bajo la vista de todo aquel ricachón que ahí reside como comensal la mira con asco.




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