Una Propuesta Millonaria

Capítulo 38. Lágrimas de felicidad

Lea cae en los brazos de Paula y llora, llora desconsolada por su infortunio y por la felicidad que siente en este momento al encontrarla, ella, Paula es como una brisa fresca en medio del calor que la asfixia y una especie de bálsamo para el dolor que siente. Sabe que la consolará y eso, no solventará sus problemas, pero le ayudará a hacerlos mucho más llevaderos.

Paula la aprieta contra su pecho en una actitud no solo protectora sino cariñosa tratando de que ese gesto la consuele, pero Lea lleva acumulado el dolor, la angustia y el miedo, lo que le hace imposible dejar de llorar. Sin embargo no todo ese llanto es de sufrimiento también de sus bellos ojos brotan lágrimas de felicidad por haberla encontrado. Lo que espera es que no le de la espalda y que ese abrazo que siente tan fraternal sea de mentira ya que su “supuesta amiga” de la infancia: Sara, la ha ignorado por completo.

— Mi niña, si continúas llorando de ese modo tendré que llamar una ambulancia – expone la hermosa mujer con un tono de preocupación falsa —, no solo te vas a deshidratar sino que nos ahogarás a ambas en lágrimas – Lea levanta la cabeza y sonríe, pero llora de nuevo — ¿lloras y ríes? – La chica asiente afirmando con la cabeza —. Entonces eres una de las mías porque yo hago exactamente lo mismo – levanta la cabeza de nuevo ahora con asombro en su expresión.

— ¿Tú lloras? – afirma igual que lo hizo ella con la cabeza —. Pero Harold, él está loco por ti – Paula le sonríe.

— No tienes idea de lo que he llorado mi amor – responde con un cansancio en la voz que la confunde —, y respecto a mi Harold bueno; él es un ángel y aunque te parezca extraño – se acerca para susurrarle al oído —: es él, el llorón – le hace un guiño y Lea abre mucho la boca, Paula le resta importancia al comentario con un movimiento de su mano con uñas perfectamente arregladas —, pero te aseguro que eso no le quita nada de hombría – se muerde el labio con una expresión soñadora y pícara.

Lea se encuentra extasiada con las palabras de la mujer que tiene enfrente, su piel blanca rebosa de lozanía y sus rasgos perfectamente perfilados tanto por el maquillaje como por su naturaleza la hacen ver imponente pese a que no es la mujer que la abrupta sociedad mira con buenos ojos por no ser delgada hasta los huesos, no obstante tiene un cuerpo hermoso, curvilíneo y bien formado.

— Bueno, no sé qué responder a eso – Lea se encoge de hombros con ojos muy abiertos — yo no tengo la experiencia, solo unos días conviviendo a lo loco con… - se da perfecta cuenta que ha hablado de más y su respiración se dispara.

Paula ignora sus palabras para que la incomodidad se disipe y saca una caja de pañuelos desechables húmedos de su finísima bolsa, toma una de sus manos acercándola al lavabo. Limpia su rostro y lo tonifica, luego de ello aplica un maquillaje tenue, pero con el que se ve preciosa, ella misma está impresionada.

— ¡Guao niña, que preciosa! – su sonrisa sincera le llega al alma y sus ojos color miel se humedecen — ¡no! – la señala — no más lágrimas por hoy ¿entendido? – Lea afirma con la cabeza, reconoce que de hablar arruinará el maquillaje —. Ahora saldremos, comeremos algo rico ahí fuera y luego… - piensa un poco — tal vez hablaremos de lo sucedido en la celebración de tu compromiso, todavía estoy en shock por lo ocurrido – exhala el aire contenido en los pulmones — ¿de acuerdo?

Lea solo puede asentir con la cabeza, de repente todos sus problemas se resumen en que tiene hambre y ya pasa del mediodía considerando el concierto de tipas en su panza. No menciona lo del abandono de Damián, tampoco lo del acoso del sujeto. Solo espera que de allí Paula la lleve con ella ya que si no lo hace estará a merced del peligro que se gesta fuera del restaurante.

— ¡De acuerdo! – toma una respiración profunda para calmarse.

— ¡Bien! – Paula asiente complacida — hora levanta el mentón todo lo que puedas y salgamos de este baño que ya tengo claustrofobia – Lea obedece y ríe por lo bajo sin bajar la cabeza.

***

— De pronto entró a un restaurante y desapareció, ya no la encuentro porque no me han permitido el paso – el hombre escucha con desagrado las palabras de la persona que habla del otro lado del teléfono —, con todo respeto no creo que ese sea el vocabulario adecuado para una mujer tan sofisticada como usted, preferiría que me lo dijera en persona – escucha de nuevo y sonríe malicioso — descuide, si ya la primera parte del plan está en proceso no dude que yo haré la mía cabalmente – mira una mujer preciosa de unos cuarenta y cinco años que baja de un lujoso auto, le hace un guiño y la fémina sonríe encantada por la atención del joven. Cuelga el teléfono — ¿de dónde salen mujeres tan bellas en este lugar? – dice más para si mismo en un tono alto para que le escuche claramente, la mujer coloca la mano en el pecho sintiéndose ataviada por la mirada verde del sujeto.

— ¡Oh Dios mío gracias! – el hombre extiende la mano seguro de que la mujer va a tomarla y no se equivoca, esta lo hace — ¿esperabas a alguien? – asiente con una sonrisa que casi le sube la presión a la mujer.

— Por supuesto que sí, te esperaba a ti – se acerca haciendo el flirteo más íntimo —, me encantaría acompañarte a este bonito lugar y luego pues, a otro más íntimo si me lo permites – la mujer se ahoga con su propia saliva y tose, él la ayuda con su problema.

— Me… me encantaría – acepta de buena gana la mujer que piensa haberse ganado la lotería ya que luego de la muerte de su esposo no ha tenido compañía.

Pero Andrés tiene otros planes y al ingresar al recinto de donde fue desalojado antes divisa perfectamente al objeto de su interés en una mesa donde se encuentra un grupo de mujeres en un almuerzo. Sonríe triunfante. Luego dedica toda su atención a su acompañante para fraguar el plan perfecto para llevarse a Lea con él.




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