Alguien grita: “reo libre” y Lea corre con más ahínco al escuchar y va tropezando con las personas a su alrededor, pero con la suerte de que no saben quién es, hasta que alguien la reconoce señalándola como el “reo”. No sabe de dónde saca la agilidad de trepar por las mesas y escritorios, pero se les dificulta sobremanera poder atraparla.
La viscosidad en su ropa que aún no seca le hace más sencillo escurrirse entre las manos de los hombres (que ahora son muchos), antes de saltar de un escritorio toma una gran porción de carpetas y las lanza hacia sus agresores, uno de ellos se parquea de frente a ella para sujetarla cuando salte y no lo hace. Baja por el lado contrario a gatas por entre las piernas de los otros que luchan por quitar las carpetas de sus rostros.
Suena una alarma y el caos reina en el recinto en el momento que una llave cae al piso y ella la toma. Abre dos rejas más, pero la tercera es otra llave y lo deja de lado. Sale un hombre enorme del calabozo y ella lo mira pidiendo ayuda, cae de espaldas al pispo sentada con expresión suplicante, el gigantón le hace un guiño y golpea uno de los policías el cual cae sobre un grupo de ellos causando una chuza. Lea ve con asombro al hombre que golpea sus pectorales gritando como si fuese un gorila y entonces teme por su vida.
— Tranquila princesa, no soy inocente, pero tampoco huiré y créeme – ella toma una respiración furiosa cuando le ofrece la mano en signo de ayuda — reconozco a alguien cuando sí lo es – acepta la gran mano y se levanta ofreciéndole una brazo de agradecimiento — ¡corre, sal de aquí!
Y ella obedece.
Sale de la gran habitación en una carrera por su vida cuando se encuentra de frente con su captor y entonces cae patinando con las calcetas ya que el calzado le ha sido decomisado, llega frente justo debajo de él y en el momento que va a atraparla una mano toma el cuello del hombre. Reconoce a uno de los reos que solto de manera irresponsable, descarada y sobre todo… desesperada.
— Hola querido – mira a los ojos a Andrés y le sonríe como un psicópata — ¿necesitas algo de esta bella princesa? – el hombre no puede articular palabra considerando la presión que el otro ejerce en su cuello — ¿qué? – se acerca a su rostro — lo siento cariño, no escucho nada – Lea ya tiene mareos y náuseas ante la escena y teme por la vida de todos en el lugar.
Acepta que se ha equivocado y no es menos delincuente que el hombre frente a ella. Comienza a llorar de forma audible llamando la atención del reo.
— No… no me hagas daño por favor – gime las palabras y el hombre suelta a Andrés.
— ¿Pero cómo crees que te haré daño princesa? – le sonríe con ternura —. Se que no soy una buena persona, pero reconozco la maldad en las personas y ese hombre quiere lastimarte – señala al cuerpo a su lado, el que se retuerce tosiendo en busca de llevar aire a sus pobres pulmones —, tu eres un dulce angelito y agradezco esta última oportunidad para reivindicarme con el creador y con la vida – ahora está segura de su error ¡el hombre está loco de remate! — ¡aquí me tienen demonios del infernal averno! – se gira y le hace un guiño — ¡es a mí a quien quieren! – gira de nuevo articulando un “corre” sin voz.
Agradece con una sonrisa y lágrimas en los ojos pero ya el hombre se encuentra de nuevo metido en el papel de… loco. Corre hacia la salida sin mirar, abre la puerta y un brazo fuerte la detiene.
Es Harold, pero ella no lo ve porque se desmaya.
***
Dos días después del caos…
— ¿Sigue sin decir nada? – Paula niega ante el cuestionamiento de Harold quien susurra las palabras casi a su oído — ¿si crees que fue buena idea decirle la verdad? Creo que es muy sensible para ello – observa a Lea que lleva más de tres horas en la misma posición mirando el teléfono de una Paula contrariada, pero segura de lo que hace.
— Mírala tú mismo – le susurra tal como él lo hizo — ella tiene derecho de vivir en su propia realidad, si Damián va a buscarla entonces es ella quien debe decidir – lo mira a los ojos con severidad —, no tiene por qué vivir la mentira – levanta el mentón al decir esto último y su esposo asiente claudicando ante la cruel verdad.
Al despertar Lea su primera palabra fue: Damián, ella lo ama y jamás pensó que la dejaría por Gretta, sin embargo lo que más le afecta es el dolor que siente al reconocer que no está a su nivel y esa es la razón por la cual no la escogió. Necesita ponerse en contacto con sus tesoros ya que lleva algunos días sin saber de ellas puesto que sus pertenencias, no sabe a ciencia cierta que pasó después de salir de la jefatura de policía, pero por cuanto está en la casa de Harold y Paula supone que todo se ha arreglado.
— ¡Hola Lea! – Tania se cuela entre los cuerpos de sus padres llevando consigo un hermoso peluche de oveja en tonos rosados, Lea la mira sonriéndole —. Te traje al Sr. Lanudo para que te acompañe, una de mis amigas de la escuela tambien tuvo una pelea y su labio resultó roto igual que el tuyo y una de sus manos – ella se toca el labio y efectivamente el dolor le corrobora que está roto, toma el muñeco que le ofrece con agradecimiento —, mi mami dice que para los golpes en la rodilla causados por caerme de la bici es bueno algo congelado – le ofrece una bolsa de guisantes congelados y Paula sonríe besando la cabeza de su hija.
— Gracias hermosa, creo que esto es suficiente para sentirme mejor – acaricia la rubia cabellera de la niña.
— ¡Qué bueno! – aplaude con alegría — ¿entonces podemos luego jugar en mi habitación fingiendo tomar el té como finas jovencitas de sociedad?
Lea afirma con la cabeza aunque no sea para nada fina y mucho menos de sociedad, pero lo que sí reconoce es que puede seguir adelante sola, sin la compañía de un hombre que le joda los planes…
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Editado: 06.03.2025