Damián pierde el conocimiento y Mauricio lo sostiene con dificultad dada la altura y complexión del personaje. Gretta grita ante la impresión.
— ¡Dios mío Damián! – ayuda al hombre mayor a sostenerlo, pero pesa demasiado para ellos y las sillas se encuentran lejos — ¡auxilio, ayuda por favor! – la chica (ya no tan chica) se siente desesperada porque no solo su madre se encuentra mal sino que ahora su futuro esposo – sonríe ante el solo pensamiento – también está enfermo.
Un par de médicos seguidos de un hombre vestido completamente de blanco que empuja una silla de ruedas ayudan a sostenrlo mientras lo acomodan en la silla, la cual le queda pequeña según piensa Mauricio con un dejo de ironía.
— ¡Doctor! – se refiere al hombre vestido con un traje azul — ¿qué tiene mi muchacho? – las manos del viejito lindo tiemblan y su voz rota conmueve al hombre.
— Por ahora es un simple desmayo, pero lo vamos a atender y se aliviará – expresa el médico como si estuviese hablando como un niño —, por ahora quiero que se siente y por favor tranquilícese, yo mismo me encargaré de llamarlo – asiente y toma asiento en la silla que le indica el caballero amable.
Se considera un hombre fuerte, con mucho temple siempre y cuando la situación no lo sobrepase como es el caso en este momento. Mariah sale de la habitación de Mildred y corre hasta su padre, apenas escucho que gritaba.
— ¿Papá, que te sucede? – se acerca a él sentándose en la silla contigua para no arruinar su bello vestido de diseñador —. Estás pálido – toma sus manos y abre mucho los ojos — ¡respira por favor! – lo hace y se siente mejor.
Gretta se encuentra recostada en la pared abrazándose a sí misma, tratando de entender que acaba de suceder con Damián, su fortaleza y condición física son excelentes, pero ahora se le notaba frágil con poca energía además de tembloroso, mareado y con náuseas.
“¡Ay Andrés, creo que has cometido un grave error!”, piensa y si sus sospechas son ciertas, el hombre está drogado. Niega inconforme.
— No puede ser que hayas sido tan idiota – llama por teléfono a “otro amigo” y le pide que saque de la cárcel a Andrés y lo esconda — ¡no quiero que aparezca por aquí! – susurra de mala gana — ya tengo bastante con que Damián haya pasado la noche conmigo y ahora se encuentre enfermo – refunfuña sin decir lo que sospecha.
Gretta es una mujer de mundo, razón por la cual sabe de algunos procedimientos delictivos ya que de manera clandestina (disfrazada) ingresa en clubes de baja calaña en barrios bajos. Realiza unas cuantas llamadas más para corroborar lo que en el fondo sabía.
— Gretta mi niña – la abraza con amor — mi padre dice que Damián está malito – ella asiente con un puchero en la boca y con lágrimas en los ojos.
Su futura suegra la acuna como si de una bebita se tratara y ella rompe en un llanto más dramático que real, se asombra de lo buena actriz que es y lo convincente que puede ser en algunas ocasiones solo con llorar.
— ¡Ay Mariah, soy culpable! – se cubre el rostro con las manos en el momento que la mujer la aparta un poco.
— ¿Pero qué sucede? ¡no me asustes Gretta por favor! – la toma por los hombros una Mariah alarmada a causa de la desesperación de la joven.
— Es… es que – toma una respiración profunda para calmarse — ese día o más bien la noche de anteayer Damián llegó a mi casa borracho y a la madrugada se despertó con hambre – Mariah asiente con las cejas alzadas — ¡y le hice comida! Ya sabes que no tenemos chacha y bueno… creo que los alimentos… - se restriega las manos con nerviosismos — ¡soy pésima en la cocina! – llora de nuevo — creo que no se casará conmigo por eso…
— Entiendo cariño, descuida que Damián Del Toro se casa contigo porque sí – la tranquiliza frotandole los brazos —. No puedo negar que esas son cosas que pasan, pero al momento de pasar a ser parte de la familia ni siquiera mirarás la cocina – le sonríe cómplice — solo tendrás que mantenerlo feliz ¡eso es todo!
Gretta asiente con una sonrisa tímida y lágrimas aun cayendo de sus ojos de cielo, pero por dentro se carcajea porque será la dueña y señora de la casa Del Toro.
***
Mauricio observa con dolor a su hijo acostado en esa cama, es su hijo, su capullo porque desde el momento en que Mariah lo tuvo en el vientre lo amó independientemente del lío formado por ella, a sus setenta y dos años nunca sintió un amor más grande, ese que lo deja sin aliento y queriendo llorar en el momento que se le salió de las manos.
— Tu eres mi muchacho, de eso no queda duda – gime las palabras. No es de sentir rencor, pero Derek nunca lo reconoció y eso le va a pesar en el alma —, nadie tiene derecho a apartarte de mi lado – reflexiona en este momento crítico donde ni siquiera sabe por qué Damián se halla enfermo.
— Permiso – un médico ingresa a la habitación con una carpeta en la mano — ¡Sr. Del Toro es un placer! – extiende la mano en señal de saludo y Mauricio la toma fijándose en el rótulo de su bata que pone: G: Stefano —. Quédese sentado por favor – le indica sonriendo.
— ¿Qué tiene mi muchacho Dr. Stefano? – no puede evitar preguntar frente a la incertidumbre que lo embarga.
El hombre sonríe avergonzado por la urgencia del anciano considerando a los resultados de las pruebas hechas a Damián.
— Sr. Del Toro, lo que voy a decirle no es tan grave sin embargo puede que sea un poco difícil de digerir por lo delicado que suelen ser estos casos…
— ¡Termine de hablar hombre, que me está matando! – interrumpe sofocado.
— Bien, lamento comunicarle que su hijo tiene en su sistema restos de un alucinógeno que lleva por nombre LSD – Mauricio tambalea y antes de caer al suelo se sienta en la silla al lado de la cama, el médico se pone en alerta al ver que el rostro del hombre palidece — ¡cálmese, eso no es todo!
— ¡Vaya pues con este hijo mío! – el doctor niega.
— El contenido o la cantidad que hallamos solo demuestra que le ha sido suministrado de manera adyacente tomando en cuenta que es mayor el porcentaje de alcohol en la sangre – resopla enfadado.
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Editado: 06.03.2025