— Mi mami dice que debo ser una señorita educada y con mucho glamur porque mi padre es un hombre importante en la industria far – ma – ceu – ti – ca– Lea observa con admiración no solo los movimientos de la mini princesa que tiene enfrente sino la perfección en su manera de pronunciar cada palabra de manera sutil, elegante y pausada — todavía se me dificulta la pronunciación – expone como chiste mientras llena las pequeñas tazas de porcelana China de un delicioso té de naranja con menta.
Tania Del Toro no solo es una niña inteligente y correcta, también es inteligente y muy delicada en su andar, hablar y comportarse en sociedad. Todo lo contrario a lo que es ella, a sus veinte años es un completo desastre de cabello enmarañado y ojos llorosos por la mala suerte que ha tenido hasta ahora, pero se considera una persona agradecida y por esa razón se encuentra en estos momentos sirviendo de Nana para Tania que, aunque no lo necesita dado su perfecto comportamiento, no deja de ser una pequeña de ocho años de edad que también explora y hace travesuras.
— Estoy de acuerdo, pero creo que estudiando un poco más esa palabra podrás pronunciarla correctamente – le hace un guiño mientras recibe la hermosa tacita que lleva dentro el delicioso líquido desconocido — ¡uhmmm, delicioso! – gime con los ojos cerrados.
— La menta relaja y la naranja mantiene la grasa de las llantitas en su lugar sin que crezcan – la mira asombrada, es como si estuviese escuchando a un adulto.
— ¿Quién te enseña estas cosas? – la niña mira con una sonrisa de suficiencia, pero con dulzura a la vez.
— Mi mami cuando vamos al SPA o al gimnasio – dice como si nada y la quijada de Lea casi cae al suelo —. Eso es de mala educación – señala su boca abierta —, creo que tienes mucho que aprender señorita – se rehúsa a creer que esas son palabras para una niña.
— ¿No eres muy pequeña para ir a los SPA con mamá? – arruga sus preciosas cejas rubias y niega — esos son sitios para las mujeres adultas – recalca y la niña asiente.
— Pero mi mami dice que es mejor ir con ella y que me enseñe lo que hay allí antes de que cualquier otra persona mal in… in – ten – cio… ¡ay ya se me olvidó!
— Mal intencionada – repite Lea en español para sí misma sin darse cuenta que lo ha dicho en voz alta.
— ¡Eso! – alza las cejas una Lea impresionada porque le ha entendido —. Hablas muy bien el español – le habla en su idioma materno y los ojos de Lea se humedecen.
— ¡Me has entendido! – es una afirmación — ¿podrías decirme que otro idioma hablas? – la pequeña asiente divertida.
— Inglés, Francés, Italiano y un poco de Alemán aunque me gustaría más el Mandarín, pero en la escuela esos son los que nos enseñan – se encoge de hombros ante sus propias palabras dando por sentado que la mujer frente a ella se halla enterada de todo.
— Comprendo – expresa con tristeza — yo apenas estoy controlando mi inglés y al ponerme nerviosa lo destrozo – Tania mira a Lea con los ojos muy abiertos sin comprender sus palabras.
— Lo siento, pero no entiendo lo que me dices Lea – la niñita hace un puchero y ella quiere comérsela a besos — a veces las palabras de los adultos son muy complicadas – se encoge de hombros.
¿Complicada? ¿ella? ¿Y estaba haciendo milagros para poder entender las palabras de una niña de ocho años?
— Lo que quiero decir – le habla en español — es que el inglés es difícil para mi, no lo domino completamente – le sonríe y Tania asiente entendiendo perfectamente.
— Entonces debes estudiarlo, mi papi puede pagarte una escuela para que aprendas rápido – explica antes de tomar de la tacita con el meñique muy levantado como si fuese de la realeza.
— ¡Oh vaya, gracias por el ofrecimiento! – intenta —. Pero no quisiera molestar – intenta tomar el té como Tania y gotea mojándole la blusa.
— Eso no es molestia, mi mami ha dicho que te lo van a proponer para que te quedes con nosotros como si fueses mi hermana mayor – Lea se queda de piedra —. Mi papi cree que eres un diamante en bruto - ¿qué? Lea mira hacia arriba pensando en si sentirse o no ofendida —, “necesitas tener mucha más confianza en ti misma”, fueron sus palabras – la pequeña mira a Lea con expresión de súplica.
— ¿Tu papi se ofreció o es que tú quieres que me quede? – levanta una ceja inquisidora y la nenita abre los ojos dejando la tacita en la mesa con un cuidado casi agónico.
— ¡Es que me siento muy sola! – sus ojos se aguarapan y su vocecita se rompe — yo solo quiero una hermana mayor con la que pueda salir al parque o a jugar, solo a jugar y no estar en reuniones tontas donde no entiendo nada – ahora llora casi desconsolada.
— ¡No, no mi amor! – salta de la sillita yendo hasta Tania y la abraza como una hermana mayor que exactamente lo que necesita — ahora señorita sequemos esas lágrimas, te vas a cambiar ese atuendo elegante y pijo – la niñita abre los ojos de nuevo — a ver ¿cómo te lo digo? ¡ah sí! Fino – le sonríe — y nos vamos a la alberca a tomar sol – le hace un guiño.
— ¿Quieres, quieres? - Lea asiente. Tania llora de alegría y se desembaraza de sus brazos corriendo hacia el closet estilo vestier que ni siquiera es visible al ojo humano.
Lea pone los ojos en blanco y ¿cómo no? Sonríe ante la opulencia: todo es blanco, rosa y lila, perfecto para la personalidad de esta preciosilla que es toda una dama en miniatura. Muy parecida a su padre, pero fuerte y valiente como su madre.
Ya correctamente ataviadas para tomar el sol en la alberca bajan la escalera con un par de inflables gigantes, toallas y por supuesto el bloqueador solar. Lea piensa en su futuro y decide que si estas buenas personas desean ayudarla… pues tomará la ayuda y en agradecimiento será la Nana de Tania.
Sin embargo en este momento para ella es más importante comunicarse con sus tesoros y eso solo lo logrará encontrando su teléfono o pidiendo el número de la tía Corina aunque no sabe si es un secreto o no. Debe averiguarlo.
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Editado: 06.03.2025